“Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro” (Platón).
Ninguna creencia, ningún juicio es más importante que el que nos hemos formado sobre nosotros mismos. Por eso, los padres y profesores hemos de tener bien presente que el interés primario de todo educador ha de centrarse en lo que nuestros hijos y educandos piensan de sí mismos.
Las creencias de cualquier sujeto sobre sí mismo son los factores más decisivos en la determinación de su éxito y de su felicidad futura.
Dice acertadamente Wayne W. Dyer: «La imagen de tu hijo sobre sí mismo es el resultado directo del tipo de estímulos que recibe de ti cotidianamente. Si quieres tener un indicador que te pronostique con bastante exactitud qué tipo de adultos llegarán a ser, hazte esta pregunta: ¿qué piensan de sí mismos?». No se trata, pues, de lo que podamos pensar nosotros como padres o sus amigos, maestros u otros familiares.
Las preguntas que debemos hacernos son:
- ¿Se encuentran a gusto con su aspecto físico?
- ¿Se aceptan?
- ¿Se sienten inteligentes y capaces?
- ¿Tienen confianza y seguridad en sí mismos de que pueden llevar a feliz término cualquier tarea antes de haberla empezado?
- ¿Se tienen por seres dignos de consideración y aprecio?
Cuando un niño aprende a quererse, a confiar y a tener un elevado concepto de sí, a ser valorado y respetado y a respetarse a sí mismo, no hay obstáculos insalvables para su total realización como ser humano. Sin duda, la frase más rentable y provechosa que debería escuchar de labios de sus padres cualquier niño sería: Te aprecio, hijo, y creo en ti.
10 FRASES INSPIRADORAS DE BERNABÉ TIERNO (02´ 05”)
LA AUTOVALORACIÓN Y LA CONFIANZA, BASES DEL APRECIO
“Encuéntrate y se tu mismo; recuerda que no hay nadie como tú” (Dale Carregie).
La autovaloración incluye la propia visión global que posee cada sujeto de sí mismo como ser humano. Esa visión está determinada por la valoración que han hecho de cada uno de nosotros las personas más decisivas e importantes de nuestra vida, especialmente los padres y los profesores. Cuando tratamos a nuestros hijos y alumnos como seres dignos de atención, atractivos e importantes, terminan haciéndose merecedores de las expectativas que hemos puesto en ellos y creyendo de sí mismos aquello que nosotros decimos y pensamos.
Las primeras semillas de la autovaloración las plantamos los padres, y para facilitar el desarrollo de un sano aprecio de sí mismo hemos de enseñarles desde la infancia a descubrir en su interior lo mejor de su personalidad, las cualidades más relevantes. Hay que animarles a verse como personas valiosas hasta cuando no les salen las cosas bien. Que el considerarse importantes, dignos y valiosos sea independiente de cualquier actuación o conducta en particular.
La confianza en sí mismo. Vemos que la autoapreciación se evalúa refiriéndola a las actitudes, las cuales dependen en buena medida de la opinión que nos han ayudado a formar los demás sobre nosotros mismos. La confianza en nosotros mismos, sin embargo, se mide en términos de comportamiento. Acciones positivas, comportamientos eficaces, esfuerzos seguidos de éxito…, constituyen la materia prima con la que construimos y sustentamos la confianza en nosotros mismos.
Pero la confianza en uno mismo se desarrolla mediante la interacción constante de cuatro componentes cuyo denominador común es la acción:
- disposición a correr riesgos;
- aptitud para la persistencia, el tesón y el coraje;
- sentirse valioso, y
- pasar de inmediato a la acción, corrigiendo sobre la marcha cuando sea necesario.
Tratar a nuestros hijos como si ya fueran lo que pueden llegar a ser es la manera más inteligente, eficaz y práctica de impulsar su confianza en sí mismos. En vez de recordarles a cada instante sus limitaciones y escasos progresos, hemos de hablarles y tratarles como si ya fueran verdaderos campeones, como si hubieran logrado su máximo potencial, confirmándoles que creemos en ellos y albergamos esperanzas.
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PRÁCTICAS MAS COMUNES QUE REDUCEN LA AUTOVALORACIÓN POSITIVA
- Sorprender siempre a los hijos cuando se están comportando mal y no atenderles cuando realizan obras meritorias.
- Calificarles de malos y torpes por cometer errores. Los repetidos mensajes del adulto denunciando la maldad del niño llegarán a convencerle de que él no es capaz de buenas acciones.
- Transmitir al niño constantemente la idea de que le falta algo, de que es incompleto, de que tan sólo es un aprendiz de persona.
- No permitirles pensar por sí mismos y no darles responsabilidades. Si les enviamos constantes mensajes dando a entender que no creemos que puedan hacer correctamente las cosas y ni tan siquiera les permitimos intentarlo, estamos dando ocasión a que nuestros hijos abriguen muchas dudas sobre sí mismos.
- Ofrecer a nuestros hijos una imagen pobre sobre nosotros mismos, infravalorándonos, mostrándonos poco competentes.
- Criticarles constantemente cuando cometen errores, en lugar de sugerirles soluciones Y enseñarles a descubrir las causas que les condujeron al fracaso.
- Hablar de los hijos cuando están presentes, pero ignorándolos, como si no fueran personas, como si su presencia no contara para nada.
- Evitar el contacto físico y mantener demasiado las distancias. La carencia de muestras físicas de afecto conduce inexorablemente al niño a interiorizar la noción de que no es digno de que se le abrace y se le quiera.
CÓMO INCREMENTAR LA AUTOVALORACIÓN DE NUESTROS HIJOS
“La facultad de amar y de admirar es el punto de partida para medir la grandeza de las almas elegidas” (Carlyle)
Tratando a cada hijo como ser humano único e irrepetible. Respetar esa condición única de cada niño incluye evitar comparaciones y permitirle ser diferente y mostrarse distinto; los padres debemos dar ejemplo de respeto a nosotros mismos. Tratarnos con respeto y exigimos respeto; hemos de darles oportunidades de tomar decisiones y ser responsables. Confiarán en si mismos, sintiéndose capaces de obrar por su cuenta; hacerles comprender que ellos no son lo que hacen. Cualquiera es valioso independientemente de sus obras; elogiar, animar y albergar esperanzas en lugar de criticar; mostrarse alegres y positivos ante las dificultades y contratiempos y enseñarles a disfrutar de todo cada día y por las cosas más pequeñas; si es verdad que «llegamos a ser lo que pensamos», los padres, que somos las personas más importantes para nuestros hijos, tenemos en nuestras manos la posibilidad de que piensen positivamente, que crean en sí mismos.
Los demás son el espejo en que nos miramos para descubrir que somos alguien en su consideración que somos el primer valor que descubrimos y en el que debemos creer. Pero también es cierto que, en la medida en que nos valoramos a nosotros mismos, aprendemos a valorar y a apreciar a los demás.
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Hay un proceso distorsionador de la realidad que es la sublimación, el idealismo con que a veces hipervaloramos a las personas O cosas. Es típico el caso del adolescente que idealiza a la mujer que hace objeto de su primer amor. Alguien ha dicho que el enamoramiento hace estúpidos a los enamorados. Pero, sin llegar a juicio tan peyorativo, la experiencia tiene que mantenernos dentro de los límites de un sano realismo. La cancioncilla popular corrige: «Dicen que el amor es ciego, pero nadie besa a una pared». Y Martín Descalzo nos aconsejaba: «Quien se desposa con una ilusión, dará a luz un desengaño».
El sentimiento no debe ofuscar nuestro aprecio por las personas ni para sobrevalorarlas ni para infravalorarlas. «No hay hombre grande para su ayuda de cámara”, enseña la sabiduría popular. Pero, aunque la cabeza nos haga corregir el impulso estimativo de nuestro sentimiento, podemos y debemos admitir la crítica ajustada a la realidad para apreciar a las personas sencillamente tal como son, sin deformaciones ni idealizaciones.
Una madre ama a todos sus hijos con un amor especial, cada uno de ellos es «hijo único» en el amor de su madre; pero es capaz de quererlo más allá de sus defectos o limitaciones. Cuanto más necesitado esté un hijo, tanto más le manifestará su aprecio.
Podemos apreciar al prójimo sin por ello cerrar los ojos a la verdad, sin comulgar con ruedas de molino; pero la prudencia, la caridad o el sentido común nos harán callar en muchas ocasiones o nos permitirán hablar en su defensa a loas según convenga.
Sucede con frecuencia que prestamos más atención al alumno que más destaca, al más agraciado, al más capacitado. Mientras que el niño tímido. el inseguro, el que no confía en sí mismo pasa inadvertido para nosotros o apenas le hacemos caso. Es un error educativo que hemos de evitar cuidadosamente, dirigiendo nuestra palabra a aquel que más le cuesta hablar, sonriendo al huraño y aplaudiendo los pequeños logros que vaya obteniendo el niño falto de seguridad.
«De hombre a hombre no va nada», dice el castizo, pero siempre ha habido diferencias y en nuestra estima hay acepción de personas y manifestamos fácilmente nuestras preferencias por unos postergando a otros. «No hay hombre grande…», acabamos de decir; pero también es cierto que «no hay hombre pequeño», que a ninguno podemos considerar inútil.
El gran patriarca del monacato occidental, San Benito, dejó escrito en su regla más o menos estas palabras: «Y con frecuencia el superior escuche al inferior, porque muchas veces Dios descubre las cosas más grandes a las almas más sencillas».
“Hermanos, no desprecien a los hombres por sus pecados, ámenlos aunque sean pecadores, pues un tal amor es el que nos hace semejantes a Dios” (F. Dostoiewsky)
En las redes puede Usted encontrar enlaces que ofrecen descargas PDF (gratuitas) de esta obra del profesor Tierno. Nuestra Fuente es: VALORES HUMANOS (pág. 46-48).
Dejamos constancia, que nos hemos permitido intercalar enlaces relevantes y un video relacionado, así como indicar que las letras en negritas y cursivas, son nuestras. Con este recurso deseamos escuchar al profesor Tierno, y sobre todo reflexionar con quien nos sugiere que “una lectura sosegada que facilite tu aprendizaje hacia el equilibrio psicofísico y hacia una profunda paz interior, de la que te sentirás cada vez más pleno, a medida que te adentres en sus páginas. Toda la obra pretende ayudarte a saber vivir y a ser feliz”.
Esta publicación pertenece a la SERIE SOBRE LOS VALORES, LA EDUCACION Y LA DOCENCIA
“La idea de fondo es que uno puede convertirse en aquello que piensa de sí mismo, por lo tanto, hay que pensar bien. Que el ser humano confíe en sí mismo es determinante”. (07/07/2006).
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF