Estimados docentes: El paso 28 de julio, el Perú celebró el Bicentenario de su independencia de España, producida en 1821. EsTe mismo año, siete países centroamericanos y uno europeo, también celebran sus primeros 200 años de vida republicana: República Dominicana (27 de febrero), Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Honduras (15 de septiembre) y Panamá (28 de noviembre) también iniciaron su proceso independentista para dejar de ser colonias del Imperio Español. En el caso de Grecia (25 de marzo), este país europeo tan ajeno a nosotros pero, al mismo tiempo, cuna de nuestras civilizaciones occidentales, celebra este 2021 los 200 años de su liberación tras varios años de dominio por parte del Imperio Otomano (hoy Turquía).
Celebrar 200 años es solo una fecha, un número impresionante. Por eso cada país ha desarrollado una serie de actividades protocolares, oficiales, para recibir esta fecha como corresponde, recordando la historia, resaltando el valor de ser una nación libre desde aquel momento. Pero, en términos concretos, si uno ve el desarrollo de esos doscientos años y la cantidad de idas y vueltas, injusticias y vacíos que han vivido cada una de estas naciones, en términos políticos, económicos, sociales y culturales, pues entonces la cosa se complica.
No se trata de descalificar a quienes celebran con entusiasmo los Bicentenarios. Es como el cumpleaños de la patria. Cada 28 de julio, los peruanos hacen ondear la bandera blanquirroja del país en casas y edificios, en oficinas e instituciones. Se cantan canciones patrióticas y el himno nacional es entonado con especial fervor. Como en esa fecha se produce el cambio de gobernante, se realizan promesas y propósitos de enmienda: habrá menos discriminación, habrá menos violencia, los corruptos irán por fin a la cárcel. Nada de eso ocurre, al final, porque la vida sigue y, al día siguiente, encontramos casi todo en el mismo estado y posición que cuando se cumplieron 199, 198, 197 años de independencia. Es importante llegar a 200, solo por el hecho de haberlo hecho sin desaparecer como nación. Pero, finalmente, vale la pena preguntarnos ¿es posible desaparecer como nación?
Lo positivo de estas celebraciones es que, sobre todo en estos tiempos de hiper conexión tecnológica e hiper desconexión emocional con los valores que nos unen como seres de comunidad, nos tratan de hacer recordar –sin que eso esté libre de ser usado para mezquinos fines políticos, de control de masas y manipulación- que tenemos elementos comunes de identidad nacional, que tenemos historia y personajes que, en su momento, se jugaron la vida para acabar con la esclavitud, con la incapacidad de autogobernarnos. Y que, por encima de todos los vicios de la modernidad y, en muchos casos, de una mal usada libertad, está el amor que uno siente por el país en el que ha nacido, la identificación con su tierra, con su valor como nación libre.
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EL DATO
- El primer Centenario se conmemoró en 1921, para lo cual se organizaron grandes y fastuosas fiestas que fueron supervisadas y presididas por Augusto Leguía, en ese entonces mandatario del país.
- La ciudad de Lima fue el centro de las celebraciones y para el efecto se la engalanó con luces eléctricas que decoraban, entre otros edificios importantes, el Congreso de la República, el Palacio de Gobierno, la Plaza Mayor y la Torre del Parque Universitario.
- El 16 de septiembre de 1969 se creó la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú (Decreto Ley 17815), durante el gobierno de Juan Velasco Alvarado.
- Esta comisión estuvo integrada por representantes de instituciones del estado, comunidad académica y sociedad civil, asumiendo el general de división EP Juan Mendoza Rodríguez, asimismo tuvo como objetivo la preparación y ejecución del programa conmemorativo en todo el país, por el 150 aniversario de la Independencia del Perú en 1971.
Fuente BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ
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