Maestros al servicio de la educación

[Alexander Ortiz] ¿Quién es Humberto Maturana y cuáles son sus aportes científicos?

Humberto Maturana Romesín es un biólogo, filósofo y epistemólogo chileno, nacido el 14 de septiembre de 1928 en Santiago de Chile. En 1947, a los 19 años de edad, al egresar del Liceo Manuel de Salas, se inscribe en el programa de Medicina en la Universidad de Chile. Siete años después, en 1954, la Fundación Rockefeller le otorga una beca para estudiar neurofisiología y anatomía, y de esta forma ingresa al University College of London, y ya en 1958, a los 30 años de edad, se gradúa en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, como Doctor en Biología. En 1960 volvió a la Universidad de Chile, y allí en la Escuela de Medicina en la que había estudiado 11 años atrás, se desempeña como auxiliar en la asignatura Biología.
En 1965, en la Universidad de Chile, Maturana crea un Instituto de Investigaciones Científicas y la Facultad de Ciencias. Unos años más tarde, junto a Jerome Lettvin, científico del Instituto Tecnológico de Massachusetts, fue nominado para el Premio Nobel de Medicina y Fisiología, por cuanto fue el primero en registrar la actividad de una célula direccional de un órgano sensorial, sin embargo no obtuvo este reconocimiento anhelado por cualquier científico.

En 1967, Maturana asistió en Estados Unidos a una conferencia organizada por Evelyn Keller sobre la aplicación del concepto de género en cien­cia. Allí Maturana explicó que los padres tradicionales educan a los niños de tal manera que éstos deben hacer sólo una cosa en cada momento y deben concentrar su atención en eso que están haciendo: hacer compras en la tienda, echar agua a las flores del jardín, limpiar su cuarto o estudiar. En cambio, la niñita es educada en la ampliación de su atención haciendo varias cosas a la vez: cuidar a su hermanito, ayu­dar a la mamá en la cocina, hacer las compras y, de manera simultánea, organizar la casa.

Según Maturana, las mujeres generalmente son educadas en una vida sistémica, una niñita tiene que hacer de manera simultánea­ muchas cosas, y tiene que coordinar y estar atenta a muchas cosas, observando sus interconexiones, y los hombres de manera general somos educados en una vida rígida, dogmática, fragmentada y lineal. Es por ello que los hombres tenemos dificultades para comprender nuestro entorno en forma de sistema porque no nos enseñan desde niños a observar las simultanei­dades, ni atendemos las interconexiones de los procesos, pero él agradece a su madre que lo haya educado como niñita porque aprendió a ha­cer de todo, no como una tarea tediosa, sino como parte legítima de su vida cotidiana, y así aprendió a vivir entre eventos y situaciones interconectadas entre sí en forma de sistema.

A partir de lo anterior, ya para el año 1968 Maturana estaba convencido de que al analizar el funcionamiento del sistema nervioso como una configuración cerrada de configuraciones internas, esto le permitiría comprender los fenómenos perceptivos, y a la vez comprendía que la organización del ser vivo es una configuración dinámica circular cerrada de configuración de procesos que configuraban la misma configuración de configuraciones de procesos que los generaba. Esta es la teoría que en el año 1970 Maturana denominó Autopoiesis.

Maturana reconoce al británico J. Z. Young y al chileno Gustavo Hoecker como sus profesores más influyentes, pero es evidente que fue influenciado también por la fenomenología de Edmund Husserl y por supuesto por el eminente pensador Gregory Bateson con su propuesta ecológica de la mente. También podemos percibir en la obra de Maturana marcadas influencias de Friedrich Nietzsche.

Humberto Maturana y Francisco Varela, quien fuera su discípulo y luego colaborador, afirman que los seres vivos son máquinas autopoiéticas, es decir que se producen y se configuran a sí mismos. Desde este punto de vista, su concepción podría ser considerada como mecanicista, dogmática y determinista, por cuanto no explica ni comprende a los seres vivos desde una mirada teleológica, no obstante se adscribe al criterio de que éstos deben ser comprendidos y argumentados como procesos y relaciones, y no sólo desde sus componentes, propiedades o atributos.

En noviembre de 1968, Heinz von Foerster invita a Maturana para que haga una conferencia sobre neurofisiología del conocimiento en un congreso sobre antropología del conocimiento que se desarrollaría en marzo de 1969 en Chicago. En diciembre de 1968, Maturana decidió comenzar a investigar sobre los procesos que emergen en la actividad cognitiva de los seres vivos. De esta manera considera la cognición como un fenómeno biológico, de ahí que descubre que sus dos actividades académicas no eran contradictorias, sino que ambas se orientaban al conocimiento y la dinámica del ser vivo, y lo caracteriza como un único proceso, por cuanto para Maturana conocimiento y vida son lo mismo.

A partir de esta comprensión se expande su presentación en aquel Simposio y surge el ensayo Biología del conocimiento y el libro El árbol del conocimiento, como una configuración holística y armónica, una mirada novedosa acerca de la naturaleza del conocimiento humano y sobre los seres vivos. En este libro, junto a Rolf Behncke y Francisco Varela, Maturana emprende el reto de develar las condiciones biológicas que garantizan el proceso de aprendizaje humano, el lenguaje, la conciencia y los fenómenos sociales, apoyándose para ello en la ciencia cibernética de segundo orden, que estudia la organización y las relaciones que deben generarse entre los componentes de un sistema para que éste muestre autonomía.

Como ya expresamos, en 1970 Maturana creó y desarrolló junto a Francisco Varela una de las nociones más importantes de las nuevas teorías de sistemas, el concepto de autopoiesis, que fue aplicada de manera extensa en las obras del polémico y controvertido sociólogo alemán Niklas Luhmann, a pesar de las críticas realizadas por el propio Maturana, quien considera que la noción de autopoiesis no debe aplicarse a los sistemas sociales, sino solamente a los sistemas biológicos. Parece que Maturana no está dispuesto a asumir el riesgo que implica el aporte de su neologismo. La noción de autopoiesis en la actualidad se utiliza incluso para caracterizar los sistemas psicológicos.

Desde esta época Maturana asentó los cimientos y comenzó a desarrollar la Biología del Conocimiento, área científica que explica la dinámica de los seres vivos como sistemas autopoiéticos cerrados determinados por su estructura. La autopoiesis explica la singularidad de los seres vivos como sistemas cerrados y a la vez abiertos. Son sistemas cerrados por cuanto configuran configuraciones complejas de redes circulares de producciones moleculares que, mediante sus interacciones, configuran la misma red que las creó y determinan sus límites. Son sistemas abiertos porque intercambian energía y materia con el entorno. Los seres vivos son sistemas capaces de autoproducirse y autoconfigurarse.

En 1990 Maturana recibió el título Doctor Honoris Causa de la Universidad Libre de Bruselas, en Bélgica, y fue designado Hijo Ilustre de la comuna de Ñuñoa, en Chile. En 1992, junto al biólogo Jorge Mpodozis, Maturana esboza y desarrolla la hipótesis de la evolución de las especies mediante la Deriva Natural.

El término Deriva Natural aparece por primera vez en el libro El árbol del conocimiento. Esta noción se refiere a que en la evolución como deriva natural la selección aparece como condiciones de borde que deben ser satisfechas, pero al interior de las cuales el camino genotípico y fenotípico de un organismo se fundamenta en su clausura operativa.

Esta teoría se sustenta en una concepción neutralista por cuanto afirma que los miembros de un linaje cultivan, consolidan y conservan la manera en que realizan su autopoiesis, lo cual es un proceso transgeneracional, en un fenotipo ontogénico o modo de vida específico, cuya innovación genera la diversificación de linajes, derivado de su historia de interacciones. En la educación de un ser humano, si una conversación o red de redes de conversaciones se cultiva y consolida, se configura y se mantiene o establece en la biopraxis humana, ésta se conserva y pasa a formar parte del espacio psíquico humano que es inmanente a él.

En el desarrollo y consolidación de las configuraciones conceptuales aportadas creativamente por Humberto Maturana han participado varios científicos y epistemólogos destacados, dentro de los cuales podemos señalar a su fiel discípulo Francisco Varela, quien esbozó una teoría sobre la evolución orgánica y la organización de los seres vivos; Ximena Dávila (Biología del amor); Rolf Behncke hizo aportes relacionados con la comunicación, la inteligencia, y un criterio de validación; Susana Bloch (teoría de las emociones); Fernando Flores investigó sobre la comunicación y el lenguaje; Rafael Echeverría (Ontología del lenguaje), Gerda Verden-Zöller (fundamentos de lo humano: amor y juego); Gloria Guilloff, estudió la inteligencia humana; Sima Nisis (Educación, formación, enseñanza y aprendizaje).

Para profundizar en sus concepciones recomiendo la lectura del libro Conversaciones con Humberto Maturana: preguntas del psicoterapeuta al Biólogo (Temuco: Universidad de la Frontera), escrito por Maturana & Ludewing.

De los descubrimientos científicos esbozados por Maturana & Varela surgen las siguientes afirmaciones:

  • El lenguaje no trasmite información alguna, no es un sistema de signos y códigos sino un modo de vida humano que se ha conservado a lo largo de la historia de la humanidad.
  • Entre los seres vivos no existen interacciones comunicativas informativas o instructivas, lo que intercambian son afectos, emociones y sentimientos.
  • El crecimiento, desarrollo y configuración del ser vivo no están especificados por el código genético, es decir, los cromosomas y genes, no especifican ni determinan el crecimiento humano, pero influyen en él, configurando los cimientos para el desarrollo y la configuración humana.
  • La conducta no es generada por el sistema nervioso, éste no la causa pero la condiciona, no la especifica ni la determina, pero incide en ella, es su cimiento.
  • El sistema nervioso no controla nada, no emite información alguna, no acumula, ni procesa, ni obtiene nada; es sólo la base fisiológica o cimiento material de la biopraxis humana, como instante o momento concreto de la vida.
  • El cimiento que genera la conducta humana que origina todo sistema socio-cultural no es racional, sino esencialmente emocional.

A partir de lo anterior, como consecuencia de su investigación, dos aspectos primordiales se materializaron en la mente de Maturana. Su vida académica y científica se orientó a buscar respuestas a dos preguntas aparentemente contradictorias: la primera relacionada con la organización de lo vivo, y la segunda relacionada con el fenómeno de la percepción.

El 27 de septiembre de 1994, Maturana recibió el Premio Nacional de Ciencias en Chile, debido a sus invaluables aportes a la epistemología y a sus estudios sobre la percepción visual de los vertebrados, pero sobre todo debido a la creatividad mostrada en su vasta obra y a la fecundidad de sus originales ideas.

El 5 de agosto de 2006 el Laboratorio de Biología del Conocimiento y Neurobiología, de la Universidad de Chile, entidad donde desarrollaban sus investigaciones Maturana, Francisco Varela, Juan Carlos Letelier y Jorge Mpodozis, fue destruido totalmente debido a un inmenso incendio. Maturana se impactó mucho por la pérdida, sin embargo en ese momento expresó que lo principal no se quemó porque lo tiene en su mente y en su corazón, lo cual demuestra la sobriedad, grandeza y dignidad de este notable hombre de ciencias.

A lo lardo de cuatro décadas se ha especulado mucho sobre la relación personal y teórica de Maturana con Gregory Bateson, Heinz von Foerster y Francisco Varela. Muchas de estas especulaciones han resultado ser ciertas y otras han sido desmentidas por el propio Maturana.

Ludewing le preguntó en una ocasión a Maturana por estas relaciones. A continuación transcribo y parafraseo algunos fragmentos de la respuesta de Maturana, con el fin de tener mayor claridad sobre este tema.

Maturana conoce a Bateson después que ya había desarrollado su teoría. A Heinz von Foerster lo conoció en la época en que Maturana era neurofisiólogo y sus relaciones con él comenzaron en el ámbito neurofisiológico. Cuando Maturana lo conoció, von Foerster tenía un laboratorio que se llamaba: Biological Computer Laboratory», en la Universidad de Illinois.

Aunque Maturana piensa que no le debe a Heinz directamente ningún elemento de su entendimiento, ciertamente sus conversaciones y sus encuentros con él fueron muy valiosos porque le permitieron interactuar con alguien que funcionaba desde el entendimiento de los sistemas. Sin embargo, aunque parezca raro, Maturana nunca conversó con él sobre los sistemas. Heinz von Foerster tenía entendimientos que se parecen a los de Maturana, pero eso no significa que Maturana deriva de él. Más bien podemos interpretarlo como un acoplamiento estructural.

Con respecto a Francisco Varela, él fue alumno de Maturana, entonces hay una cierta dinámica de relación de maestro a discípulo o de maestro a alumno que ha sido un poco deformadora, según Maturana, de las relaciones entre ellos. A Varela parece pesarle un poco que Maturana haya sido su maestro. A Varela le ha pesado el hecho de haber escogido seguir en un área que tiene que ver con algo que Maturana desarrolló. Varela fue una instancia de conversación y de discusión de muchas cosas, pero Maturana no se siente en deuda con él. El desarrollo del pensamiento de Maturana tiene más que ver con toda la historia previa de su formación en Chile cuando aún era estudiante de Medicina, de interacciones con su Profesor en Inglaterra, con J.Z. Young y de su estancia en Estados Unidos y en el M.I.T., particularmente de sus dudas sobre cómo veía que la gente que trabajaba en Inteligencia Artificial quería explicar y manejar o modelar los fenómenos biológicos. Eso fue mucho más importante y sobre todo porque cuando Maturana regresó a Chile, estuvo fundamentalmente solo. Francisco fue su primer alumno de la Facultad de Ciencias, pero Maturana tuvo antes otros alumnos de la Facultad de Medicina y ellos derivaron y siguieron por Medicina.

Maturana investigó muchísimo y desarrolló docencia en la Universidad Andrés Bello y en la Universidad de Chile. Además, fue fundador y profesor del Instituto de Formación Matríztica, donde se desempeñó al lado de su fiel discípula Ximena Dávila Yáñez, con quien desarrolló la episteme relacionada con la Matriz Biológico-Cultural de la Existencia Humana.

En su libro Biología de la cognición y epistemología, publicado por la Universidad de la Frontera (Temuco, Chile) podemos disfrutar, valorar y aquilatar en su justa media su concepción sobre el conocimiento y sobre el conocimiento del conocimiento, así como su basamento biológico.

Una de las ideas más trascendentales de toda la obra científica de Maturana es la metáfora “¡Vivir es conocer!”, sin embargo, como mínimo se perciben en el desarrollo del pensamiento maturaniano cuatro etapas:

  1. Neuroanatomía, al trabajar como biólogo en su laboratorio, en el que desarrolló múltiples investigaciones con salamandras, palomas y ranas.
  2. Bioepistemología, relacionada con los procesos que desarrolla el ser humano para configurar su mundo a través del lenguaje.
  3. Bioética, en la que demuestra que el conocimiento objetivo y la verdad no existen, que ningún ser humano puede pretender adueñarse de la verdad. No existe una verdad absoluta, toda verdad tiene sus límites y es relativa, y por ello no podemos excluir a los que piensan diferente. De ahí que critique el afán por la búsqueda de la objetividad y la verdad, por cuanto es insostenible desde el punto de vista biológico.
  4. Bioantropología, en la que se postula el amor como cimiento de la convivencia humana.

No obstante, a pesar de que en esta etapa se aprecia la preocupación de Maturana por el ser humano, podríamos afirmar que un concepto clave en toda su obra es el amar, expuesto como acción, como verbo, no como sustantivo. En el fondo, lo que Maturana quiere hacer es invitarnos a cambiar la mirada. Este es Humberto Maturana Romesín, y éstas son sus principales aportaciones a la comprensión del ser humano. ¡Ni más ni menos!

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Autor:
Alexander Ortiz Ocaña, ciudadano cubano-colombiano.
Universidad del Magdalena Santa Marta, Colombia
Doctor en Ciencias Pedagógicas, Universidad Pedagógica de Holguín, Cuba. Doctor Honoris Causa en Iberoamérica, Consejo Iberoamericano en Honor a la Calidad Educativa (CIHCE), Lima. Perú. Magíster en Gestión Educativa en Iberoamérica, CIHCE, Lima, Perú. Magíster en Pedagogía Profesional, Universidad Pedagógica y Tecnológica de la Habana. Licenciado en Educación.
Correo electrónico: [email protected] / [email protected]

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