[Alexander Ortiz] Calidad de la educación en tiempos de crisis

La calidad de la educación en tiempos de crisis se determina por varios factores: recursos físicos, tecnologías, tiempo, configuración del currículo, disposición y voluntad de los estudiantes, etc. Una dimensión importante en la calidad de la educación en tiempos de crisis es el rol del maestro y su capacidad de dinamizar el aprendizaje de los estudiantes. El rol de los maestros en medio de la pandemia se centra en su didáctica.

Es por ello que esta pequeña reflexión la oriento hacia aquellas cuestiones relacionadas con el enseñar, el aprender y el evaluar, que son los tres procesos que dan vida a la didáctica.

Cinco roles docentes para lograr calidad de la educación en tiempos de crisis:
  1. El maestro debe dar las clases emergentes sin hablar.
  2. Desarrollar de manera constante y permanente en cada una de las clases emergentes 4 acciones formativas: leer, escribir, reflexionar y conversar.
  3. No pensar en los resultados, concentrarnos solo en el proceso de formación.
  4. Resignificar la evaluación en los escenarios educativos emergentes.
  5. Empatía: amar a sus estudiantes.

Breve reflexión sobre cada uno de estos roles:

1. El maestro debe dar las clases emergentes sin hablar

El maestro tiene múltiples alternativas para cumplir su rol. La única forma no es la que tradicionalmente conocemos por nuestra imagen cultural del buen maestro, que habla, explica, narra y argumenta. Dar las clases emergentes sin hablar es una metáfora, significa permitir que sean los estudiantes quienes piensen, sientan, hablen y argumenten sus ideas, opiniones, dudas, e incluso miedos y temores. El principal rol del maestro emergente no es desarrollar la clase hablando del contenido de la asignatura, sino ubicar al estudiante en el centro de dicho proceso. Lo más importante de la clase es el estudiante, no el contenido de la asignatura.

La función del maestro no es “decir” para que el estudiante se dedique a “oír”, su rol no es “explicar” para que el estudiante logre “entender”, tampoco debe dedicarse a “demostrar” mientras sus estudiantes se dedican a “observar”. El rol del maestro es configurar ambientes de aprendizajes emergentes en los que los estudiantes tengan auténticas oportunidades para comprender el sentido de lo que aprenden y configurar los significados a su propio ritmo, mediante sus vivencias y experiencias.

Mientras más habla el maestro en clases emergentes, menos aprenden los estudiantes. El maestro en clases emergentes no debe dar respuestas sino hacer preguntas. Las preguntas son más importantes que las respuestas. La clase emergente debe desarrollarse mediante un sistema de preguntas, formuladas por el maestro y también por los estudiantes. No se aprende escuchando sino hablando, preguntando, cuestionando todo, problematizando. Preguntar, reflexionar y conversar para formar.

2. Desarrollar de manera constante y permanente en cada una de las clases emergentes 4 acciones formativas: leer, escribir, reflexionar y conversar

Leer, escribir, reflexionar y conversar. No hay otra solución más óptima y pertinente. Podemos desempeñarnos utilizando una amplia diversidad de mediaciones tecnológicas, pero eso no es suficiente para lograr calidad en la educación.

No hay aprendizaje auténtico y profundo sin leer, escribir, reflexionar y conversar. Debemos reflexionar en clases emergentes sobre algo leído, conversar sobre un problema, tema o cuestión determinada relacionada con la asignatura. ¿Cómo desplegamos nuestro reflexionar en clases emergentes? ¿Conversamos en clases emergentes con nuestros estudiantes o solo le enviamos las tareas a realizar? ¿Estimulamos y potenciamos el reflexionar y el conversar entre ellos?

Está claro que la clase emergente no puede ser solo asignar tareas y actividades por email o mediante cartillas, o utilizar determinadas herramientas tecnológicas; es importante leer, escribir, reflexionar y conversar.

3. No pensar en los resultados, concentrarnos solo en el proceso de formación

Un resultado nunca es parte del proceso que le dio origen. Si me oriento al resultado nunca veo el proceso. Debemos concentrarnos en el proceso de aprendizaje, y el resultado es una consecuencia de ese proceso. El resultado se deriva del proceso pero no forma parte de él.

Debemos reconocer que los resultados de cualquier proceso evaluativo no dependen del estudiante, sino del maestro y del instrumento evaluativo. No existe la evaluación objetiva. Toda evaluación es subjetiva, porque la realiza un ser humano dotado de subjetividad, que asigna sentido y significado al proceso de aprendizaje del estudiante.

Ahora bien, reflexionemos en la posibilidad de determinar con exactitud numérica cuánto conocimiento, habilidad, destreza, capacidad o competencia, posee un estudiante en comparación con otro. ¿Cuál es la unidad de medida de un conocimiento o de una habilidad, destreza, capacidad o competencia?

El conocimiento, la habilidad, destreza, capacidad o competencia es un fenómeno de naturaleza neuropsíquica, relativo a la configuración cognitivo-expresiva de la personalidad del estudiante, y como todo fenómeno neuropsíquico, en sí mismo no es mensurable. Sin embargo, a la hora de evaluar al estudiante le otorgamos calificaciones. ¿Cuál es el criterio que seguimos para otorgar las calificaciones?

Por esta razón no debemos concentrarnos en el resultado, sino en el proceso de formación.

4. Resignificar la evaluación en los escenarios educativos emergentes

Cuando evaluamos debemos darle valor al proceso de aprendizaje de los estudiantes, concentrarnos en sus avances, en sus logros, no en sus desaciertos y errores, aunque estos van a aparecer y tienen un valor formativo extraordinario, pero la finalidad de la evaluación no es buscar las fallas de los estudiantes sino sus aciertos, lo cual nos permitirá interpretar su proceso. Debemos evaluar para que los estudiantes aprendan. La evaluación debe ser formativa.

Para que la evaluación sea formativa y promueva el aprendizaje, los maestros no pueden tomarla como un mecanismo de dominación y control. Los maestros deben partir de una actitud abierta, honesta, humilde y comprensiva. En definitiva, lo más importante no es la nota o calificación sino el aprendizaje. La forma en que evaluamos influye en el aprendizaje de los estudiantes y en la forma en que enseñamos. Dime cómo evalúas y te diré cómo enseñas.

La finalidad de la evaluación formativa no es calificar. Lo importante no es qué nota se obtuvo sino qué se aprendió. El propósito de la evaluación no es identificar a los estudiantes que tuvieron éxito y a los que fracasaron, sino orientar su proceso de aprendizaje. En realidad las calificaciones nos dicen muy poco del aprendizaje de los estudiantes.

En la evaluación formativa se hace una valoración descriptiva-comprensiva del proceso de aprendizaje de los estudiantes, se describen sus logros, se argumenta de manera comprensiva, caracterizando sus aciertos y desaciertos. Evaluar es comprender, interpretar y valorar. Calificar es excluir. El maestro debe evaluar, no debe calificar.

5. Amar a sus estudiantes

El maestro debe respetar a sus estudiantes, comprenderlos y darles seguridad para que ellos puedan expresar con tranquilidad lo que sienten y piensan. Debe esperar con paciencia el resultado del aprendizaje de sus estudiantes.

Ahora bien, no existe una estrategia o tecnología omnipotente para educar y enseñar a los estudiantes en medio de la pandemia. Todas las estrategias y tecnologías son iguales. La mejor estrategia y la mejor tecnología es el propio maestro. Tampoco existen contenidos bonitos y contenidos feos, contenidos fáciles y contenidos difíciles. Todos los contenidos son iguales.

El maestro debe transferir sus afectos al contenido de la asignatura, con el fin de que el estudiante se enamore de la asignatura a través del intercambio emergente afectivo con el maestro. Aprender y enseñar en la emergencia no es más que comunicarse afectivamente.

Un maestro emergente se preocupa por sus estudiantes y por su actividad mental, estimula su pensamiento y se concentra más en ellos que en la asignatura que desarrolla. El verdadero maestro devela las potencialidades de sus estudiantes, se concentra más en las virtudes y cualidades positivas que en sus defectos y fallas. El rol del maestro en medio de la pandemia es amar a sus estudiantes, acogerlos, inspirarlos, entusiasmarlos.

El maestro debe admirar a sus estudiantes, ser paciente con ellos, respetar sus ritmos, estilos y estrategias de aprendizaje, no acelerar su proceso, no querer obtener rápidamente un resultado final. Debe conocer muy bien a sus estudiantes, conocer sus necesidades, experiencias, conocimientos y destrezas, no para cuestionarlos y criticarlos sino para orientarlos.

Los maestros son personas encantadoras. Precisamente en tiempos de crisis es donde el maestro debe mostrar su inteligencia, sus competencias pedagógicas, curriculares y didácticas, su alta capacidad de resiliencia, su compromiso con la educación y responsabilidad con el cambio y el mejoramiento futuro. Un maestro comprometido, motivado, sensible y consciente de su encargo social, será capaz de sobreponerse a cualquier crisis.

Los maestros debemos amar a nuestros estudiantes y demostrarles cariño, comprensión, ternura, reconocimiento y consideración, estimulando su autoestima y potenciando sus capacidades. Debemos elogiarlos y resaltar sus virtudes y aciertos. 

Una última reflexión

Educar es una actividad que requiere una alta vocación. Educar es una de las profesiones más nobles y humanas que existen, educar es un acto de amor, un acto de aceptación sin condiciones, de reconocimiento del valor del otro.

El maestro debe amar esta profesión, actuar con alegría y felicidad, y sentirse atraído por la novedad que representa cada estudiante con el que interactúa, vibrar cuando los escucha, respetarlos, acompañarlos en sus necesidades y éxitos, y entusiasmarlos por aprender cada día más, aun en medio de la crisis.

¡Los invito a aplicar las 5 A para vencer esta crisis: aceptar, adaptarse, aprender, amar y actuar!


Autor:
Alexander Ortiz Ocaña, ciudadano cubano-colombiano.
Universidad del Magdalena Santa Marta, Colombia
Doctor en Ciencias Pedagógicas, Universidad Pedagógica de Holguín, Cuba. Doctor Honoris Causa en Iberoamérica, Consejo Iberoamericano en Honor a la Calidad Educativa (CIHCE), Lima. Perú. Magíster en Gestión Educativa en Iberoamérica, CIHCE, Lima, Perú. Magíster en Pedagogía Profesional, Universidad Pedagógica y Tecnológica de la Habana. Licenciado en Educación.
Correo electrónico: [email protected] / [email protected]

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