[Pedro Fulleda] Descubriendo a la Lúdica

En un artículo anterior (“Lúdica: estilo de aprendizaje creador de experiencias significativas”) me referí al importante papel de las actividades lúdicas, y específicamente el juego, en el proceso de enseñanza-aprendizaje, como generador de experiencias vivenciales significativa principalmente en las edades más tempranas. En esta ocasión quiero resumir conceptos básicos que definen a esta categoría en función del desarrollo humano, y para eso parto de ciertas afirmaciones muy comunes en el ámbito educativo…
El “juego por el juego” es un sinsentido. El juego siempre debe servir para algo…

En que el juego siempre debe servir para algo estamos de acuerdo. Pero, sin dudas no lo estaremos en el “para qué”. Para la Pedagogía, la Psicología, la Sociología y la Antropología el juego es una herramienta de la enseñanza y del conocimiento humano en lo individual y lo colectivo, empleándose como un medio con valor instrumental (¿para qué se juega?), y no como un fin en sí mismo con valor esencial (¿por qué se juega?). Nuestra propuesta es no verlo desde la posición externa y condicionada del investigador, sino desde la interior y comprometida del jugador, para quien la respuesta válida cuando se le pregunte sobre una actividad lúdica a que se dedica, será: ¡Porque me gusta mucho!”.

La Lúdica trata sobre los juegos infantiles…

La Lúdica es un campo del quehacer humano caracterizado sobre todo por la representación simbólica de la realidad (como su forma de expresión), por el pleno ejercicio de la libertad (como su modo de realización), y que contribuye sustancialmente a la satisfacción de la necesidad de desarrollo. Se vincula sobre todo con la comunicación social (como herramienta de interacción de las personas en la sociedad) y con la ética (como recurso para la formación en valores y regulador de las normas de conducta en lo individual y lo social), y tiene como componentes epistemológicos esenciales a la necesidad, la actividad, y el placer lúdico. Además del juego son acciones lúdicas: la fiesta, el arte, el deporte aficionado, el humor popular, la liturgia religiosa, el acto creativo (que permite abordar el trabajo con actitud lúdica), la entrega de amor en la pareja humana, y toda manifestación de espiritualidad.

El juego es una pérdida de tiempo, y sólo sirve para entretener…

Lamentablemente, en la pragmática sociedad actual, donde los resultados materiales son lo único valedero, este criterio está más presente que lo deseado, pues, aunque no se exprese abiertamente sí se manifestará cuando el tiempo requerido para el ejercicio del juego por las personas de todas las edades se sacrifique en beneficio del trabajo. Se ignora así que la actividad lúdica en general (y el juego en particular) contribuye a formar, desde las edades más tempranas, hábitos y habilidades que tributan sobre todo al desarrollo humano en lo individual y lo social. Al propiciar la experimentación sin los efectos traumáticos que acompañan a las acciones reales, el juego resulta una eficaz herramienta para la educación y la formación, lo que, dicho sea de paso, no será nunca un resultado vinculado al entretenimiento, sino sobre todo a la verdadera recreación.

El entretenimiento es el recurso principal para la ocupación del tiempo libre de las personas…

Entretener significa literalmente “tener entre”, mantener a las personas ocupadas (o entretenidas) en la telaraña de las formas atractivas y cautivadoras, propiciándoles vías de escape de la realidad, sobre todo cuando esta puede resultarles traumática. Así, el entretenimiento será siempre la evasión de la realidad, y por tanto no contribuirá al desarrollo humano. El verdadero recurso para eso es la recreación (que significa textualmente re-crearse, volver a ser). La recreación es participación activa, placentera y comprometida de las personas, lo que contribuye a la comprensión, asimilación y transformación de su realidad, y por tanto al desarrollo humano en lo individual y lo social.

Los cachorros animales juegan tal como lo hacen los niños y las niñas…

En el juego, actividad lúdica por excelencia, se produce una representación simbólica de la realidad que los jugadores asumen mediante el ejercicio del “hacer como si…” (la ejecución de roles en la acción lúdica), que es posible por la capacidad de abstracción del pensamiento humano, e imposible para el pensamiento concreto animal, que no permite interpretar la realidad mediante símbolos. La acción de los cachorros se define como “retozo”, actividad placentera absolutamente física en la que no existe el simbolismo lúdico, y que también es propia de los recién nacidos y párvulos (el denominado “juego funcional”) antes de la aparición del habla, momento en que comienza a estructurarse la capacidad simbólica en el pensamiento racional. A partir de aquí el quehacer lúdico en los seres humanos transita hacia el verdadero juego, tránsito que en los animales nunca se produce.

En los sistemas de clasificación, una categoría son los “juegos lúdicos”…

Esto es un disparate tan grande como decir “aceite aceitoso”. Así como todo aceite es aceitoso (su propiedad por definición), todo juego es lúdico. Aceptar como cierta la categoría de “juegos lúdicos” implica la aceptación, de hecho, de otros que no lo son (incluidos en otras categorías), lo que es un error conceptual, pues aquella acción en la que no estén presentes las cualidades lúdicas esenciales (ejercicio de la libertad, representación simbólica de la realidad, satisfacción en su realización, motivación por el placer…) dejará de ser inmediatamente juego, también por definición.

En cuanto a los “juegos didácticos”, tienen un importante papel en la educación…

Un “juego didáctico” es aquel concebido para apoyar el proceso de enseñanza en una disciplina determinada, tal como lo hace un libro de texto u otro material audiovisual, en los que el objetivo está centrado en la adquisición del conocimiento. Esto niega el sentido del juego, donde lo esencial será siempre la obtención del placer (la recreación), y los valores educativos llegarán por añadidura. Así, tales “juegos” pierden su componente lúdica y se convierten en “trabajo escolar”. El papel del juego en la educación está en la motivación mediante el placer, para ejercitar y consolidar los saberes ya adquiridos, o ir a la búsqueda de otros nuevos, que la actividad lúdica sugiere. Lo didáctico puede ser una cualidad en el juego, pero nunca un criterio de clasificación.

Los niños y niñas pueden aprender a ganar y a perder mediante el juego…

Uno de los valores más extraordinarios del juego es la expresión de sus resultados en el “ganar-ganar”. Si lo más importante en él es la obtención del placer, la participación comprometida y activa será siempre una ganancia para todos los jugadores, que obtendrán así alegría, socialización, satisfacción personal y otros beneficios de la verdadera recreación. En el juego sólo perderá quien no juegue, o haga trampas pretendiendo “ganar”, con lo cual se estará situando “fuera del juego”. Por eso es inadecuado concluir la actividad del juego con muchos supuestos perdedores a quienes eliminar, y uno o varios ganadores a quienes premiar. A diferencia del trabajo, donde lo que prima es la competición, en el juego ha de estimularse la competencia, o posibilidad de cada jugador para ser competente o capaz de vencer el reto que el juego le plantea.

Más información sobre el tema con este enlace: METODOLOGÍA FLEDO

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Autor:
Pedro Fulleda Bandera, nacido en Cuba y residente en Ecuador.
Licenciado en Comunicación Social, con experiencia laboral como periodista especializado en temas históricos y culturales. Se desempeñó como docente de especialización en el Instituto Superior de Cultura Física. Presidió la sección “Juego y Sociedad” de la Asociación de Pedagogos de Cuba. Ha impartido cursos y conferencias sobre lúdica y desarrollo humano en diversos países iberoamericanos.
Autor de artículos y libros sobre Ludología y temas de actualidad política y social.
Enlaces de interés: pedrofulleda.blogspot.comwattpad.com
E-mail: [email protected]

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