Le contaré una historia. Un día, un hombre falto de sabiduría se fue a escalar el monte Everest.
Pero, primero, no se preparó ni un solo día. Segundo, en lugar de llevar trajes aislantes llevó ropa de playa; en lugar de llevar botas de alta montaña llevó un par de sandalias playeras; en lugar de llevar una mochila ligera llevó 4 maletas grandes y pesadas; en lugar de llevar sacos de dormir especiales para 40 grados bajo cero llevó una camiseta grande; en lugar de llevar agua llevó cerveza; en lugar de llevar oxígeno llevó cigarrillos.
Cuando este hombre falto de sabiduría llegó con mucha dificultad al Campamento Base, ¡no alcanzó a durar ni un solo día allí pues tuvo que devolverse de inmediato para su casa porque no tenía ni la preparación ni el equipamiento necesario para realizar el ascenso!
En conclusión, no se preparó; llevó lo que no necesitaba; y no llevó lo que necesitaba.
Algo similar está sucediendo con el actual sistema educativo de primaria, secundaria y media: No está preparando a los niños para la vida; les enseñan lo que no necesitan; y no les enseñan lo que necesitan.
A los niños de primaria, secundaria y media, los sobrecargan, agobian y estresan, con cantidades impresionantes de información, de temas, de áreas, de materias, de cuadernos, de libros, de tareas, de trabajos, de materiales, como para un grado veinte (20).
Les enseñan como para graduarlos de matemáticos, físicos, químicos, biólogos, médicos, economistas, abogados, historiadores, sociólogos, filósofos, científicos; al mismo tiempo. Pero, a la hora del grado de bachiller, no son ni lo uno ni lo otro.
Les enseñan cantidad de cosas que, en un alto porcentaje, al momento de tener una familia, de administrar la economía familiar, de presentar una entrevista de trabajo, de desempeñarse en un empleo, o de emprender un negocio propio, no les van a servir.
Todo esto es un desperdicio de recursos, de tiempo, esfuerzos, materiales y dinero (hablo de colegios oficiales), tanto para las familias como para las finanzas del Estado, que al final son dineros de los contribuyentes. Me parece una injusticia sentar a un niño 11 años (11.000 horas aprox.) de su vida, a “aprender” cantidades de cosas que no va a necesitar en la vida. Ese tiempo, los esfuerzos, recursos, materiales y el dinero invertido, debería aprovecharse para enseñarle a ese niño cosas que sí le sirvan para la vida. Esta es la verdadera educación; una preparación para la vida. No la memorización de cantidades de información innecesaria solo para pasar la evaluación, aunque al otro día ya no se acuerde de nada.
La verdadera educación es aquella que le enseña al niño cosas que le sirvan para la vida, y le brinda las herramientas correctas y más oportunidades para salir adelante. Lo demás, sinceramente, sobra.
Autor: Miguel Morera Lizcano, ciudadano colombiano, nacido en Neiva, Huila. Padre de dos niñas estudiantes de grado cuarto y sexto del colegio oficial I.E. Departamental de Neiva. Escritor de cuentos para niños; autor del libro inédito “El Nuevo Modelo Educativo (NME) para estudiantes de primaria, secundaria y media”; autor del libro “EL PLAN DE NEGOCIO BIEN MEDITADO”. Experiencia laboral: Ha ejercido los cargos de Asesor de Emprendimiento en el Municipio de Neiva; Docente Capacitador en la Escuela Superior de Administración Pública ESAP Territorial Huila; Representante a la Cámara por el Huila; Director del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar ICBF – Regional Huila.Obtuvo el título de Abogado en la Universidad Libre de Colombia. E-mail: [email protected] Facebook: Morera.Lizcano |
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Sr Miguel morera, estoy en total descuerdo con sus comentarios y su manera de pensar. Creo que le faltó afecto familiar.
Estoy totalmente de acuerdo con lo expresado por Gustavo bordón Toledo
Totalmente de acuerdo con lo expresado por Gustavo Bordón Toledo.
Una argumentación simplista y superficial que he escuchado innumerables veces, sobre todo por parte de alumnos no muy destacados y sí perezosos para estudiar. ¿Para qué estudiamos esto, de qué no vas a servir? Y la cantilena de siempre, que a menudo los maestros no sabemos responder con solidez. El artículo cae en contradicción al sostener que la escuela debe preparar para la vida pero a la vez afirmar que sólo debe formar personas para el mundo laboral y económico. ¿O es que la vida no es más que la actividad laboral? Enseñemos pues solamente a hacer cosas: utilizar máquinas, elaborar informes, ofrecer productos… Y dejemos de dar contenidos “inútiles”.
Es decir, si uno va a ser un ejecutivo o comerciante o veterinario, no tiene por qué aprender la estructura de una planta, el ciclo del agua, las clases de galaxias, la formación de un volcán o una leyenda de la antigua Grecia. Menos una poesía. O sea que el ejecutivo o veterinario o granjero debe ser un autómata capaz de generar dinero, administrarlo en su familia, y nada más.
¿Qué se dirá entonces de leer libros? Leer sobre temas que no atañen a nuestra profesión u oficio, o novelas con historias ocurridas en lugares que no visitamos y en épocas que no hemos vivido, ¿para qué?
Pues no, el hombre debe cultivarse para enriquecer su vida, y de ese derecho no hay por qué privar a nuestros alumnos. Los niños y jóvenes tienen derecho a acceder a los conocimientos alcanzados por la ciencia y la civilización. ¿Qué mejor ámbito que la escuela para ello? ¿Qué mejor lugar para compartir, debatir, comparar, juzgar, relacionar las nuevas informaciones con los conocimientos adquiridos previamente? Hay que aprovechar y estimular el interés ingenuo de los niños hacia temas que simplemente les resultan atractivos e interesantes, ya que todo lo abordan con un cariz de juego, y el juego vale por sí mismo, por lo que tiene de entretenido; no busca una utilidad posterior (si bien el buen maestro sabe que la tiene). Y todo eso tiene mucho que ver con la creatividad, que vaya si es importante para la vida. ¿O es que los niños no deberían dibujar dinosaurios porque ya no existen, ni escribir historias imaginadas sobre dragones porque nunca existieron?
El adulto que acabó la escuela ¿no ha de tener vida social? ¿No necesitará temas de conversación con gente de otros oficios? ¿No precisará de vocabulario, de conocimientos generales? ¿No viajará? ¿No verá películas? En fin, ¿no forma todo eso parte de la VIDA?
Otro detalle: en su inmensa mayoría, los niños, y aun los adolescentes de cursos finales, rara vez saben a qué se van a dedicar cuando adultos. La etapa escolar es la etapa en que deben ponerse a su disposición cuantas disciplinas sean posibles: biología, geología, geografía, arte, deportes, música, historia, matemáticas, poesía, danza, química, informática… Los gustos se desarrollan. Las preferencias cambian. Los talentos propios se van descubriendo, también las limitaciones, durante el proceso de maduración y crecimiento.
Claro que muchos datos los van a olvidar, como nos pasa a todos. Como les sucede a los médicos con lo que han aprendido en los primeros años de su carrera luego de mucho tiempo de ejercer su especialidad. ¿Debieron entonces estudiar desde el principio solamente materias concernientes a la misma? ¿Fueron años perdidos los anteriores a la especialización, ni qué decir el periodo escolar?