En el Blog RECURSOS EDUCATIVOS se publica una entrevista de Ángel López Almagro al psicopedagogo italiano Francesco Tonucci, y que con fines únicamente educativos – pastorales, hemos tomado algunas partes de ese diálogo, esperando sea útil para conocer la opinión de quien insiste sobre la importancia de reconocer las competencias de los niños, y la necesidad que la educación aproveche los conocimientos previos, incentive la curiosidad e inquietudes infantiles “que ayuden al niño a crecer sin perder su esencia, que lo hace tan particular y que es su habilidad para jugar y no cansarse”.
¿Cómo se define la infancia desde el punto de vista dominante?
-La infancia hoy se define por la sobreprotección. Se convirtió en una rareza y no solo en términos numéricos. Hay como una esquizofrenia, una contradicción en el desarrollo infantil porque, mientras existe una accesibilidad precoz a medios y tecnologías, que dan a los niños cada vez más facilidades para aprender y comunicarse, se les niega su autonomía para jugar, salir a la calle, vivir a escondidas de los adultos… Es decir, se les niegan las experiencias básicas sobre las que se construyen los cimientos que permiten adquirir competencias o tener relaciones sociales.
Usted, sin embargo, defiende una sociedad en la que los niños tengan voz propia y no la que le quieren imponer los adultos. ¿por dónde empezamos?
–A los niños hay que dejarlos hablar, primero, porque lo merecen. Grandes científicos del siglo pasado que estudiaron el desarrollo infantil, como Piaget, Vigotsky o Brunner, nos ayudaron a entender que la edad más importante en la vida es la primera. Es entonces cuando hay que promover el mayor trabajo cognitivo posible y eso implica también dejarlos hablar. Pero, además, porque su palabra es valiosa.
Después de 25 años escuchándolos en proyectos como el de los consejos de niños en varias ciudades del mundo, sabemos que sus propuestas son muy parecidas a las de los científicos e igual de distintas a las soluciones propuestas normalmente por los políticos. Por eso escuchar a los niños es incómodo. Si se tiene en cuenta lo que nos dicen, hay que promover cambios y esto implica siempre abrir conflictos con los adultos, que son los que votan.
Es decir, para que el niño tenga derecho a decir, necesariamente el adulto tiene que ejercer su deber de escuchar…
-Claro, pero en esta lucha por su autonomía solo tenemos a los propios niños como aliados. Aunque a favor de lo que digo está la Convención sobre los Derechos de los Niños, que establece que estos tienen derecho a expresar su opinión cada vez que se tomen decisiones que los afecten y que esta debe tenerse en cuenta, esto no sucede. En lo relacionado con las ciudades, por ejemplo, tenemos en contra tanto las familias, que temen a las calles, porque las consideran peligrosas, como a las propias urbes, más pensadas para los coches que para las personas.
Por eso hay que cambiar la forma de pensar de los adultos. A ese respecto, si nos centramos en cómo se hace ciudad, … [hay que] devolver la ciudad a la gente, que debería ser el principal compromiso de un político. No hay que olvidar que devolver significa que la ciudad ya fue una vez de su gente pero que ya no lo es ahora.
¿Cuándo dejaron de ser las calles espacios para compartir?
– [Las ciudades se van rediseñando] “desde las necesidades y pretensiones del hombre adulto trabajador, el ciudadano prototipo, y no desde las de todo el mundo. La consecuencia es que hoy las ciudades están más pensadas para los vehículos que para las personas. Son los espacios públicos los que permiten vivir la ciudad, sobre todo a las categorías sociales más débiles como los niños, los ancianos o los minusválidos, pero la gran mayoría de ellas prácticamente renuncian a tenerlos. […].
Una de las formas que usted propone en este sentido es que los niños decidan sobre lo que sucede en su entorno, pues cree que piensan más en las necesidades colectivas que en las propias. ¿Por qué? ¿Perdemos empatía a medida que crecemos?
-Los niños no están impregnados de las prisas, de los intereses privados, de la competencia contra el otro, de los vicios que sostienen los modelos culturales de los adultos. Estos valores están bastante alejados de la primera etapa de la infancia, por lo que los niños tienen una mayor libertad de pensamiento y pueden hacer propuestas más abiertas.
REDACCIÓN DE LA WEB DEL MAESTRO CMF