Es tan frecuente como la dislexia, tiene consecuencias graves y, sin embargo, poca gente la conoce, ya que se confunde frecuentemente con un bajo cociente intelectual, desidia en el estudio, Trastorno por Déficit de Atención (TDA/TDAH) o la propia dislexia. La discalculia alcanza entre el 5 y el 7 % de la población (unos tres millones de personas), y quienes la sufren lidian con mucho más que posibles suspensos en su etapa escolar (no solo en Matemáticas, sino también en asignaturas como Física, Química, Dibujo Técnico u otras que incorporen datos económicos); se trata de un trastorno que, en la vida real, implica dificultades en situaciones tan cotidianas como leer un reloj de agujas o la matrícula de un coche, memorizar teléfonos o secuencias numéricas, estimar distancias en el transporte público, controlar las dosis de las medicinas e incluso calcular la vuelta de la compra.