[Alexander Ortiz] Resiliencia: ¿Capacidad humana o actitud ante la vida?

La resiliencia es una cualidad humana que observa otra persona o uno mismo, cuando se adapta a un cambio, también observado. Pero la resiliencia no tiene existencia ontológica, no es una cosa, no podemos reificarla. El ser humano no es que tenga resiliencia, sencillamente actúa de manera resiliente, y eso tiene que ver con su modo de vivir la vida: resilienciar. Todos deberíamos resilienciar nuestros actos cotidianos.
Configuramos y reconfiguramos en relación con las vivencias y las personas y circunstancias de que se compone nuestro ciclo vital.

La operación que reproduce la configuración social que configuramos tú y yo, es el conversar. Por lo tanto, tú y yo como configuración biogenética y neuronal, no conversamos ni nos comunicamos, porque somos configuraciones cerradas. Somos el entorno de las configuraciones lingüísticas, sociales y conversacionales que somos. La configuración bio-genética-neuronal se entrelaza o configura con la configuración sociocultural. Eso es lo que nos da la armonía y coherencia en el vivir cotidiano.

La única forma de acceder a ti mismo es mediante la reflexión. Re-flexión. Volver a flexionar, repetir la flexión. Cada vez que reflexionas tienes la opción de la autotransformación, cultivando, consolidando, reconfigurando y conservando lo que desees conservar en tu vivir. Puede ser y debe ser lo que desees.

Las expectativas nos detienen, nos retienen, no nos dejan avanzar. Y si persistimos en ellas los resultados te levantan o terminan acabándote, destruyéndote, si tu capacidad de resiliencia es débil o careces de ella. Con la resiliencia podemos atenuar, mitigar o disolver cualquier dolor.

El dolor existe pero el sufrimiento es opcional

Sufrimos porque le damos importancia a algo. Más importancia que a otras cosas. Y más importancia de la que tiene. Si nada es importante, todo tiene el mismo valor, entonces todo sería importante. Porque nada y todo son lo mismo. Si logras ver eso, serás feliz eternamente.

El dolor existe pero el sufrimiento es opcional. Sin embargo, casi siempre nuestra mente opta por el sufrimiento, porque creemos que las cosas/personas existen por sí mismas, y nos aferramos a ellas. Nos apegamos, pensando que no podemos vivir sin eso. El dolor es inevitable, pero podemos evitar sufrir a causa de ese dolor. Sufrimos porque amamos. Quien no ama, no sufre, y está tranquilo y en paz. Hay que dejar de amar para poder dejar de sufrir.

A veces sufrimos porque el temor nos paraliza. Pero el miedo no lo provoca la información, sino emociones aflictivas de tu interior, que debes atender y disolver. La estrategia de la configuración compasiva es una ayuda valiosa en este caso. No es el exceso de información lo que provoca temor, sino la reacción emocional de la persona a dicha información.

A veces otra persona se enoja o queda preocupada por alguna conversación conmigo, pero no por lo que yo digo o no digo, sino por algo que tiene en su interior, y que debe resolver, integrar y configurar. No es lo externo, es lo interno lo que nos desestabiliza.

En ese caso yo le expreso:

“Sumérgete en tu interior, indaga y contempla qué hay dentro de ti que genera ese estado irascible y de insatisfacción con el mundo externo. Hay algo dentro de ti que te está enviando un mensaje. Eso es lo que debes develar. Si tú develas eso y lo configuras de manera compasiva, nada externo impactará en ti, nada ni nadie causará ningún malestar. Ni mi silencio, ni mis palabras no esperadas; nada. Tu malestar no lo provoca lo que yo digo o mi silencio, sino emociones aflictivas de tu interior, que debes atender y disolver”

No es mi silencio lo que le provoca rabia, sino su reacción emocional a mi forma de comunicarme. Pero eso no me hace un mal amigo. El silencio también comunica. El silencio es el más elocuente de todos los discursos.

Un vaso de jugo de naranja no se convierte en agua por el hecho que uno le grite: eres un vaso de agua. Una flor no se convierte en hierba porque alguien le grite: eres una hierba.

Atendamos nuestro interior, independientemente de lo que sucede afuera o lo que leamos. Hay que aquietar la mente, detenerla, y eso es loable aunque te digan lo que te digan. Eso es ser resiliente.

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Autor:
Alexander Ortiz Ocaña, ciudadano cubano-colombiano.
Universidad del Magdalena Santa Marta, Colombia
Doctor en Ciencias Pedagógicas, Universidad Pedagógica de Holguín, Cuba. Doctor Honoris Causa en Iberoamérica, Consejo Iberoamericano en Honor a la Calidad Educativa (CIHCE), Lima. Perú. Magíster en Gestión Educativa en Iberoamérica, CIHCE, Lima, Perú. Magíster en Pedagogía Profesional, Universidad Pedagógica y Tecnológica de la Habana. Licenciado en Educación.
Correo electrónico: [email protected] / [email protected]

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