Desde el mismo momento en que la configuración cognitiva genera el primer conocimiento, de manera simultánea emergen las operaciones afectivas, encargadas de valorar los conocimientos, para decidir y optar. Estas operaciones afectivas constituyen las acciones mediante las cuales se configuran los procesos afectivos que están identificadas por los afectos, las emociones, los sentimientos, las actitudes y los valores, de ahí que sea importante analizar el rol de las emociones y demás procesos afectivos en la formación humana y en la configuración de redes y circuitos neuronales.
En su actividad cotidiana, el ser humano desarrolla distintos procesos afectivos que constituyen vivencias y/o regularidades afectivas que influyen y deciden su actuación por determinado periodo de tiempo, por lo que tienen un carácter humano. Ejemplos de procesos afectivos son los afectos, las emociones y los sentimientos, que derivan en las actitudes y los valores, los cuales se configuran en el cerebro humano durante un largo período de desarrollo y configuración afectiva.
En su actividad, el ser humano desarrolla distintos procesos afectivos que constituyen vivencias afectivas sumamente intensas en su manifestación que desorganizan su actuación por determinado periodo, por lo que tienen un carácter situacional y humano. Estos procesos son los afectos, que aparecen bruscamente, de forma repentina, ya que surgen en relación con determinadas condiciones que ya ocurrieron u ocurren, cuando ya sucedió algo, ya sea un acontecimiento esperado o inesperado. Por ejemplo, un estudiante puede estar esperando o no una noticia desagradable, pero el afecto aparece sólo cuando la noticia es recibida.
El afecto se produce en aquellas situaciones en las cuales, por causas objetivas o subjetivas, el sujeto no puede realizar una conducta adecuada. Si la posibilidad de una conducta adecuada se hace realidad para el individuo, el afecto no aparece. Ejemplos de afectos son los estallidos de cólera, los arrebatos de alegría, la agitación y los estados del ánimo, la desesperación, los estados de tensión, etc.
Ante una situación de extrema peligrosidad, el terror invade al estudiante si él no puede encontrar una salida adecuada a dicha situación. El carácter desorganizado del afecto se expresa en el hecho de no poder reaccionar con una conducta adecuada, la persona pierde el control sobre si. Por su gran intensidad, los afectos constituyen el proceso afectivo en el cual son más evidentes las manifestaciones fisiológicas. Por ejemplo, las alteraciones en el ritmo cardiaco y circulatorio, los espasmos musculares, el llanto y sudor, intensos, etc.
A causa de las condiciones de su aparición y la intensidad de su manifestación, los afectos tienen una duración breve, son situacionales. El organismo no podría resistir la manifestación de este tipo de vivencia afectiva si ella tuviera una prolongada duración.
La raíz de la palabra emoción es motere, proveniente del latín “mover”, que significa alejarse, según el prefijo “e”, lo que sugiere que en toda emoción hay implícita una tendencia a actuar.
Para comprender de una mejor manera el cerebro, los estímulos de las emociones y su rol en el aprendizaje y el comportamiento humano, es importante remitirnos, como referencia estructural y punto de partida, al excelente estudio del prestigioso neurólogo Antonio Damasio, con su obra El error de Descartes, publicado en 1994 en Castellano.
Damasio es jefe del Departamento de Neurología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Iowa, Estados Unidos, y su obra detalla de manera accesible la acción del cerebro humano al trabajar la emoción y la razón. De enorme valor resultan también los estudios del investigador Joseph Le Doux, del Centro para la Neurociencia de la Universidad de New York. Su hermoso libro, El cerebro Emocional, publicado en 1999, aborda de una manera amena y atractiva los enigmas de la vida emocional y examina el tránsito de los pensamientos por las neuronas a través de la Sinapsis.
Para Descartes, el yo es un pensamiento, una cosa que piensa, una sustancia pensante, que existe de tal manera que no necesita de otra para existir. El pensar no necesita el cuerpo para existir. Según esto, Descartes distingue en el hombre dos sustancias, es dualista: sustancia pensante (yo o alma) y sustancia extensa (cuerpo). Estas dos sustancias son independientes, aunque estén separadas, pues cada una puede existir sin la otra, hay un yo que las une: el único yo que piensa es el que sufre, el que habla, el que cree y el que muere. Pero su unidad es accidental, pues dada la independencia de las dos, no puede haber una unión sustancial, entre ellas, a la manera aristotélica (materia y forma, siendo una unión de corte platónico). Para resolver la unidad, Descartes habla de la “glándula pineal” que está en el cerebro y es la sede del alma.
Pero, pese a que Descartes establece su filosofía[1], y desde luego, considerando el sujeto como un ser incompleto y sólo cabalgante en la razón, con desconocimiento de otros elementos del ser humano que constituyen la intersubjetividad, su razonamiento le hizo una mala jugada para lo que vendría después, porque fue precisamente esa primacía de la razón la que ha ocasionado, esquizoide amante, que ese sujeto, el sujeto humano, se olvidara, de que “más que la razón es también amor, emoción, afectos, cariño, ternura, sentimientos, pasión, sueños, anhelos, deseos, imaginación, creatividad, relaciones, comunidad, etc.
El ser humano se humanizó más por la sensibilidad, que por la razón, nos humanizamos más por el trabajo, por el lenguaje, por la actividad y la comunicación, por la emoción. Desde hace siglos se ha querido establecer el éxito y la felicidad por las cosas que ha creado la razón, como son la ciencia y la técnica que han ido esclavizando al ser humano, se ha establecido el triunfo de la razón sin alma sensible.
Descartes, con su noción dualista que separa el cerebro del cuerpo cometió un grave error, que hoy pagamos con creces en este mundo de la posmodernidad y que en aras de un desarrollo artificial, ha generado un olvido de lo esencial del ser humano: su sensibilidad y toda su intersubjetividad, para entronizar una vida existista y una felicidad más light que autentica, en la cual se “realizan” pocos.
El principal error de Descartes es la separación abismal entre cuerpo y mente, entre la sustancia medible, dimensionada, mecánicamente operada e infinitamente divisible del cuerpo, por una parte, y la sustancia sin dimensiones, no mecánica e indivisible de la mente, la sugerencia de que razonamiento, juicio moral y sufrimiento derivado del dolor físico o de alteración emocional pueden existir separados del cuerpo.
Los procesos cognitivos, como por ejemplo la atención, la concentración y la memoria, están dirigidos emocionalmente. Las emociones están constantemente regulando lo que experimentamos como realidad. Las emociones constituyen un proceso afectivo de moderada intensidad en su manifestación, aparecen de forma relativamente brusca, pudiendo organizar o desorganizar la actuación del estudiante. Se expresan también por un periodo breve, pero su carácter situacional es diferente al del afecto. Ejemplos de emociones son la alegría ante su éxito, la tristeza ante un fracaso, el disgusto ante situaciones adversas, etc.
Aunque en las emociones encontramos señales de manifestaciones fisiológicas, estas últimas son menos notables que en los afectos y dan paso a una mayor riqueza y variedad en los movimientos expresivos (mímica y pantomima). Las emociones pueden surgir ante situaciones que ya ocurrieron u ocurren y se manifiesta también como anticipación a la situación. Por ejemplo, un estudiante puede tener una emoción de miedo al atravesar por una situación de peligrosidad para él; puede experimentar esa emoción incluso si ya paso la situación peligrosa, tan solo recordar a lo que se expuso; pero también puede tener la emoción de miedo ante la expectativa de tener que pasar por esa situación, ante la posibilidad del peligro.
Las emociones tienen carácter situacional, pero a la vez, encontramos en ellas una cierta generalización. Las emociones son situacionales porque sólo se producen en un determinado contexto, fuera de él no hay emoción.
Las emociones pueden organizar o desorganizar la actuación del estudiante y también pueden activarlo o inhibirlo. En esencia, todas las emociones son proyecciones para actuar, impulsos instantáneos para enfrentarse a los problemas de la vida que están instauradas en el cerebro humano.
En la literatura científica se habla de inteligencia emocional pero yo prefiero hablar de emociones inteligentes, para darle a las emociones, como es sabido que lo tienen, el papel preponderante en el desarrollo humano integral.
Con relación a lo anterior, Humberto Maturana afirma que las distintas emociones tienen distintos efectos sobre la inteligencia; así, la envidia, la competencia, la ambición… reducen la inteligencia. Solo el amor amplía la inteligencia. ¡Así es! Sólo el amor engendra la maravilla, sólo el amor convierte en milagro el barro, sólo el amor puede transformar al mundo.
Partiendo de lo anterior es importante que el docente conozca las diversas emociones que pueden mostrar sus estudiantes, para poder direccionarlas adecuadamente.
¿Qué significa direccionar las emociones?
- Identificar nuestras emociones.
- Controlar, evaluar, regular y proyectar nuestras emociones.
- Reconocer las emociones de los demás.
- Direccionar las emociones de los demás.
Las emociones son reacciones instantáneas muy intensas programadas filogenéticamente ante ciertos estímulos (son muy próximas a los reflejos innatos) casi siempre potencialmente peligrosos y que conducen al organismo a huir o a atacar.
Las principales emociones son la ira, el miedo, la alegría, la tristeza y el placer. Todas las emociones se configuran básicamente en el sistema límbico del cerebro.
Las emociones están muy relacionadas con los sentimientos, ya que éstos, como configuraciones afectivas ocurren como resultado del surgimiento de un nuevo tipo de generalización que transforma a las emociones en sentimientos.
Los sentimientos también son reacciones, pero representativas, en ausencia de estímulo original, es decir, alcanzan permanencia y se independizan de las circunstancias medioambientales que los produjeron, aunque el estímulo puede ser evocado ya con una intensidad emocional menor pero nada despreciable. La pena y la vergüenza son sentimientos, los cuales se identifican analizando qué le motiva a los estudiantes, qué los moviliza.
- [1] Una primacía del sujeto sobre el objeto y de la conciencia sobre el ser.
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Autor: Alexander Ortiz Ocaña, ciudadano cubano-colombiano. Universidad del Magdalena Santa Marta, Colombia Doctor en Ciencias Pedagógicas, Universidad Pedagógica de Holguín, Cuba. Doctor Honoris Causa en Iberoamérica, Consejo Iberoamericano en Honor a la Calidad Educativa (CIHCE), Lima. Perú. Magíster en Gestión Educativa en Iberoamérica, CIHCE, Lima, Perú. Magíster en Pedagogía Profesional, Universidad Pedagógica y Tecnológica de la Habana. Licenciado en Educación. Correo electrónico: [email protected] / [email protected] |
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