Uno de los conceptos más polémicos en la historia de la humanidad es el de inteligencia, incluso no existe un concepto unívoco, único y uniforme sobre la inteligencia humana. Según Ander-Egg la palabra inteligencia proviene del latín intelligentia, del verbo intelligere: inter (entre), legere (escoger, captar, leer). En sentido lato, designa la capacidad para escoger una u otra cosa. Leonardo da Vinci ha dicho que la inteligencia es sapere vedere (saber ver)
La inteligencia se ha definido como capacidad para resolver problemas, como capacidad para adaptarse al medio y a las nuevas circunstancias, como ingeniosidad o capacidad creativa, como capacidad para establecer relaciones sociales, como capacidad cognitiva y como capacidad general.
Desde los primeros estudios científicos sobre la inteligencia, iniciados en el siglo XIX por el Inglés Francis S. Galton[1], las controversias entre las distintas teorías de la inteligencia han ido aumentando. Aún hoy en día existen psicólogos para quienes el término inteligencia es una palabra carente de significado psíquico. La doctrina se encuentra muy dividida y muy mediatizada por la aceptación social de sus propuestas.
La inteligencia se ha definido de diversas maneras, incluso incompatibles y contradictorias entre sí, lo que pone de manifiesto las inmensas dificultades que han existido, y aún existen, para definirla, lo cual nos lleva a pensar que será muy difícil que algún día la comunidad científica llegue a un consenso sobre la inteligencia ya que es un término abierto, lo que no facilita establecer un acuerdo universal.
Por otro lado, desde hace casi cinco décadas ha estado planteado el debate acerca del carácter social o hereditario de la inteligencia, de la configuración del cerebro y, por consiguiente, del desarrollo de la personalidad. Aún hoy se discute qué influye más en el desarrollo del ser humano: la herencia o el medio y el contexto, lo innato o lo adquirido, la transmisión genética o el aprendizaje social, los condicionamientos neurobiológicos o el impacto sociocultural, la dotación y potencial genético o el entorno y la circunstancia.
Aunque hay un acuerdo universal entre los miembros de la comunidad académica y científica en que ambos factores están presentes en el desarrollo de la inteligencia, el punto más importante del análisis es cuáles son las relaciones que se establecen entre estos factores, cuál de los dos influye y determina más, cómo se relacionan y combinan estas influencias y cómo se mide o evalúa el impacto de cada factor. ¡Aún no se ha logrado un consenso al respecto!
A lo largo de varios siglos han proliferado en la historia de la psicología contemporánea dos tesis incompatibles y contrapuestas: la que enfatiza en la herencia como elemento determinante en la inteligencia y la que, por el contrario, considera que lo decisivo es lo adquirido mediante de la cultura. Esta dicotomía entre lo biológico y lo social es, a mi juicio, la razón principal por la que existen tantas concepciones diversas sobre el desarrollo de la inteligencia humana.
Partiendo de lo anterior, haré una síntesis sobre algunos aspectos que a mi juicio son esenciales en este tema, con el fin de asumir una posición al respecto, sin intenciones de ignorar o superar teorías y concepciones anteriores, muy valiosas. Es mi propósito asumir una concepción más realista, holística, integradora y configuracional acerca de la inteligencia humana, como un aporte válido, uno más, que deseo compartir con el lector.
Para Binet, el coeficiente de inteligencia era estable a lo largo de la vida del individuo y su factor determinante era la herencia. Terman inicia un proyecto de caracterización de escolares superdotados, a los que definió con un coeficiente de inteligencia superior de acuerdo con los parámetros establecidos por él.
Según Ander-Egg, la inteligencia es una combinación del potencial genético, es decir, lo innato – factor de la herencia – pero lo innato modificado, habida cuenta de que el aprendizaje social modifica las conexiones neuronales.
No podemos separar lo interno de lo externo en el desarrollo de la inteligencia humana, ambos factores, lo biológico y lo social, se configuran en el cerebro, modificando áreas, zonas, estructuras, redes y circuitos neuronales.
Es por lo anterior que no se puede privilegiar un elemento por encima del otro, ambos son complementarios, constituyen eslabones igualmente valiosos del collar del desarrollo humano. La importancia respectiva de cada uno de estos factores es diferente en el desarrollo de la inteligencia de cada individuo, en algunas personas influye más lo genético y en otras personas tiene mayor impacto lo social, pero en ambas personas se combinan de manera armónica lo cultural y lo biológico, configurando nuevas redes y circuitos neuronales y modificando los ya existentes.
Lo genético es lo heredado, pero el medio ambiente modifica las conexiones neuronales. Es decir, todos los seres humanos nacemos con determinadas potencialidades bien marcadas por la genética, o sea, lo innato, la herencia, los condicionamientos biológicos; pero esas potencialidades se desarrollan o se deterioran en dependencia del entorno psicosocial, psíquico y cultural del ser humano. Lo biológico o genético y lo social o cultural son dos fuerzas complementarias e inseparables en el desarrollo de la inteligencia humana. El ser humano es un ser biopsicosocial.
Estas consideraciones permiten acercarnos a una mejor y más completa conceptualización acerca de la inteligencia humana. Tradicionalmente, se ha entendido la inteligencia, sobre todo en el ámbito de la psicología, como la capacidad de resolver problemas nuevos de manera estratégica, y me adscribo a esta regularidad, pero el problema consiste en cómo medir la inteligencia de un ser humano y, lo más importante, qué sentido tendría y si es lógico y justo hacerlo.
Boring afirmó que la inteligencia es lo que miden los test. Esa cultura de los test de inteligencia, proveniente principalmente de los Estados Unidos, trata de establecer el coeficiente intelectual del ser humano después de pasar una gran cantidad de pruebas.
Los test llegan a Latinoamérica traducidos de las pruebas norteamericanas. Lo que yo no acepto de esos test (Binet, Spearman, Thurstone, Guilford, Cattell, Terman, Thorndike y Hagen, Vernon, Horn) es la forma norteamericana de clasificar, catalogar y encasillar a los estudiantes, prediciendo su futuro según el puntaje obtenido en dichos test de inteligencia.
Esta concepción de inteligencia se relaciona únicamente con lo productivo, lo cual es injusto porque existen muchas capacidades inteligentes en el ser humano que son difíciles de plasmar en productos observables.
Los estudios que investigan la inteligencia con test son estudios de inteligencia académica. Es decir, que sus conclusiones no son extrapolables a la inteligencia en la vida real, que es justamente el ámbito donde se debe investigar la inteligencia.
La vida real es donde opera la inteligencia y no en el salón de clases, la verdadera medida del éxito no es cuán bien te vaya en la escuela, sino cuán bien te va en la vida.
Es evidente que la inteligencia se desarrolla, todos los seres humanos somos inteligentes de alguna manera, unos más que otros, pero todos lo somos, en alguna medida y en alguna actividad mostramos el grado de desarrollo de nuestra inteligencia. De hecho, no existe la inteligencia cero o vacía, nula, y tampoco existe la inteligencia total.
Como se aprecia, el concepto de inteligencia engloba un conjunto de aptitudes y procesos (aprendizaje, memoria, almacenamiento de información, percepción selectiva, habilidades sociales, entre otras) que permite al ser humano adaptarse al mundo que le rodea, transformarlo, transformarse y solucionar sus problemas estratégicamente y con eficacia.
El insigne psicólogo norteamericano Howard Gardner define la inteligencia como la capacidad de resolver problemas, o de crear productos que sean valiosos en uno o más ambientes culturales. En efecto esta definición no se relaciona con las fuentes generadoras de la inteligencia humana ni con los instrumentos correctos para medirla.
Algunos investigadores como Galton, Binet y Terman afirman que la inteligencia está determinada por la herencia, sin embargo, se ha demostrado que no es una cualidad heredada o natural, pero sí se integran en ella lo natural heredado o congénito y lo sociocultural.
La inteligencia no es sólo de carácter cognitivo, sino que tiene que ver, además, con el mundo de las emociones, tan difícil de cualificar. En efecto, la actuación humana está precedida de un impacto emocional, el ser humano actúa y piensa según siente, las emociones afectan de una u otra manera la conducta humana. En este sentido es importante tener en cuenta los aportes de Daniel Goleman relacionados con la inteligencia emocional, aunque yo prefiero hablar de emociones inteligentes, para darle el papel preponderante en la conducta humana al proceso que lo tiene: precisamente las emociones. ¡Al César lo que es del César! Por otro lado, Humberto Maturana nos demuestra, desde una dimensión biológica, que la vida humana sigue el curso de las emociones, no de la razón y que esto no es una limitación sino un rasgo de nuestra configuración como seres vivos.
Para este autor chileno, el amor es la única emoción que expande nuestra actitud inteligente al ampliar nuestra visión sobre los demás y sobre el mundo. Así es, como expresa el cantautor cubano Silvio Rodríguez en una de sus tantas hermosas canciones: “sólo al amor engendra la maravilla, sólo el amor consigue encender lo muerto, sólo el amor alumbra lo que perdura, sólo el amor convierte en milagro el barro”
El amor genera una mayor plasticidad estructural en el cerebro humano que ocasiona una mayor actuación estratégica inteligente con el fin de generar interacciones recursivas, afectivas y trascendentes con los demás. El cerebro necesita del amor para su desarrollo. Debemos instaurar nuestro corazón en el cerebro. Eso es ser inteligente. Y eso sólo se valora en la vida, en la actuación cotidiana, en la práctica histórico-social del ser humano.
En efecto, no podemos hacer un análisis simplista y aislado de los diversos, contradictorios e ininteligibles procesos, redes y circuitos que conforman el cerebro humano. No podemos analizar la inteligencia de una manera tan sencilla y reduccionista, sino en su naturaleza compleja, holística y configuracional.
Es interesante utilizar la categoría configuración para revelar el carácter dinámico, complejo, individual, irregular y contradictorio que tiene la organización de la personalidad y la inteligencia como proceso cognitivo superior y complejo de ella. En consecuencia, la inteligencia no es un instrumento sólo para aprender Matemática, Física, Química o Biología, no es un instrumento para aprender asignaturas, no es una herramienta para hacer un examen y aprobarlo con máximas calificaciones, ser inteligente no es leer y aprenderlo todo de una vez para luego repetirlo ante el docente y los demás compañeros de aula. La inteligencia es un instrumento al servicio de la vida. Inteligencia para vivir. Es decir para vivir bien. Es decir para vivir en el amor.
La inteligencia es una capacidad de adaptación del ser humano al contexto cultural, mediado por la afectividad, que permite solucionar problemas, incluso los más complejos, para vivir en armonía, paz y tranquilidad, solos y/o en la interacción con los demás.
En consecuencia, por las razones antes expuestas, conceptualizo la inteligencia utilizando un enfoque holístico y configuracional de naturaleza afectivo–motivacional, ejecutora y cognitiva. Por lo tanto, asumo la inteligencia como una configuración subjetiva de configuraciones neuropsicológicas que expresa la capacidad que tiene el ser humano de aplicar sus conocimientos y pensamientos en un contexto diverso, problémico y cambiante, utilizando convenientemente sus habilidades y destrezas; así como sus emociones, sentimientos, actitudes y valores, para solucionar problemas del entorno y de sus relaciones con los demás, que le permitan triunfar en las actividades que desarrolla, vivir en paz, armonía y sosiego, estar preparado para los embates y dificultades de la vida, ser exitoso, feliz, y hacer felices a los demás. De ahí que la inteligencia no sea otra cosa que una configuración tríadica de amor, actuación afectiva, asertiva y efectiva, y sobre todo pensamiento alterativo, positivo, disruptivo y optimista.
[1] Para Galton el factor más importante de la inteligencia era el genético, mucho más que el ambiental, Mediante un estudio estadístico de hechos biográficos, concluye que el genio y las diferencias individuales están determinados por la herencia.
NOTA DE REDACCIÓN: La Web del Maestro CMF publica los textos originales de su autor, no necesariamente coincide con lo expuesto en el tema, y no se hace responsable de las opiniones expresadas.
Autor: Alexander Ortiz Ocaña, ciudadano cubano-colombiano. Universidad del Magdalena Santa Marta, Colombia Doctor en Ciencias Pedagógicas, Universidad Pedagógica de Holguín, Cuba. Doctor Honoris Causa en Iberoamérica, Consejo Iberoamericano en Honor a la Calidad Educativa (CIHCE), Lima. Perú. Magíster en Gestión Educativa en Iberoamérica, CIHCE, Lima, Perú. Magíster en Pedagogía Profesional, Universidad Pedagógica y Tecnológica de la Habana. Licenciado en Educación. Correo electrónico: [email protected] / [email protected] |
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TE daré una pista, “YO no se lo que es inteligencia pero con ella puedo, yo no puedo tener ciencia sin saber, por que con esta mi ciencia puede. “