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[Alexander Ortiz] El pensamiento de Maturana y sus implicaciones para la Ciencia, la Epistemología, y la Educación

Muchos científicos, filósofos y epistemólogos, protagonistas de los avances más trascendentales de la ciencia en el siglo XX me han cautivado con sus posturas teóricas. Tal es el caso de Gregory Bateson, Edgar Morín, Ilya Prigogine, Fritjof Capra y Niklas Luhmann. Pero ninguno me ha extasiado tanto como Humberto Maturana. Parafraseando a Schrödinger cuando se refería a Boltzmann, el pensamiento de Maturana fue mi primer amor en ciencia. Nadie me ha cautivado ni podrá cautivarme como él. Desde esta perspectiva, amo a Maturana, nadie me cautiva como él, nadie perturba más mi pensamiento que él.
Pero cuando digo que lo amo no me refiero al eros, no me refiero al amor platónico o religioso que nos han impuesto a lo largo de los años, cuando digo que amo a Maturana estoy diciendo que, usando sus propios términos, lo acepto en mi convivencia como un legítimo ser humano. Acepto todas sus obras científicas junto a los libros que están en los estantes de mi cuarto de estudio. Acepto su pensamiento, propuestas y sus posturas epistemológicas. Me dejo perturbar por sus ideas constructivistas, revolucionarias y trascendentales. Y así me autoconfiguro, a partir de que el pensamiento y enfoque de Maturana gatilló en mí una transformación científica trascendental.

Maturana estuvo interesado desde muy temprano en el problema del conocer desde una mirada biológica. En el año 1948 matricula en la facultad de medicina de la Universidad de Chile, lugar donde materializa, desde ese primer año, su interés por la investigación en el laboratorio del Dr. Gustavo Hoecker. Aun cuando no terminaría los estudios formales de medicina, Maturana reconoce que su interés primordial por la biología de los seres humanos se asentó en los cuatro años de estudio en dicha facultad. Continúa su formación como biólogo experimental en Inglaterra y luego en EE.UU, país donde obtiene el grado científico de Doctor en Biología en la Universidad de Harvard en el año 1958. Durante dos años trabaja en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en el departamento de ingeniería eléctrica, específicamente en el laboratorio de neurofisiología, luego regresa a Chile, país en el cual desempeña su labor de investigación y docencia hasta la actualidad.

En el año 1981 Maturana se hace notar en un congreso en Zurich cuando afirma que es imposible conocer la verdad, que las enfermedades no existen y que tampoco existe la información. Siendo Biólogo, ha continuado desarrollando sus radicales teorías en campos científicos diferentes: política, psicología, educación y epistemología. La comunidad científica ha sido sacudida con sus afirmaciones, siendo una de las más significativas la que expresa que todo lo que se dice es dicho por un observador a otro, que puede ser él mismo. Desde esta ontología del observador desafía a la ciencia al declarar de manera radical que la ciencia no necesariamente tiene que considerar la existencia de una realidad objetiva. Cuestiona la tan exigida objetividad en la actividad científica, y de esta manera se convierte en el científico más radical de la escuela constructivista, al considerar los procesos neuronales como sistemas autopoiéticos.

No obstante, el propio Maturana lo niega explícitamente cuando afirma que él no es constructivista, que el constructivismo es un pensar moderno, que para muchos está siendo superado, y reconoce que el ser humano no tiene acceso a la realidad, que la realidad se construye por el observador. Y hay hasta un constructivismo radical, que dice que en cada instante uno construye una de las muchas realidades posibles. ¿Por qué la objeción de Maturana? ¿Por qué la insistencia de parte de los epistemólogos? ¿Está justificada la clasificación, con todo y pese a la protesta de Maturana? Son preguntas pendientes. Por mi parte sigo afirmando que Maturana es un constructivista radical, aunque él lo niegue. Su negación a ultranza y sin argumentos es la muestra más fehaciente de la radicalidad de su epistemología constructivista.

Maturana, basándose en Edmund Husserl, propone la objetividad entre paréntesis como epistemología, la cual es una forma más concreta de explicar y comprender el aprendizaje humano.

Nuevamente es necesario recordar que el observador especifica un ambiente, y en ese entorno observa los movimientos de un determinado organismo, relacionado con dicho ambiente, y el observador describe dichos movimientos, los que denomina con la palabra “conducta”, pero en realidad la conducta del organismo no es otra cosa que los cambios de estado del organismo observado, interactuando en su medio, pero no es algo que el organismo hace. La conducta no tiene una realidad ontológica sino que es una descripción del observador, una interpretación.

Si se considera que el sistema nervioso es parte de un sistema que, según Maturana opera análogamente al submarino, no se afirma que dicho sistema nervioso imprime a los metacelulares, consiste en dar una enorme plasticidad y versatilidad a la estructura del sistema vivo, y de esa manera, aumentar tremendamente la cantidad de conductas posibles para dicho organismo. Siguiendo el ejemplo, se puede afirmar que ha aumentado el “perillaje” del submarino y/o la pericia del piloto.

Sin lugar a dudas, percibo una nueva teoría del conocimiento científico en la obra de Maturana, evidenciada en las propias categorías que emergen de sus escritos y en las propuestas tan argumentadas como arriesgadas que hace en su concepción de ciencia. En este sentido pudiéramos hablar de la bio-epistemología maturaniana.

La expansión del interés por los trabajos de Maturana está dada en el hecho de que las temáticas abordadas por él han rebasado las espe­cialidades (Biología, Epistemología, Psicología, Neurociencias, Antropología, Sociología, Educación, Pedagogía, Didáctica, Ética, Política), y constituyen aspectos importantes en el discurso biogenético, neuropsicológico, sociocultural, e incluso político e ideológico, de nuestro tiempo. Ahora bien, cuando una obra científi­ca se generaliza se corren grandes riesgos de desviación de sus planteamientos. De manera que es imprescindible acudir a las fuentes originales. No obstante, al escribir sobre Matura­na y su obra, se extiende la perspectiva de que el autor sea leído de manera holística, sistémica y configuracional, lo cual constituye una modalidad pertinente para profundizar en su obra científica. No podemos permitir que transcurra más tiempo para que podamos evaluar, sistematizar y difundir la extraordinaria contribución que ha hecho Humberto Maturana a la ontología humana, haciendo aportes invaluables que permiten comprender su esencia y naturaleza, así como la condición y la experiencia humana, sobre todo en el área educativa y científica. Precisamente, este artículo muestra mi reflexión originada por la repercusión que tuvo en mi concepción científica, epistemológica y pedagógica, la lectura de la obra de este prestigioso biólogo, filósofo y epistemólogo chileno. En efecto, me cautiva, absorbe e ilumina el pensamiento de Maturana y sus implicaciones para la ciencia, la epistemología, y sobre todo para la educación. Es necesario revelar la ontología, la epistemología y la teoría del aprendizaje propuesta por Maturana. Urge analizar de manera detallada las principales concepciones, propuestas y categorías científicas que subyacen en su investigación: autopoiesis, lenguajear, emocionar, gatillar, perturbar, amor, vida y convivencia, entre otras no menos importantes.

Maturana propone una teoría explicativa de la experiencia humana. Es por ello que es necesario analizar su forma de abordar los problemas epistemológicos relacionados con la autopoiesis, los sistemas vivos determinados por su estructura y la explicación científica.

Cuando comprendemos la dinámica biológica que genera y engendra al ser humano, estamos en condiciones de comprenderlo. Maturana nos ofrece con una nitidez extraordinaria lo que ocurre en el proceso científico y en el proceso educativo, y al entender los fundamentos biológicos del conocimiento y el aprendizaje humano, expone los efectos que tienen ambos procesos para la vida humana.

Hay un momento muy significativo en la historia de la ciencia y la epistemología, muy poco conocido en nuestro medio, y me parece importante revelarlo en este instante. Cuando le preguntaron a Gregory Bateson en el ocaso de su vida sobre qué otro científico podría seguir investigando sobre los seres vivos, él contestó que en Chile estaba una persona llamada Humberto Maturana que tenía muchas claridades al respecto. En la misma línea, teóricos y educadores reconocen en Maturana a la Escuela de Santiago, reconocen la contribución de la teoría de Maturana a la educación y a la epistemología.

Justamente, urge valorar sus aportaciones más significativas y trascendentales, en una humilde osadía de hacerlas más inteligibles. En este sentido soy consciente de que las temáticas abordadas dan cuenta de mis premisas a priori y de mi concepción científica y pedagógica. A partir de esta reflexión, se facilita una lectura integral, una mirada configurativa y una comprensión holística del pensamiento científico de Humberto Maturana, y en este sentido se valora la autopoiesis y el amor como fundamentos pedagógicos y de investigación.

Es fructífero asumir la autopoiesis como una opción epistemológica, y no tenerla en cuenta sólo como fundamento de la vida celular y como esencia operativa del sistema nervioso, sino como fundamento de la comunicación humana y como condición ontológica de los procesos psíquicos, humanos y sociales. Desde esta mirada, es preciso caracterizar nuevos paradigmas en el siglo XXI, no sólo para la Ciencia, sino además para la Educación y el Ser Humano. Sirva como continuidad a la reflexión sobre la investigación desde la mirada de Humberto Maturana, considerando al amor y a la autopoiesis como epistemología y métodos de investigación.

NOTA DE REDACCIÓN: La Web del Maestro CMF publica los textos originales de su autor, no necesariamente coincide con lo expuesto en el tema, no se hace responsable de las opiniones expresadas, y no promociona ningún producto, servicio, marca o empresa. Sugerimos a nuestros lectores conocer la identidad de la fuente o de su autor o autores, para tener mayores elementos de juicio y la pertinencia a su realidad educativa.


Autor:
Alexander Ortiz Ocaña, ciudadano cubano-colombiano.
Universidad del Magdalena Santa Marta, Colombia
Doctor en Ciencias Pedagógicas, Universidad Pedagógica de Holguín, Cuba. Doctor Honoris Causa en Iberoamérica, Consejo Iberoamericano en Honor a la Calidad Educativa (CIHCE), Lima. Perú. Magíster en Gestión Educativa en Iberoamérica, CIHCE, Lima, Perú. Magíster en Pedagogía Profesional, Universidad Pedagógica y Tecnológica de la Habana. Licenciado en Educación.
Correo electrónico: [email protected] / [email protected]

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