Enseñamos a los niños a leer, escribir o vestirse, pero ¿qué hay de sus emociones? Educar las emociones puede convertirse en la llave de libertad para las personas, opina Elsa Punset, Licenciada en Filosofía y Letras y Magister en Humanidades (Universidad de Oxford), periodista por la Universidad Autónoma de Madrid y Magister en Educación Secundaria (Universidad Camilo José Cela), quien es entrevistada por Ana Rodrigo, para la Agencia EFE (Madrid), y de cuya publicación hemos tomado tres preguntas y respuestas que consideramos nos pueden aportar un conocimiento más cercano a lo que es la inteligencia social, ya propuesta por Daniel Goleman.
Ella afirma que es importante enseñar a los niños a superar el miedo con un «plan antimiedo»; a ser (de sí mismo) su mejor amigo y compararse menos con los demás; saber que del entorno social se recibe afecto; que la tristeza es una reacción normal ante las pérdidas y las decepciones; que los estados emocionales son pasajeros, y que la serenidad se puede entrenar y fortalecer físicamente en el cerebro.
De hecho, en su libro “Inteligencia Social”, Daniel Goleman sostiene que “las personas que nos rodean tienen la capacidad de moldear y definir nuestros estados de ánimo y nuestra biología, al tiempo que nosotros ejercemos una influencia análoga en ellos. Esa comprensión profunda del influjo que las relaciones tienen en nuestra vida y en la de los demás da origen a lo que puede llamarse la “inteligencia social”, cuyo desarrollo exige, a un mismo tiempo, conocer la forma en que funcionan las relaciones y comportarse adecuadamente en ellas” (Leaders Summaries), y mucho más a los educadores: padres de familia y profesores.
“Una persona socialmente hábil podría, como lo hace un luchador de jiu-jitsu, reconocer las energías emocionales hostiles y orientarlas para que se tornen positivas”, por lo que si educamos a nuestros hijos y/o estudiantes a comprender y transformar la manera de relacionarse, comunicarse y trabajar en equipo con el resto del mundo, les ayudaremos a filtrar y sacar lo positivo de la información que les llega por todas partes y a desarrollar sus habilidades sociales que facilitarán el camino para encontrar su lugar en el mundo. Elsa Punset nos invita a descubrir las apasionantes claves de nuestra inteligencia social, porque las emociones nos influyen y muchas veces nos gobiernan, por lo que aprender a manejarlas ayuda a mejorar nuestras relaciones con los demás y a superar el estrés e incluso a tener mejor salud.
Algunas veces tenemos problemas de salud mental, muchos de ellos de origen emocional causadas por emociones incomprendidas y reprimidas que nos dañan en cuerpo y mente. “Pero esto tiene fácil solución: ayudar a las personas, desde la infancia, a comprender y gestionar sus emociones. ¡Es una gran llave de libertad que estamos descubriendo!”
¿CÓMO SE PUEDEN EDUCAR [LAS EMOCIONES]?
ELSA PUNSET: Las emociones siempre se «educan», la diferencia es que pueden educarse por sí solas, para bien o para mal, o bien puedes incidir conscientemente en el capital emocional del niño, ayudándole a comprender, transformar y regular sus emociones.
Si no hacemos nada para educarlas conscientemente, nuestras emociones se consolidan en la infancia como una reacción instintiva al entorno y a la familia. Como dice Florestán -un personaje del cuento-, la gaviota guía de emociones de los Atrevidos, «¿debemos aprender a ser dueños, y no esclavos, de nuestras emociones?, ¡porque no existe un desafío más grande que mejorarse a uno mismo!»
¿CUÁL ES LA EDAD MÁS ADECUADA PARA COMENZAR CON ESTE APRENDIZAJE O JUEGO DE LAS EMOCIONES?
ELSA PUNSET: Cuanto antes lo hagamos de forma consciente, mejor. De hecho, desde que nacemos ya somos sensibles a las emociones de nuestros padres y reaccionamos a ellas. En los primeros años de vida, a los más pequeños les cuesta distinguir entre ellos mismos y sus emociones y por eso actúan de forma tan emocional. No saben aún gestionarlas.
Los padres enseñamos instintivamente a nuestros hijos pequeños a comprender y nombrar sus emociones, decimos a los niños pequeños, por ejemplo, «Tienes sueño, ¿verdad? Te voy a mecer así, despacio, y te vas a relajar y a dormir». Poco a poco, si los padres les ayudan, los niños aprenden a poner nombre a sus emociones y a autorregularlas, es decir, a calmarlas por su cuenta, sin tanta ayuda de los padres.
¿PODRÍA ACONSEJARNOS TRUCOS DE ORIENTACIÓN, PERO PARA LOS PROFESORES?
ELSA PUNSET: Después de los padres, los estudios muestran que los profesores pueden tener un impacto enorme en la vida de los niños. Los profesores enseñan y contagian emociones a los niños en la medida en la que son modelos: los niños se fijan en cómo resuelven conflictos, en si les muestran respeto y confianza o en si el aula es segura en lo físico y lo emocional.
Los niños aprenden imitando a los adultos que los rodean. “Por ello, los estudios muestran que los niños que tienen padres y madres emocionalmente inteligentes tienen mejor salud, mejor rendimiento académico, mejores relaciones con los demás y menos problemas de comportamiento”.
Les recomendamos leer los libros “El Mundo En Tus Manos” y “Una Mochila Para El Universo”, así como, ver el artículo completo, fuente de nuestra publicación, en ELSA PUNSET: EDUCAR LAS EMOCIONES, ES UNA LLAVE DE LIBERTAD PARA LAS PERSONAS.
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF