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[Pedro Fulleda] El taller lúdico y la mecánica del juego (I)

El fenómeno antropológico del juego posee una profunda significación por sí mismo dentro del sistema de poder que caracteriza a cada manifestación de las relaciones humanas. Con independencia de que él puede ser observado a través del prisma de disciplinas diversas, es un proceso que tiene existencia propia en el contexto de la conducta de las personas desde la infancia y hasta el final de sus vidas.  La tendencia al juego existe y se manifiesta por ley natural, en respuesta a la necesidad de desarrollo de los seres humanos, no importa cuales concepciones pretendan explicarlo y someterlo a sus intereses de aplicación práctica. Por eso es posible hablar de una mecánica del juego, como conjunto de leyes y procedimientos que rigen esta acción típicamente humana. Para el adulto promotor de actividades lúdicas el conocimiento de tales leyes y procedimientos resulta fundamental en el desempeño de su labor profesional, dentro de lo que puede denominarse como taller lúdico, o momento destinado a la creación de juegos y juguetes.

La componente fundamental de la actividad lúdica, y por tanto la ley más importante en la mecánica del juego, es su carácter simbólico, pues todo él -a excepción de la incipiente y breve etapa del juego funcional en el neonato- está presidido por el interés del individuo en reflejar su entorno natural y social, a fin de comprenderlo mejor en respuesta a su urgencia de crear sistemas de poder acordes con sus intereses, motivaciones y necesidad de desarrollo.

La gran significación del simbolismo lúdico reside en que es sólo una representación, una imagen de la realidad, y en ningún caso la realidad misma. Cuando una niña asume a una muñeca cual si fuera un bebé sabe perfectamente que se trata de aquella -lo contrario no sería juego, sino un lamentable caso de demencia-, pese a lo cual en su mundo de imaginación y fantasía la tratará como si fuese efectivamente un ser vivo. Sería erróneo suponer que, por comprender su carácter irreal, el niño no asume esta representación como cierta y verdadera. Cometen un grave atentado contra la capacidad creativa de los pequeños aquellos adultos que aludan a los frutos de su imaginación en el juego como objetos falsos, diciendo, por ejemplo, a la niña que “es madre de mentiritas“, pues ella sentirá que lo es verdaderamente cuando juega a “hacer como si fuese mamá”. Nunca se juega “de mentiritas“, aunque las situaciones del juego resulten irreales desde el punto de vista del pensamiento lógico. Ellas serán absolutamente creíbles desde el enfoque del pensamiento lateral. Y justamente por eso el niño asume las acciones lúdicas con tanta responsabilidad, pues para él ese mundo imaginario y fantasioso es tan verdadero como el real y objetivo que representa, sólo que transcurre en una diferente dimensión.

La maravilla del simbolismo lúdico (del hacer como si…) radica en ser, de tal modo, un nexo formidable entre el mundo real y objetivo del entorno, y el fantástico e imaginario que subyace en la conciencia del individuo, razón por la cual es no sólo estimulante al desarrollo del conocimiento a través del pensamiento lógico, sino sobre todo de la creatividad, mediante el pensamiento divergente, lateral.

 Descubierta la ley más importante de la mecánica del juego, pongamos ahora en evidencia sus procedimientos. El proceso de representación de la realidad mediante símbolos que la reflejen del modo más fiel posible conduce a las técnicas de la modelación, presentes tanto en las elementales concepciones de los juegos infantiles, como en las complejas realizaciones de los vuelos espaciales.

Como método del conocimiento, la modelación -que ya estamos identificando como el principal procedimiento de la mecánica del juego- es incluso definida por la Filosofía. Al respecto escribió V.S. Afanasiev: “En la ciencia de nuestros días encuentra cada vez mayor difusión la modelación de objetos y procesos. La semejanza entre diversos objetos permite la modelación; es decir: reproducir un objeto o sistema por medio de otro análogo a él en algún aspecto. El procedimiento o forma del conocimiento que permite reproducir mediante un sistema (natural, y más frecuentemente artificial, creado por el hombre) otro sistema más complejo, que es objeto de investigación, se denomina modelación científica, y el sistema que reproduce al objeto investigado es su modelo. La modelación es una representación simplificada del original; sin embargo, esta simplificación no debe ser arbitraria o desmedida, porque en este caso se perdería la semejanza del modelo con el original, y entonces no se ofrecería en esencia ningún conocimiento nuevo“.

En la aplicación de la técnica de modelación como método del conocimiento es preciso considerar las siguientes tres etapas principales:

  • Estudiar y analizar el objeto o proceso de la realidad que se pretende modelar, a fin de descubrir sus aspectos esenciales, de los cuales no se puede prescindir en cualquier representación artificial que de él se haga.
  • Hallar, o construir artificialmente, un objeto o proceso que contenga los aspectos esenciales descubiertos en el objeto o proceso real que se representa, de modo que pueda funcionar como modelo del mismo.
  • Realizar una profunda investigación del modelo, aplicando en él los principios que se cumplen en el objeto o proceso real, a fin de interpretar los resultados que se obtengan, como elementos propicios a ser considerados dentro de la esfera de la realidad.

La técnica de modelación exige un cuidadoso análisis e interpretación del objeto o fenómeno a representar, en la búsqueda de sus elementos esenciales, que si faltasen en el modelo este dejaría de ser una representación simbólica de esa realidad. La mayor o menor medida en que un objeto o proceso modelo refleje tales aspectos esenciales determina su grado de aproximación al objeto o fenómeno real, cuestión en la que radica el valor de la modelación como método del conocimiento.

Al concebir sus juegos y juguetes como reflejo de la realidad el niño crea modelos ideales de esta a través de símbolos lógicos, expresados en las relaciones y actuaciones que establece en sus acciones lúdicas, y modelos materiales con sus juguetes que reproducen objetos verdaderos. Si se plantea a un grupo infantil la tarea de “jugar al ferrocarril” seguramente coincidirán, sin que nadie se los diga, en la necesidad de situarse unos tras otros en una fila, tomados por las cinturas para avanzar así acordonados al ritmo del típico “chu-chuuu…”, con lo cual estarán representando, en ese modelo ideal de su actuación, la característica esencial de dicho medio de transporte real (como lo habrán visto, sin dudas, en los animados de la TV).

Y aquí también la necesidad de una mayor aproximación del modelo al objeto o proceso real que representa determinará los resultados de la acción: tendrá menos efecto lúdico una muñeca confeccionada con madera o porcelana, que una realizada con tela, plástico suave, o cualquier otro material que logre mejor la caracterización humana. El valor de este principio tiene mucho que ver con la creación y fabricación de material lúdico, donde a veces se viola  la necesaria aproximación  del modelo  -que es el juguete- a la realidad que representa, y se ofrecen a los niños y niñas objetos en contraposición con su formación estética y sus necesidades afectivas y cognitivas.


Autor:
Pedro Fulleda Bandera, nacido en Cuba y residente en Ecuador.
Licenciado en Comunicación Social, con experiencia laboral como periodista especializado en temas históricos y culturales. Se desempeñó como docente de especialización en el Instituto Superior de Cultura Física. Presidió la sección “Juego y Sociedad” de la Asociación de Pedagogos de Cuba. Ha impartido cursos y conferencias sobre lúdica y desarrollo humano en diversos países iberoamericanos.
Autor de artículos y libros sobre Ludología y temas de actualidad política y social.
Enlaces de interés: pedrofulleda.blogspot.com / wattpad.com
E-mail: [email protected]

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