Maestros al servicio de la educación

[Carmen Alemany] En la jungla del patio de recreo

Muchos docentes, muchos profesionales de la intervención social, y muchas familias, hemos conocido casos de niños y niñas que están solos en el patio de recreo. Algunos sufren acoso escolar de forma activa y directa: golpes, tirones de pelo, rotura de objetos, motes, burlas y humillaciones. Otros, simplemente sufren la indiferencia y la frialdad de sus iguales. Como si fueran invisibles. La exclusión y el aislamiento social constituyen también una forma de acoso escolar, pero esta es mucho más sutil y mucho más difícil de detectar y prevenir.

El estatus sociométrico mide el grado de aceptación o rechazo de un niño/a en su grupo de iguales. Según esto, existen niños populares, niños rechazados, niños promedio, niños ignorados y niños controvertidos (Coie, Dodge y Coppotelli, 1982). Este estatus sociométrico puede depender de su capacidad de comprender los pensamientos y sentimientos de los demás, de su apariencia física, de su origen racial o étnico, de su orientación sexual, de su condición (tener una discapacidad, un trastorno o alguna condición que le diferencie de los demás). Incluso de su forma de expresarse, tener intereses personales diferentes de los de sus iguales, o de su nivel de madurez.

Ser un niño rechazado pasa factura a la autoestima y a la salud mental (Santiago Delgado, 2009). Los niños rechazados tienen 3 veces más posibilidades de abandonar prematuramente el sistema educativo, tienen más riesgo de implicarse en actos delictivos en la adolescencia que otros niños (especialmente aquellos que muestran conductas agresivas). Y tienen más riesgo de desarrollar problemas de salud mental: baja autoestima, ansiedad social o depresión. Otros estudios recogen el aumento de trastornos de atención y aprendizaje, un aumento de la sensibilidad hacia el rechazo y las valoraciones negativas de los demás, sentimientos persistentes de culpa y vergüenza, un aumento a largo plazo de trastornos psicológicos y psiquiátricos, y la desesperanza y pérdida de interés en sus actividades favoritas, entre otras consecuencias.

Frente al enfoque clásico (“son cosas de niños”, “siempre ha habido niños más populares que otros”, “y ¿qué quieres que le haga? Yo no puedo obligarles a ser sus amigos si no quieren”) es importante conocer los factores que influyen en la exclusión social de algunos niños y niñas, para poder diseñar estrategias de intervención adecuadas, con el fin de evitar el aislamiento social.

Las estrategias de intervención se pueden diseñar desde el ámbito profesional educativo (profesores y maestros) o desde el ámbito social (trabajadores/as o educadores/as sociales). O mejor aún, desde el trabajo interdisciplinar, y de forma coordinada. En este sentido, conviene recordar la importancia del trabajo social en colegios e institutos.

Entre las distintas estrategias que pueden emplearse, podemos citar las siguientes:

  • Estrategias orientadas a mejorar las habilidades sociales de los niños/as. La empatía, la comprensión de los pensamientos y sentimientos de los demás, la comunicación verbal y no verbal, la cooperación.
  • Estrategias de resolución de conflictos.
  • Estrategias para modificar los prejuicios o atribuciones que tienen unos niños y niñas sobre otros.
  • Diseño y desarrollo de actividades en parejas (emparejando niños populares con niños que no lo son), para fomentar el conocimiento mutuo, la eliminación de prejuicios y el desarrollo de vínculos.
  • Diseño y desarrollo de dinámicas grupales: que no caiga el globo, nos conocemos jugando, bailemos juntos, comprendiendo las emociones, el espejo, dramatizaciones (Garrote, 2017).

La muerte social es un concepto antropológico, que hace referencia a aquel individuo que deja de pertenecer a un grupo por diversas causas, como el rechazo y expulsión del grupo o sufrir del estigma social (ya sea por discapacidad, enfermedad, o por tener ciertas características personales que lo hacen diferente). La muerte social implica el ostracismo del afectado y la ruptura de los vínculos con el grupo de referencia.

Muchos niños y adolescentes se ven afectados por esta “muerte social”. Niños y niñas con necesidades educativas especiales, con algún rasgo diferenciador, con altas capacidades, con TEA, con TDAH, con TEL. Niños pertenecientes a minorías étnicas o culturales, niños con diferencias físicas. Muchos niños y niñas han sufrido de esta llamada muerte social. En la adolescencia, el rechazo se agudiza. Los adolescentes, en la búsqueda de su identidad, forman grupos basados en afinidades (“nosotros frente a los otros”), lo que dificulta mucho la inclusión social de los niños y niñas con alguna diferencia.

Belén Jurado, autora del blog “la habitación de Lucía” y madre de Lucía, una adolescente con TEA, con frecuencia hace referencia a este concepto de muerte social. Esta bloguera defiende la inclusión social de todos los niños/as y adolescentes, el respeto por la diversidad, la dignidad de todas las personas por el hecho de ser personas, y el respeto del que cualquier ser humano es acreedor, sea cual sea su edad, raza, capacidades o condición. Y sostiene en sus redes sociales: “TODAS las vidas merecen ser vividas y la de mi hija también”.

Carmen Saavedra, autora del blog Cappaces y madre de Antón, un joven con síndrome de Joubert, también destaca en su defensa de la dignidad y la igualdad de todas las personas, especialmente de todos los niños, niñas y adolescentes. Esta madre ha compartido la historia de Antón, que finalmente abandonó la educación obligatoria con 16 años porque le resultaba doloroso acudir a un centro educativo en el que no tenía ningún amigo. Sin embargo, Antón finalizó la ESO, tituló, y actualmente estudia un módulo de FP a distancia. Antón es, además, activista a favor de una educación inclusiva en la que realmente quepan todos. Las nuevas generaciones vienen pisando fuerte y piden que se escuche su voz.

En algunos centros educativos, especialmente en los centros denominados “de alta complejidad”, existen programas específicos de educación social, para promover la inclusión de alumnado migrante y gitano, y evitar el rechazo y la marginación de alumnos concretos o de grupos sociales. En estos programas se hace hincapié en la erradicación de estereotipos y prejuicios y en el conocimiento y la interacción de diferentes alumnos y alumnas e diferentes grupos sociales para superar las barreras culturales y enriquecerse mutuamente.

Para lograr una inclusión real, es necesario un cambio de mentalidad, no solamente en la escuela, sino también en el resto de la sociedad. Aún hay niños y niñas que ven cómo se reparten invitaciones de cumpleaños para toda la clase excepto para ellos. Niños que sufren burlas y humillaciones en la escuela. Niños que se ven sometidos diariamente a la “ley del hielo”, al más absoluto ostracismo. Familias que hablan mal de otras familias, sin ser conscientes de que su hijo/a escucha desde un rincón, y que ese comentario puede tener repercusiones mañana en el patio de recreo.

El cambio de mentalidad necesario ha de ser transversal, e implica una toma de conciencia sobre la dignidad y el valor de todas las personas. Porque la jungla del patio de recreo no es “cosa de niños”.

NOTA DE REDACCIÓN: La Web del Maestro CMF publica los textos originales de su autora, no necesariamente coincide con lo expuesto en el tema, no se hace responsable de las opiniones expresadas, y no promociona ningún producto, servicio, marca, grupo trabajador o empresa. Sugerimos a nuestros lectores conocer la identidad de la(s) fuente(s) o de su autora, para tener mayores elementos de juicio y la pertinencia a su realidad educativa.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Medium en la siguiente dirección: medium.com | Autor: Carmen Alemany Panadero


Autor:
Carmen Alemany
Experiencia laboral:
Trabajadora social y periodista

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