Nos dice Daniel Goleman que si como educadores no tenemos empatía y relaciones personales efectivas, “no importa lo inteligente que seas, no vas a llegar muy lejos”.
El portal UNIVERSIA (España), nos propone practicar cinco “actitudes” para mejorar nuestra cercanía a los estudiantes, y que compartimos con fines únicamente educativos.
También aconseja fomentar con los estudiantes el diálogo y mostrar interés por lo que ha ocurrido, iniciar una conversación interesándose en cómo están, qué hacen, qué opinan, qué les gusta, desterrar los prejuicios y “pensar en positivo”.
En los últimos años se le ha dado bastante importancia al hecho de ser personas empáticas y comprensivas con los seres con los que convivimos, pero, ¿cómo funciona esto en el ámbito educativo? Quédese atento que aquí le contamos como aplicar estos valores en el aula.
Ser cercano al otro, entender las situaciones que vive y cómo las vive son características que nos hacen una persona empática y sensible frente a las situaciones de los demás. El rol del docente va más allá de impartir conocimientos, también debe estar enfocado en conocer a sus alumnos.
Ser un docente empático:
En las rúbricas para la evaluación del desempeño docente hay un componente que estudia la manera en la que los docentes se acercan a los estudiantes y son comprensivos con las situaciones que viven, esto es fundamental y determinante para tener un desarrollo integral de ellos.
Ser un docente empático implica que se sitúen en el lugar de los estudiantes, que comprendan sus sentimientos, sus ideas, sus motivaciones y que se preocupen por su bienestar. En parte, es entender que en las familias y en las escuelas se presentan situaciones que pueden afectar su atención y su rendimiento académico. Ser comprensivo permite que se genere un buen ambiente dentro del aula, propiciando espacios de escucha y de diálogo.
¿Cómo ser más empático?
A veces, los docentes no saben cómo actuar para generar una relación más cercana y de confianza con los alumnos, por fortuna, aquí le mostramos alguna de las cosas que puede aplicar dentro de las aulas para que pueda desarrollar mucho más esta habilidad.
- Acoger las necesidades físicas y afectivas que manifiestan los estudiantes.
- Estar atento a lo que está sucediendo.
- Conectar con los sentimientos de los estudiantes, no desmeritarlos.
- Responder de manera acertada a las situaciones y los pedidos de los estudiantes.
- Vigilar que no se presenten necesidades físicas o afectivas en los estudiantes.
- Buscar soluciones a los problemas que puedan presentar los alumnos.
Para desarrollar esto, es importante que dentro del aula se creen canales sólidos de comunicación que permitan conocer las situaciones que se están presentando, por qué se están presentando y cómo se podrían solucionar.
5 actitudes para ser un profesor con más empatía
En el camino por ser un mejor profesor, desarrollar la empatía es vital para alcanzar una completa comprensión de los estudiantes.
Dentro del aula se reúnen distintas personas, y por ello distintas voluntades. Algunos quieren aprender por iniciativa propia, pensando en tener un mejor futuro; mientras otros solo asisten a clase obligados por sus padres. En ese grupo de gente con distintos objetivos, problemas, preconceptos y pensamientos, el profesor es quien debe liderar el camino hacia el aprendizaje.
Para poder actuar como líder de sus estudiantes, el primer paso es intentar comprenderlos. La empatía resultará clave para alcanzar esta comprensión, por lo que es importante que todo profesor pueda alcanzar este sentimiento y utilizarlo como forma de canalizar las diferentes voluntades que se encuentran en el salón hacia las lecciones que este debe transmitir.
¿Cómo ser un docente empático con los estudiantes? Hablando, pero sin olvidar escuchar; intentando entender cómo se sienten en lugar de suponer que si llegaron hasta el aula es porque desean aprender; interpretando no solo lo que dicen sino también lo que reflejan con su comunicación gestual…
Si buscas ser un docente más empático, te contamos 5 tipos de actitudes que te ayudarán a alcanzar este objetivo, y con él obtener una mejora en el ambiente de tu clase, y seguramente un aumento en la productividad y el compromiso de tus estudiantes.
1. Conócelos: ¿Qué clase de familia tienen? ¿Qué hacen al salir del aula? ¿Cuáles son sus sueños? ¿Qué quieren aprender? ¿Qué esperan de tu clase? Si llegas a conocerlos, o al menos te interesas por intentarlo, puede que logres un mejor ambiente y con ello logres dirigir tu clase hacia temáticas y tareas con las que tanto tú como tus estudiantes se sientan conformes.
2. Interésate: Muchas veces las personas simplemente necesitan hablar, escuchar un “¿cómo estás?” de alguien realmente interesado en la respuesta. Los alumnos necesitan esos detalles, tanto para sus asuntos personales pero también para los del aula. Intenta saber cómo se sienten respecto a determinados temas, a la modalidad de trabajo, al grupo que se ha conformado… Solo conociendo su opinión podrás mejorar tu desempeño para ser un mejor docente.
3. Olvida los prejuicios: Es normal que como docente tengas algunos preconceptos de tus estudiantes. Ya sea porque los conoces de cursos anteriores, por opiniones de colegas o simplemente por su desempeño en el día a día… ¡Olvídalos! Deja de pensar que fulano es un mal alumno y permítele demostrarte que no lo es.
4. Busca el lado positivo: Puede que a veces sea frustrante ver que explicas una y otra vez la misma lección pero las evaluaciones que realizas demuestran que tus alumnos no te comprendieron. De todos modos, debes enfocarte en lo positivo: no aprendieron eso, pero seguramente aprendieron otras tantas lecciones que estás olvidando simplemente por centrarte en lo malo.
5. Pregunta antes de afirmar: No asumir nada hasta no saber exactamente qué pasó es una actitud que puede aplicarse en cualquier ámbito de la vida cotidiana, pero que dentro del aula podría tener más incidencia de la que se cree… ¿Qué pasó con la tarea que pedí? ¿Por qué no pudieron completarla? ¿El tema no se entendió o no lo estudiaron lo suficiente? Permita que exista el diálogo, que tu voz no sea la de la autoridad represora que decide lo que está bien y lo que está mal.
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