La crianza de los hijos es una de las experiencias más gratificantes de la vida, pero también puede ser un desafío. A menudo, los padres se enfrentan a situaciones en las que desean que sus hijos obedezcan sin recurrir a la crítica, el castigo o el maltrato. La obediencia, sin embargo, no tiene por qué ser un proceso doloroso ni autoritario. En lugar de ello, se puede lograr a través de estrategias que fomenten la cooperación y el respeto mutuo.
En este artículo, exploraremos 16 estrategias efectivas que los padres pueden emplear para criar a sus hijos de manera que obedezcan de manera positiva y sin necesidad de recurrir a reproches ni maltratos. Estas estrategias no solo fortalecerán la relación entre padres e hijos, sino que también ayudarán a los niños a aprender a tomar decisiones y a asumir responsabilidades de manera consciente.
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16 estrategias para que sus hijos obedezcan sin reproches ni maltratos
Hay muchas cosas que necesitamos de nuestros hijos para que la casa y nuestro horario funcionen sin problemas. Tenemos una visión de lo que debe hacerse, cómo debe hacerse y cuándo debe ocurrir.
Pero los niños tienen una opinión totalmente diferente sobre cómo debiera fluir su día. Es como si ellos vivieran en una realidad paralela. ¿Quién necesita lavarse los dientes? ¿Qué tiene de malo quedarse en pijama todo el día?
Aquí hay cinco simples cosas que pueden ayudarte a dejar de luchar con tus hijos y lograr que te escuchen:
1. Entiende por qué les cuesta trabajo hacerte caso.
Además del hecho que padres e hijos tienen metas y aspiraciones diferentes para su día (productividad versus jugar todo el día), a los niños les cuesta trabajo hacer caso y seguir instrucciones porque ellos, al igual que todos los seres humanos, poseen una fuerte necesidad de independencia.
Ser independientes nos hace sentir que tenemos cierto control sobre nuestras decisiones y nuestro destino. Nos sentimos con poder cuando sabemos que podemos pensar por nosotros mismos, cuidarnos y confiar en nosotros para sobrevivir en este mundo. Los niños a menudo están divididos entre el deseo de que sus padres los cuiden y la necesidad de sentirse independientes. Están confundidos. Cuando sus padres les piden que hagan algo y tienen que obedecer, también luchan con su voz interna que les dice: “No tienes que hacerle caso a nadie. Eres tu propio jefe, ¡puedes hacer lo tuyo!”.
Una vez que entendemos por qué es tan difícil para los niños hacer caso, podemos interactuar con ellos con compasión, tacto y comprensión.
De esta forma, estaremos menos enojados cuando nuestros hijos no hagan caso y, por lo tanto, podremos enfocar nuestras energías hacia una dirección más positiva.
2. Crea una rutina y un horario en casa.
El siguiente paso es prepararte a ti y a tu hijo para el éxito. La forma más fácil de hacerlo es asegurarte que el ambiente de tu hogar sea propicio para la cooperación. Las rutinas y condiciones amigables para los niños pueden ayudar mucho a que hagan caso.
La verdadera clave para preparar una rutina es involucrar a tu hijo e incluir sus aportes. Esto alimentará su necesidad de ser independiente y tomar sus propias decisiones. Entonces puedes planificar un horario que funcione para todos.
“¿Cuál sería la mejor hora para que hagas tu tarea?”.
“Nuestra cita al doctor es a las 2 p.m. ¿Cuándo quieres dejar de jugar con tus juguetes y alistarte para salir?”.
Y lo mismo aplica respecto a crear un ambiente amigable en el hogar para los niños. Averigua por qué tu hijo no cuelga su abrigo al entrar y cuál sería el mejor lugar para poner algunos ganchos (a su altura) para que pueda colgarlo. Pueden guardar los zapatos en el mismo lugar cada día, y lo mismo con la ropa. Ayúdalos a organizarla de forma que sea accesible para ellos, para que no estén siempre buscando sus pantalones o camisa.
3. Utiliza un lenguaje neutral.
Puede ser muy frustrante lograr que nuestros hijos cooperen. A menudo recurrimos a los recursos de acusar y culpar para lograr que nuestros hijos hagan caso. Esto suele poner un tono negativo en la relación, causando por lo general un comportamiento defensivo que conduce inevitablemente a luchas de poder:
- ¿Por qué siempre dejas tus zapatos en medio del pasillo? ¿Por qué siempre haces un tremendo problema por todo? ¡Recoge ya tu camisa!
En lugar de eso, utiliza un lenguaje neutral y no confrontacional:
- Los zapatos deben estar en el closet. Tomémonos unos cuantos minutos para calmarnos antes de terminar esta conversación. El tiempo apremia. Hay que decidir ahora sobre una camisa.
Utilizar lenguaje neutral y no confrontacional ayuda a los padres a sentirse en control y además hace que los niños no se sientan atacados, y esto finalmente ayuda a que hagan caso.
4. Da opciones.
Las opciones te ayudarán a darle a tu hijo la autonomía que tanto ansía dentro de un marco seguro.
Y este no es el único beneficio de darles opciones a los niños. También les enseña cómo tomar decisiones y construye su autoestima a medida que aprenden a desarrollar habilidades de resolución de problemas. Esto los hace sentirse más poderosos y en control de sus vidas. Se convierten en mejores oyentes y son más cooperadores. Y no sólo eso, sino que darles opciones también les permite a los padres mantener su posición de autoridad. Los niños deben cumplir con las peticiones de sus padres, pero pueden escoger su forma de hacerlo. Es una situación en la que todos ganan.
Por ejemplo:
- ¿Prefieres tomar leche en tu taza azul o en tu taza roja?
- ¿Quieres cenar ahora o en cinco minutos?
- ¿Prefieres limpiar primero tus muñecas o tus cubos?
Y con niños más grandes:
- Necesito ayuda con la cena. ¿Prefieres hacer la ensalada o poner la mesa?
- El autobús llega en media hora. ¿Quieres que vuelva a levantarte o quieres poner tu alarma para unos cuantos minutos más?
- ¿Cuándo planeas hacer tu tarea, antes o después de la cena?
5. Ayuda a los niños a resolver por sí mismos sus problemas para hacer caso.
Una de las mejores maneras de ayudar a los niños a hacer caso es involucrarlos en las discusiones sobre cómo resolver los problemas de la vida familiar.
En cualquier ocasión en que haya un problema en casa, podemos decir:
- “Tomémonos un minuto para pensar en una solución”.
- Podemos hacer algunas preguntas para promover las habilidades de resolución de problemas de nuestros hijos:
- “¿Qué podemos hacer para asegurarnos de que todos ayuden a ordenar la mesa después de comer?”.
- “Compré una caja de galletas, ¿qué podemos hacer para asegurarnos de que se compartan equitativamente en la casa?”.
- “Cuando Sara y Eli invitan amigos a jugar, hay problemas sobre a quién le toca jugar en el sótano. ¿Alguien tiene alguna idea de cómo podemos resolver esto?”.
Enseñarles a tus hijos a pensar en soluciones te dará un compañero que estará más dispuesto a escucharte a medida que resuelven los pequeños y grandes problemas de la vida juntos.
Ayudarlos a hacer caso y cooperar es un gran trabajo. Entender las necesidades de independencia de tu hijo, establecer rutinas, utilizar lenguaje neutral, dar opciones y enfocarte en soluciones, pueden hacerlo mucho más fácil.
6. No le des órdenes ni le pidas nada cuando esté muy entretenido (por ejemplo, jugando a algún videojuego).
Es muy probable que te conteste, pero realmente no te habrá prestado ninguna atención. Esa orden o petición no se almacenará en su memoria.
Haz que pare lo que esté haciendo el suficiente rato para que te preste atención, o bien espérate a que esté disponible.
7. Tenemos memoria para lo que nos interesa (a ti también te pasa).
Es muy probable que se le olvide lo que le has pedido porque hay otras cosas más interesantes e importantes para él en las que está pensando.
Puedes ponerle recuerda-memorias a su vista (como post-it en su habitación o en el baño) o elaborar juntos un calendario donde apuntéis las cosas más importantes que debe hacer, y así crear el hábito de mirarlo en algún momento del día.
8. Dale cierta libertad para que decida cosas que sí están a su alcance
En lugar de mandarle lo que debe hacer por ahorrar tiempo o porque sabes que va a ser lo mejor para él (por ejemplo, decirle qué ropa se ha de poner cada mañana).
Deja que tu hijo se organice ciertas cosas y tome algunas decisiones sobre su propio mundo, como su material escolar, su ropa, sus aficiones… Así, irá descubriendo poco a poco su autonomía.
9. Que tus peticiones sean concretas.
o confundas el razonamiento infantil con el razonamiento adulto: el infantil es mucho más concreto. Los niños comprenden peor lo abstracto. Incluso aunque ya tengan edad de comprenderlo, es mucho más difícil para ellos llevar a cabo una petición que no tiene un principio y un fin bien delimitados.
Por ejemplo, puedes cambiar la petición “limpia tu habitación” por “recoge las cosas que tienes encima del escritorio y guárdalas en el armario de forma ordenada”.
10. Dale determinada amplitud de tiempo para que haga lo que le has pedido
Pero que esa amplitud no sea ni muy corta (cinco minutos) ni muy larga (una semana o incluso dos días puede ser demasiado tiempo en el mundo de un niño).
Decirle: “Por favor, haz X cosa antes de la hora de cenar” está bien, si tiene toda la tarde por delante.
11. Si no hace lo que le has pedido, él mismo ha de ver las consecuencias.
Tú puedes remarcárselas con cariño y tranquilidad. Por ejemplo, si le pides que eche a lavar los calcetines y no lo hace, llegará un momento en el que se quedará sin calcetines limpios.
Resiste el impulso de ir a recogerlos todos y a lavarlos mientras te quejas a gritos y le sueltas un sermón. Simplemente, cuando llegue el momento de ponerse calcetines y no tenga limpios, coméntale: “No tienes calcetines limpios porque no los has echado a lavar en toda la semana, como te pedí que hicieras. ¿Ahora qué vas a hacer?”. Espera a que él te dé una solución, no se la pongas tú.
Posiblemente le tocará ir un día a la escuela con los calcetines tremendamente sucios (suena dramático, ¡pero no lo es tanto!), pero lo más seguro es que esa misma tarde los eche a lavar. No se volverá a quedar sin calcetines limpios.
12. Prueba durante una temporada a reducir el número de órdenes
Dejando sólo las que sean estrictamente necesarias y eliminando todas las que son prescindibles. Órdenes prescindibles son, por ejemplo, “no te manches con la merienda”, “¡No corras!”, “¡Cuidado! No te caigas”, etc. Son expresiones que, aunque suenan a órdenes, son advertencias.
El niño no las toma como órdenes, y por tanto no las cumple. “¡Le he dicho que no corra y sigue corriendo! ¡No me hace caso!…”. Es normal: no es que no desee hacerte caso, ¡simplemente quiere correr! Y no va a dejar de hacerlo porque tú le digas que no lo haga. Por tanto, en esta situación, tu orden se queda como una voz de fondo.
13. Prémiale cuando cumpla lo que le has pedido u ordenado.
Preferiblemente, que esos premios consistan en halagos verbales, cariño y pequeñas acciones agradables (ir a una excursión, leerle su cuento favorito, salir al parque…).
14. Analiza tu forma de pedir y de ordenar.
¿Lo haces de forma agresiva o calmada? ¿Amenazas con castigo si no lo cumple? ¿Se lo pides por favor o lo exiges con superioridad? ¿Lo repites cansinamente hasta la saciedad hasta que se te acaba la paciencia? Si te das cuenta de algunos errores en tu forma de pedir y de ordenar, cambia de forma.
No hay mejor manera de provocar un cambio en el otro que cambiando uno mismo. Detectar tu cambio le llamará la atención, y esa llamada de atención ya es un primer paso.
15. Si tu hijo ya tiene más de 7 años, cuando le pongas normas explícale el sentido de las mismas.
Esto no significa que si él no está de acuerdo con alguna norma tengas que cambiarla, ni mucho menos. Los límites son muy importantes. Pero sí es bueno que, aunque determinada norma sabéis que es inamovible, se pueda hablar sobre ella y justificarla.
Por ejemplo, muchas órdenes incumplidas están relacionadas con dos temas: lo escolar (“Cómo hacer que los deberes escolares no se conviertan en una pesadilla”) y las labores del hogar. Lo mejor es estipular de forma clara un horario de labores que realizará cada miembro del hogar, para que el niño entienda por qué debe colaborar (por ejemplo, porque los papás no dan abasto para todo, necesitan su ayuda, y además así él aprende a hacer pequeñas faenas y se siente útil).
Explícale que se necesitan 21 días para consolidar un hábito. Esos primeros días serán difíciles, pero cuando lo haya hecho 21 días (especialmente si se sigue una rutina para ello), hacerlo le saldrá sólo.
16. Haz explícita tu preocupación por su falta de obediencia:
En algún momento que los dos estéis tranquilos, háblalo con él tranquilamente. Dile que últimamente estás notando que no te hace nunca caso; dile lo que sientes cuando se comporta así.
Preferiblemente, que esta charla no sea inmediatamente después de haber discutido por una orden incumplida; si no, se lo tomará como una reprimenda más. Pregúntale por qué lo hace y qué puedes hacer tú para que asuma las cosas que le pides de buen grado.
La edad de tu hijo es un factor importante
Si hablamos de obediencia, es importante hablar de edades.
La edad de tu hijo es muy relevante a la hora de entender por qué no te hace caso. Si está en la rebeldía y la transgresión de la adolescencia, el tema de las normas es más complicado de gestionar que si es más pequeño. En general, los consejos de este artículo están pensados para niños más pequeños, pero también pueden ser útiles para adolescentes.
Este contenido ha sido publicado originalmente por imageneseducativas.com y elportaldelhombre.com
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