[Adriana Figueroa y Ricardo O. Russo] Aportes de otras miradas hacia la ciudadanía ambiental

Presentamos la Bioalfabetización como una vía conducente hacia la Ciudadanía ambiental y presentamos propuestas de cambios desde lo global a lo local. Partimos del concepto de Cuidado de la Vida, como categoría de análisis y el de Educación para la vida, que contiene reflexiones acerca de la educación que será requerida para enfrentar los desafíos que nos presenta un cambio de paradigma, hacia una conciencia para preservar la vida y una mayor justicia planetaria.

Este ensayo introduce y explora algunas herramientas metodológicas y pedagógicas, que mujeres y hombres, estudiosos de lo ambiental y del desarrollo, han aportado para tener otras miradas de la investigación y la practica transformadoras y adherimos al término Bioalfabetización que une la eco-alfabetización, que generalmente prioriza lo ambiental con lo social y cultural que lleva a la ciudadanía ambiental.

Introducción

La justificación teórica de este ensayo se basa en el pensamiento complejo y la necesidad de entrar en una lógica dirigida hacia un pensar y actuar inter- y trans-disciplinario, Dado que los complejos fenómenos del mundo actual no pueden ser explicados y superados desde las visiones que hasta ahora hemos tenido. Es necesario converger desde diversas perspectivas y estas perspectivas han estado sesgadas y respondiendo a una visión hegemónica. Para construir una nueva racionalidad social, económica, política y ambiental es necesario partir de la complejidad de las relaciones e interrelaciones en el planeta. Habitamos un planeta, una esfera azul que mirada desde el espacio, es un todo, naturaleza y animales (incluida la especie humana) viajando juntos en una ciudadanía ambiental.

Jones (1989), hace más de tres décadas afirmaba que “era necesario volver a poner la naturaleza en la ciencia, lo que no es una tarea fácil; ya que la tendencia en los currículos biológicos se aleja del estudio de la naturaleza, hacia la biología molecular. La genética y la biología celular ahora ocupan entre el 30 y el 75 por ciento de la mayoría de los cursos de biología. Esto hace que la ciencia sea aún más abstracta y menos concreta. Al examinar los cambios curriculares, preguntémonos si no es también importante saber cómo es un halcón, poder identificar algunos árboles y experimentar la belleza y la soledad de los bosques”.  En este marco referencial, creemos que la bio-alfabetización es un enfoque educativo holístico que extiende el alcance de la educación ambiental y la eco-alfabetización, porque incluye aspectos biológicos, físicos, ambientales, económicos, sociales y culturales y tiende promover a la conciencia ambiental y social, en las personas aprendientes en los procesos de enseñanza-aprendizaje.

Respecto de la complejidad, Enrique Leff (2006) afirma que ambiente no es la ecología, sino la complejidad del mundo; es un saber sobre las formas de apropiación del mundo y de la naturaleza a través de las relaciones de poder que se han inscrito en las formas dominantes de conocimiento. Desde allí parte nuestro errante camino por este territorio desterrado del campo de las ciencias, para delinear, comprender y dar su lugar su nombre propio al saber ambiental (Leff. 2006:5).

La bioalfabetización o Educación Biológica se presenta como un nuevo concepto educativo, que se diferencia de la educación ambiental. Es enseñar biología y ecología en el sitio natural, con lo cual tanto los niños como los adultos van a desarrollar la sensibilidad y un mejor criterio para las decisiones de tipo ambiental en el futuro. La población aprendiente empieza a entender cómo funciona y está estructurada la naturaleza y analizan los procesos que se dan en ella. Es un proceso nuevo porque utiliza los paisajes como aulas laboratorio se aprende de los recursos biofísicos-sociales y culturales, se identifica y comprende cómo es la dinámica de un ecosistema holísticamente y desde la complejidad.  Cuando se habla de educación ambiental se la enfoca como un área de estudio y no como un proceso. Por otra parte, algunos autores (A, B, C) han coincidido que la educación ambiental debe ser un proceso que incluye un esfuerzo planificado para comunicar información basada en datos científicos y que, dicho proceso debe ser diseñado para apoyar el desarrollo de actitudes, opiniones y creencias que apoyen la adopción sostenida de conductas que guíen a las personas individuales y a grupos para que vivan sus vidas con conciencia ambiental.

Según Semilarski y Laius (2021) la investigación educativa basada en una disciplina es un campo emergente e interdisciplinario orientado a comprender y elevar la enseñanza y el aprendizaje específicos de una disciplina, y que el número de docentes en el campo de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas ha crecido rápidamente en los últimos años. A su vez, las investigaciones en bioalfabetización forman parte de este campo en expansión. Y uno de los problemas identificados es la necesidad de llevar a cabo investigaciones en profundidad dentro de cada disciplina científica por separado.

La bioalfabetización tiene algunos puntos en común con la alfabetización científica, tales como: a) la importancia de pensar creativamente, b) formular preguntas sobre la naturaleza, c) razonar lógica y críticamente, d) evaluar la información, e) usar las tecnologías para aplicaciones biológicas de manera adecuada, f) tomar decisiones personales, y g) éticas relacionadas con cuestiones relacionadas con la biología y aplicar el conocimiento biológico para resolver problemas. (Uno & Bybee, 1994).

Las decisiones de gestión ambiental, tanto en el campo como fuera del sitio, tienen el potencial de contribuir a la mitigación y adaptación al cambio climático. El cambio climático amenaza con aumentar el potencial de erosión del suelo, reducir la calidad del suelo, disminuir la productividad agrícola e impactar negativamente en la seguridad alimentaria y la sostenibilidad global, lo que lo convierte en uno de los desafíos más graves que enfrentaremos en el siglo 21 (Lal et al., 2011).

El potencial de la Bioalfabetización, no solo es para mitigar el cambio climático, sino también para adaptarnos a un clima cambiante. La misma tiene diferentes aspectos tales como la gestión del agua, la gestión del carbono, la gestión del nitrógeno en la agricultura, la gestión del estiércol en la ganadería, la gestión en sistemas de bajos insumos (agricultura orgámica y sostenible) y la gestión de las tierras de pastoreo. La Bioalfabetización también incluye las decisiones de manejo con respecto a las prácticas de conservación, como la labranza cero, la agricultura de conservación y el manejo de residuos de los cultivos; prácticas que pueden contribuir al secuestro de carbono y a la mitigación y adaptación al cambio climático; y a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

Este ensayo de revisión sugiere, que la Bioalfabetización, influye en las decisiones de gestión ambiental que aumenten el secuestro de carbono para mejorar las funciones del suelo, que reduzcan la erosión del suelo, y contribuyan a la resiliencia de los suelos y los sistemas de cultivo para responder al cambio climático y los desafíos relacionados, como la seguridad alimentaria. Nuestra revisión sugiere que sin decisiones de gestión que aumenten la conservación del suelo y el agua, la seguridad alimentaria para la creciente población mundial será más difícil de lograr.

Justificación

Los complejos fenómenos del mundo actual, no pueden ser explicados y superados desde las visiones que hasta ahora hemos tenido. Es necesario converger desde diversas perspectivas y estas perspectivas han estado sesgadas y respondiendo a una visión hegemónica. Para construir una nueva racionalidad social, económica, política y ambiental es necesario partir de la complejidad de las relaciones e interrelaciones en el planeta. Respecto de la complejidad, Leff (2006:5) afirma que ambiente no es la ecología, sino la complejidad del mundo; es un saber sobre las formas de apropiación del mundo y de la naturaleza a través de las relaciones de poder que se han inscrito en las formas dominantes de conocimiento. Desde allí parte nuestra visión por este territorio desterrado del campo de las ciencias, para delinear, comprender y dar su lugar su nombre propio al saber ambiental, introduciendo el pensamiento complejo y una lógica dirigida hacia un pensar y actuar transdisciplinar.

El mismo autor, profundiza que la epistemología del desarrollo sustentable es compleja, y por su carácter interdisciplinario, no es una ciencia natural ni una ciencia social pura. Es una nueva forma de ver la realidad, que aprende de ella analizando procesos, superando la visión fragmentada de los estudios, por lo que debe aproximarse a ella de manera distinta a las que las distintas ciencias lo hacen. El desarrollo sustentable cae dentro de una concepción de cambio de paradigma transdisciplinar, por lo que debe ser abordado desde diversas ópticas y dimensiones.

Bioalfabetización y ciudadanía ambiental

El término “ciudadanía ambiental” incluye aspectos ético-políticos de la noción de ciudadanía a temáticas territoriales relativas a la noción de ambiente, que según Leff (2004) “es entendida en la filosofía ambiental latinoamericana no tanto en términos de una descripción físico-ecológica sino como “resultado de componentes sociales y naturales”. Si bien, según Gutiérrez (2020), no se trata de un concepto elaborado, la noción de ciudadanía ambiental ha sido utilizada en diversos análisis políticos y en textos de filosofía política enfocados en temáticas ambientales. Como lo adelantara el pensador inglés Andrew Dobson (2003, 2005) en su conceptualización de la “ciudadanía ambiental” oponiéndola a la “ciudadanía ecológica”; la primera se refiere a los derechos y deberes en el contexto del estado liberal-democrático de la modernidad, cuyo perfil antropocéntrico presupone el reconocimiento de derechos “al ambiente sano” para los seres humanos, La ciudadanía ecológica, en cambio, abarca aspectos que no tienen un carácter contractual; se refiere tanto a la esfera pública como a la privada; se centra en el origen en lugar de en la naturaleza del deber para determinar cuáles son las virtudes de la ciudadanía; opera con el lenguaje de la virtud; y es explícitamente no-territorial (Dobson, 2001).

Concurrentemente, Gutiérrez y Prado (2015) toman el tema de ciudadanía ambiental y expanden su alcance a ciudanía planetaria, que también comprende las obligaciones éticas que nos vinculan tanto con la sociedad como con los recursos naturales del planeta de acuerdo con nuestro rol social y en la perspectiva del desarrollo sostenible. A partir de este enfoque sociológico es más fácil comprender las responsabilidades diferenciadas de cada sector social frente a temas de interés público como es el ambiental. Los autores se basan en que el ciudadano crítico y consciente es aquel que comprende, se interesa, reclama y exige sus derechos ambientales al sector social correspondiente y que a su vez está dispuesto a ejercer su propia responsabilidad ambiental. Este ciudadano cuando se organiza y participa en la dirección de su propia vida, adquiere poder político y una capacidad de cambio colectivo. Esto implica que la ciudadanía ambiental es decisiva para el éxito de cualquier política ambiental. Existen muchas políticas ambientales que necesitan de la participación indispensable de la ciudadanía, como las de sostenibilidad y sobre economía circular y baja en carbono. No son políticas que puedan realizarse solo de arriba abajo. Pero tampoco solo de abajo a arriba. La crisis pandémica nos ha mostrado que la cooperación de la ciudadanía es indispensable para el éxito.

Una experiencia de biolfabetización en Costa Rica

El ecólogo Daniel H. Janzen ha pasado prácticamente toda su carrera de medio siglo tratando de catalogar y comprender a las criaturas en un remanente de bosque tropical seco en el noroeste de Costa Rica. Sus esfuerzos evolucionaron hacia la construcción de un área de conservación del mar a la cumbre, y un impulso para inventariar todos los millones de especies en el país en asociación con el gobierno de Costa Rica. Janzen comenzó estudiando las hormigas que protegen a las acacias, y las acacias que protegen y alimentan a esas hormigas. Él y su esposa y colega Winnie Hallwachs han trabajado por décadas en Costa Rica y son pioneros en un nuevo enfoque para la conservación de los bosques tropicales. El resultado es un próspero parque nacional de 168,000 hectáreas, que Janzen llama un “jardín”, que abarca hábitats interconectados desde las cimas de los volcanes hasta el mar, incluida la selva tropical caribeña de elevación media. El problema con la restauración de los bosques, según Janzen, es que “…las grandes áreas silvestres no parecen tener un propietario o presencia”, y que “La gente viene y toma lo que quiere y hace lo que le gusta”. Esto estimuló a Janzen y Hallwachs a escribir un “plan estratégico no solicitado para la supervivencia a largo plazo del bosque seco de Santa Rosa” en el otoño de 1985. El objetivo era restaurar el bosque tropical seco utilizando los pequeños bosques remanentes en el Parque Nacional Santa Rosa. Finalmente obtuvieron la aprobación del gobierno cuando aseguraron a los funcionarios que la restauración forestal no le costaría dinero al gobierno. Según todas las mediciones, el AGC ha tenido un gran éxito, aunque poco ortodoxo. En sus primeros días, partes del parque fueron arrendadas a ganaderos para que hasta 7000 vacas pudieran ser utilizadas como “máquinas bióticas de siega”. La medida era muy necesaria porque las tierras habían sido invadidas por un pasto no nativo que alimentaba grandes incendios. Los incendios tenían el potencial de eliminar los pocos fragmentos de bosque seco nativo que quedaban.

Klymkowsky et al. (2003) afirman que, si bien muchos estudiantes toman cursos de biología tanto en el nivel secundario como en el universitario, hay poco en el camino de una evaluación confiable y válida de la efectividad de la educación biológica. Esta carencia tiene consecuencias importantes en términos de bioalfabetización y que habría que hacer un esfuerzo comunitario para definir lo que una persona bioalfabetizada necesita saber para desarrollar, validar y difundir una serie de instrumentos con visión holística que integren lo biofísico, social y ambiental. La bioalfabetización requiere la capacidad de hacer más que simplemente enumerar y etiquetar: requiere comprensión conceptual, la capacidad de transferir conocimiento y comprensión a otros dominios. Por lo tanto, la bioalfabetización incluye un conocimiento práctico del método y la práctica científica. Elegimos definir la bioalfabetización de esta manera porque nuestra experiencia como educadores ha demostrado que la comprensión conceptual es la clave para cumplir con los criterios más generales de alfabetización científica.

Enseñanza y aprendizaje holísticos: Una visión latinoamericana

En cuanto a la enseñanza y el aprendizaje holísticos son otros enfoques innovadores para la enseñanza y el aprendizaje que se conectan con el ser humano como individuo; y según Korthagen (2004) la educación holística se adapta mejor que la educación convencional a una visión nueva y cada vez más aceptada de lo que significa el ser humano.  Si bien algunos autores afirman que los puntos de vista centrales para la educación holística no son nuevos, sino que, son atemporales y son el resultado de un cambio de paradigma cultural que comenzó en la década de 1960 y que son cada vez más populares (¿Figueroa?, ¿Prado? ¿Gutiérrez?).

La aparición de un pensamiento ambiental latinoamericano con rasgos propios en el que en parte coinciden y en parte divergen de los de otros continentes abre un nuevo horizonte de investigación; en este movimiento se reconocen personalidades internacionales como Efraín Hernández Xolocotzi, Arturo Gómez Pompa, Víctor Toledo y Miguel Altieri, entre otros. En este movimiento también se destacan ecólogos latinoamericanos como Jorge Morello y Maximina Monasterio, que también contribuyen a un conservacionismo latinoamericano. Los principales motivos causantes de estos pensamientos regionales son atribuibles a una concientización de la inequidad política y económica mundial y al saqueo de los recursos naturales de la región. Esta conciencia va desde la explotación colonial hasta la época actual y está bien figurada en las “venas abiertas” introducida por Eduardo Galeano, y ha dado lugar a investigaciones recientes sobre el intercambio económica y ecológicamente desigual

Recientemente ha surgido un nuevo ecologismo político latinoamericano, que tal vez se podría llamar eco-socialismo, recurriendo a conceptos como la racionalidad ecológica productiva introducido por Enrique Leff (2004, 2006); ampliamente desarrollado por Glico et al. (2020), quienes reconocen que…”En la actualidad se viven situaciones muy complejas a nivel mundial, nacional y local, con enormes impactos ambientales, sociales y económicos, y las grandes crisis amenazan hasta la propia vida en el planeta. El orden económico internacional se presenta como desequilibrado, injusto y excluyente, con países desarrollados y otros en desarrollo; esto es, países ricos y pobres, con crisis financieras, económicas, comerciales, alimentarias, energéticas, sanitarias, educacionales, demográficas, migratorias y ambientales, donde prevalecen la inequidad y las grandes brechas de desigualdad social, étnica y de género, así como la desconsideración por los derechos humanos y de la infancia”. Ante este marco referencial proponemos que la bioalfabetización favorecería un nuevo paradigma de desarrollo más justo, equitativo, inclusivo y solidario, con la humanidad en el centro de atención. 

Referencias
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Autora: Adriana Figueroa, ciudadana chilena-costarricense.
Profesora y Coordinadora de la Maestría en Gestión Ambiental y Desarrollo Sostenible.
Universidad La Salle, San José, Costa Rica.
Máster en Gestión Ambiental y Doctoranda en Educación, Universidad La Salle, Costa Rica.
Correo electrónico: [email protected]

Autor:
Ricardo Russo, ciudadano argentino-costarricense.
Profesor, Universidad La Salle, San José, Costa Rica y Universidad de Costa Rica, EEAVM, Ochomogo, Cartago, CR.
Doctorado en Educación, Universidad La Salle, Costa Rica. Ph.D., Universidad de Yale, New Haven, EE.UU. Magister Scientiae, Universidad de Costa Rica.
Correo electrónico: [email protected] y [email protected]

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