Oración de un Padre y Maestro

La paternidad es un don que todo hombre quisiera ejercer con amor, con alegría, con entrega, sin guardarse nada para sí, sin medir los sacrificios, con mucha fe y esperanza, con grandeza, con la emoción inolvidable del día que tuvo por primera vez a su hijo en sus brazos.
Y el padre maestro siente que une a esos sentimientos, su vocación docente para que nunca se apague el recuerdo de su experiencia cuando entró por primera vez al aula, y el natural temor a la trascendente responsabilidad de ayudar a otros padres, que han confiado en él, en la educación de esos niños y jóvenes que están frente a él.

Vaya para ellos esta oración (inspirada en una plegaria atribuida a la Madre Teresa de Calcuta), para que recuerde siempre que es un ser humano que necesita de su familia y de su comunidad educativa.

Necesito la ayuda de mi esposa y de mis hijos para a decir la verdad siempre, para decirla sin miedo a los fuertes y sin miramientos a los pobres.

Necesito ser honesto conmigo mismo, con mi familia y con los demás, y a no decir mentiras para ganarme el aplauso fácil y momentáneo.

Si todo va bien, que no me crea superior y nunca pierda de vista a los que más necesitan mi apoyo, cercanía y paciencia en su proceso educativo.

Si tengo éxito, que no pierda la humildad. Si tengo la capacidad de ser humilde, que no pierda de vista la importancia de mi dignidad.

Debo ver siempre la otra cara de la moneda, que no le eche la culpa o justifique mis errores a los que no piensan igual que yo.

Necesito querer a mi esposa, a mis hijos, a mis estudiantes, a los que me ayudan en la construcción y la vida de mi hogar, a los vecinos y a toda la gente, como a mí mismo, y a no juzgar a nadie, y menos condenarlos a la indiferencia o considerarlos incapaces y descartables.

No debo caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso. Necesito pensar en mi familia, en las personas que me aman y amo, que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.

Debo enseñar con el ejemplo que perdonar es un signo de grandeza y que la venganza es una señal de bajeza.

Y si algún día no tengo éxito, todo se me derrumba, pediré a mi familia que me ayude a tener fuerzas para aprender del fracaso. A mis alumnos para que me animen a ponerme de pie.

Y si acaso ofendiera a alguien, debo tener el valor para disculparme, y si la gente me ofende, debo tener valor para perdonar.

Pido, con todas mis fuerzas, que nunca me olvide de mi esposa, de mis hijos, de mis estudiantes, de los padres de familia que me confían o me confiaron sus hijos, de todas las personas que me apoyan para que mis hijos y mis estudiantes lleguen a ser personas de bien; y que ellos nunca se olviden de mí.

REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF



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