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Explorando las causas de la agresividad infantil: Frustración, inseguridad y baja autoestima

El comportamiento agresivo en los niños es una preocupación común para padres, educadores y profesionales de la salud. Entender las razones detrás de este tipo de conducta puede ser clave para abordarlo de manera efectiva y brindar el apoyo adecuado a los niños involucrados. Se ha observado que los niños agresivos a menudo experimentan sentimientos de frustración, inseguridad o baja autoestima, los cuales pueden influir en su forma de interactuar con los demás.

La frustración es una emoción natural que surge cuando un niño se enfrenta a obstáculos o dificultades para satisfacer sus necesidades o alcanzar sus metas. Algunos niños pueden tener dificultades para manejar esta frustración y, como resultado, pueden recurrir a comportamientos agresivos como una forma de expresar su malestar.

Por otro lado, la inseguridad es otro factor que puede contribuir al comportamiento agresivo en los niños. Los niños que se sienten inseguros pueden temer el rechazo o la falta de aceptación por parte de sus compañeros, lo que los lleva a adoptar una actitud defensiva y agresiva como una forma de protegerse o ganar poder en las interacciones sociales.

Además, la autoestima baja puede desempeñar un papel importante en el desarrollo de la agresividad en los niños. Cuando un niño no se siente valorado, amado o aceptado, puede experimentar una disminución de su autoestima. Esta falta de confianza en sí mismo puede generar sentimientos de inferioridad y provocar que el niño recurra a la agresión como una forma de compensación o para establecer su dominio sobre los demás.

Es importante comprender que estos factores no son mutuamente excluyentes y pueden interactuar entre sí. La agresividad en los niños es un tema complejo que puede estar influenciado por una variedad de factores individuales, familiares y sociales. Al abordar este comportamiento, es esencial adoptar un enfoque holístico que tome en cuenta todas las posibles causas subyacentes y brinde el apoyo adecuado tanto al niño como a su entorno.

En este contexto, la intervención temprana y el apoyo profesional desempeñan un papel fundamental. Al trabajar junto con psicólogos, terapeutas infantiles y otros expertos, se pueden identificar las necesidades específicas del niño y proporcionar estrategias de manejo de la frustración, construcción de la autoestima y desarrollo de habilidades sociales saludables. Al hacerlo, se fomenta un entorno seguro y propicio para el crecimiento y desarrollo emocional de los niños agresivos.

La agresividad en los niños

Estas viendo jugar a tu hijo en el parque y de repente, empuja a otro niño por coger un juguete e incluso lo muerde. Reacciones como estas podemos entenderlas cuando los niños tienen alrededor de dos a tres años, edad en la cual pueden tener ciertos momentos de agresividad, siendo reacciones adaptativas en una etapa de desarrollo determinado y una forma de expresar su cólera. Sin embargo, el problema surge cuando estas conductas de agresividad se mantienen en el tiempo, incrementan en intensidad y frecuencia, convirtiéndose en una forma habitual de resolver conflictos, llamar la atención o conseguir lo que quiere. Si bien el niño es pequeño, es importante recordarles continuamente que estos comportamientos agresivos no son aceptables y, al mismo tiempo, enseñarle otras maneras de expresar ese enojo o frustración.

Una de las mayores dificultades que los padres encuentran es saber controlar y reaccionar ante la conducta agresiva de su hijo. Estas conductas se presentan como una forma de expresar su cólera, frustración o desacuerdo ante alguna situación con el fin de obtener un beneficio, satisfacer sus deseos o llamar la atención de los demás. Con conductas intencionadas como morder, pegar a otros, destrozar cosas, burlarse o usar palabras inadecuadas, pudiendo causar daño físico o psicológico en otros, los niños utilizan la agresión para obtener algo y, mientras les siga funcionando y no haya consecuencias negativas, seguirán haciéndolo.

El niño puede haber aprendido estas conductas por modelos o imitación, siendo la familia el primer referente (formas de comunicación, cómo imparten la disciplina, manejo de sus emociones, entre otros). Si observa que en casa se resuelven situaciones con cierta violencia, validan estas reacciones como forma de defenderse y las relaciones se dan por ejemplo con tratos bruscos y gritos, desaprobación y crítica, aprenderá a comportarse y relacionarse con los demás casi en la misma forma. Lo importante es que el niño no solo observa la conducta agresiva, sino sobre todo, las consecuencias que esto trae consigo y, si es un beneficio, tenderá a repetirlo. De otro lado, el ambiente social influye, como por ejemplo, estar expuestos a escenas con cierta carga de violencia. La agresividad en niños también se relaciona con una pobre valoración de sí mismo, baja autoestima, lo cual produce inseguridad, intentando el niño compensar estos sentimientos con actos agresivos. Más aún, cuando el niño es etiquetado como “agresivo”, va aceptando esa visión de sí mismo y por tanto actuará actuar como tal.

Si como padres detectas señales de alerta en el comportamiento de tu hijo o ya se ha instaurado la agresividad, lo importante es tomar conciencia y acciones al respecto, ya que son conductas que se pueden modificar. Recibiendo orientaciones y estrategias, tienen solución, es un trabajo de prevención. El primer paso será identificar el comportamiento agresivo que usa para manifestar su frustración y qué lo genera. Luego, asegurarse que los beneficios posteriores a una conducta agresiva desaparecen, colocando consecuencias a sus actos de acuerdo a la falta y edad. Es importante mostrarles que pueden obtener lo que desean a través de actitudes positivas, modulando la expresión de sus emociones y conductas, reforzándolos con aprobaciones, y alabanzas, siendo más efectivos. Asimismo dar modelos adecuados con formas de comunicación y disciplina positiva, con firmeza pero con calma. No dejar pasar por alto los comportamientos agresivos pero tampoco sobre reaccionando. El mensaje debe ser claro: la agresividad no es un comportamiento aceptable y no obtendrán lo que quieren. Como padres no deben dejar de lado fomentar el desarrollo emocional de sus hijos brindándoles un espacio para conversar, lo que piensa y siente en las situaciones que se desata la conducta agresiva, colocarle un nombre a eso que siente, y luego darle ejemplos prácticos con cuentos, historias, para que respondan con empatía y enseñándoles formas positivas de relacionarse, respetando y colaborando.

Al mismo tiempo, resulta importante comunicarse con el centro educativo siendo un trabajo en equipo y de forma colaborativa. Así, el centro podrá trabajar con todos los alumnos programas de desarrollo emocional, habilidades sociales, solución de conflictos, valores, entre otros, los cuales favorezcan su autorregulación y desarrollo socioemocional.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Colegio Antares en la siguiente dirección: cpal.edu.pe | Autor: Maria de los Angeles Del Castillo



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