Maestros al servicio de la educación

Los alumnos no saben escribir. No entienden lo que leen. No leen

“Los alumnos no saben escribir. No entienden lo que leen. No leen.” Esta queja, en boca de los docentes, aparece a lo largo de todo el sistema educativo, desde la educación básica. También en la universidad. Y la responsabilidad siempre parece ser de otro: el primer ciclo debiera haber hecho algo que no hizo, los padres debieran haber hecho algo. Y también, se dice, la secundaria (o un curso de ingreso universitario) debiera haber formado a los alumnos para que llegaran al nivel superior sabiendo escribir, leer y estudiar.

Existe una falacia en esta queja y simultáneo rechazo a ocuparse de la enseñanza de la lectura y escritura en la universidad. El razonamiento parte de una premisa oculta, de un supuesto que, una vez develado, resulta ser falso.

Se supone que la escritura y la lectura académicas son habilidades generalizables, aprendidas (o no aprendidas) «fuera de una matriz disciplinaria y no relacionadas de modo específico con cada disciplina» (p. 53): La escritura suele ser considerada una técnica separada e independiente, algo que debería haber sido aprendido en otra parte, enseñada por otro -en la secundaria o al entrar en la universidad. De aquí surge la casi universal queja (de los profesores) sobre la escritura de los estudiantes y también el omnipresente rechazo a hacerse cargo de su enseñanza.(Russell, 1990: 55).

Esta idea de que leer y escribir son habilidades separadas e independientes del aprendizaje de cada disciplina es tan extendida como cuestionable. Numerosos investigadores constatan, por el contrario, que la lectura y escritura exigidas en el nivel universitario se aprenden en ocasión de enfrentar las prácticas de producción discursiva y consulta de textos propias de cada materia, y según la posibilidad de recibir orientación y apoyo por parte de quien la domina y participa de estas prácticas.

Sin desmerecer la tarea valiosa que realizan los talleres de lectura y escritura que algunas universidades contemplan al inicio de sus carreras (por ejemplo, Di Stefano y Pereira, 2004), pareciera que esta labor es intrínsecamente insuficiente.

Es decir, la naturaleza de lo que debe ser aprendido (leer y escribir los textos específicos de cada asignatura en el marco de las prácticas académicas disciplinares) exige un abordaje dentro del contexto propio de cada materia. Un curso de lectura y escritura, separado del contacto efectivo con los materiales, procedimientos y problemas conceptuales y metodológicos de un determinado campo científico-profesional, sirve como puesta en marcha de una actitud reflexiva hacia la producción y comprensión textual, ayuda a tomar conciencia de lo que tienen en común muchos de los géneros académicos, pero no evita las dificultades discursivas y estratégicas cuando los estudiantes se enfrentan al desafío de pensar por escrito las nociones que estudian en las asignaturas.»

Carlino, PaulaEscribir, leer y aprender en la universidad. Buenos Aires: 2013, Fondo de Cultura Económica de Argentina. Impreso. Págs. 21 a 23.

Acerca de Paula Carlino: Paula Carlino (Doctora en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid -1996-, Licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires) se desempeña como Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas –CONICET– desde 1999, con sede de trabajo en el Instituto de Lingüística de la Universidad de Buenos Aires.

Ha desarrollado experiencia en docencia universitaria de grado y posgrado, así como en acciones de formación de docentes y otros profesionales, tanto en Argentina como en España y Latinoamérica. Autora de numerosas publicaciones sobre la formación de lectores y escritores, su libro Escribir, leer y aprender en la universidad, ha sido distinguido como Mejor Libro de Educación ‑Obra didáctica‑ de edición 2005 y a 2014 lleva 7 reimpresiones. (Acta Académica).

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Este contenido ha sido publicado originalmente por BORZANI en la siguiente dirección: borzaniyasociados.com



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