Directivos altamente tóxicos, cómo identificarlos y qué hacer al respecto

«Las personas no se van de los colegios, instituciones o empresas, se van de los directores, coordinadores o jefes”. Tal vez sea el axioma más repetido por los gurús de las organizaciones. Tanto, que es difícil saber a ciencia cierta a cuál de ellos corresponde originalmente su autoría (algunos se lo atribuyen a Tom Peters). Pero no por manida la frase deja de encerrar una gran verdad: los malos jefes ahuyentan el talento.

Paco Muro, presidente de Otto Walter International, cree que en las empresas españolas todavía queda mucho “troglodita directivo” que usa el “ordeno y mando” como principal herramienta de liderazgo. Luis Huete, profesor de IESE Business School, va aun más lejos y afirma que al menos el 5% de los jefes son, directamente, sociópatas. “Los jefes tóxicos hacen un enorme daño no solo al talento, sino a la fibra humana de sus equipos. Una persona que trabaja en un entorno laboral tóxico pierde al menos 10 años de vida”.

La consultora Otto Walter realizó en 2012 un estudio, titulado Los jefes tóxicos, en el que preguntó a miles de empleados de todos los sectores y categorías profesionales acerca de cuáles habían sido los comportamientos más irritantes que habían sufrido de sus superiores.

El 49% de los encuestados denunció las “faltas de respeto” como la principal lacra procedente de los mandos. “Prepotencia”, escogida por un 37%, “incompetencia directiva” (29%), “falta de apoyo al equipo” (28%) o “ausencia de trato humano” (25%) completan este cuadro de los horrores. Unas nefastas credenciales, especialmente si se tiene en cuenta que quienes las acreditan “se supone que están de jefes porque un día destacaron como buenos profesionales”, comenta Paco Muro.

Varios defectos

Pero el manual del mal jefe incluye otros defectos. Pilar Jericó, presidenta de Be-Up, destaca, entre ellos, “la indefinición a la hora de marcar objetivos, no escuchar a los demás, colgarse medallas, incumplir lo prometido, no reconocer un buen trabajo o cambiar mucho de opinión”. Aunque cuando realmente el mando traspasa la línea de no retorno con sus subordinados es cuando fallan lo que esta experta llama los “momentos de la verdad”. “No hay nada más decepcionante que un jefe que no defiende a su equipo. O que no sabe estar a la altura de las circunstancias en un momento delicado. Por ejemplo, si ha fallecido un familiar de un colaborador y aun así le exige que siga trabajando con normalidad o que se quede hasta tarde”, expone. Cuando se cruza esa frontera, muchas veces ya no hay vuelta atrás. “Al jefe se le pierde el respeto porque se deja de confiar en su capacidad (conocimiento, toma de decisiones, liderazgo…) o en su manera de ser (malas formas, despotismo, falta de ética…)”, señala Eva Collado, consultora estratégica de capital humano. Alcanzar ese punto, añade, es la crónica de una muerte anunciada. “Porque no se puede trabajar ni aceptar órdenes de alguien en quien no confías y a quien no respetas”.

No obstante, Collado opina que a veces la cuestión de los jefes se toma demasiado a pecho. “Olvidamos que nuestros jefes también tienen jefes que, a su vez, hacen lo mismo con ellos”, recuerda. De hecho, es frecuente que se establezca una conexión emocional con el superior directo que puede derivar en una especie de síndrome de Estocolmo. Como consecuencia, al que está por encima en el escalafón se le toleran toda clase de tropelías. “El perdón libera muchas energías positivas y es conveniente practicarlo”, aconseja Luis Huete. Pero todo tiene un límite. El profesor del IESE alerta sobre otro tipo de jefatura tóxica que abusa de la indulgencia de sus subordinados. “Una persona que hiere conscientemente y que actúa para buscando el perdón es un peligro. En esos casos, mejor poner tierra de por medio”.

Los años de penuria laboral han provocado que muchos trabajadores aguanten carros y carretas, que agachen la cabeza ante el pobre pero efectivo argumento de “si no te gusta, sabes dónde está la puerta”. Pero los expertos auguran que esta situación no tardará en cambiar. “Muchos están hoy dónde están porque necesitan el trabajo, pero cuando mejore la situación se marcharán o, lo que es peor, se quedarán dando lo justo”, vaticina Paco Muro.

Son los millennials los llamados a encabezar esa revolución. “Las nuevas generaciones son cada vez más exigentes. No tienen ni miedo al jefe ni pelos en la lengua”, sostiene Marta Blasco, profesora del Centro de Estudios Financieros (CEF). ¿Qué tipo de líder buscan estos jóvenes? “Un jefe que consensúa los objetivos a conseguir”, explica. Y, sobre todo, “que les motiva hacia la consecución de esas metas marcadas, sabe generar desafíos y apoya a su equipo siempre que lo necesita”.

El mejor líder

La historia de Dan Price, presidente de Gravity Payments, se convirtió en viral cuando en 2015 renunció a un sueldo de siete cifras para subir con ese dinero el salario medio de los 120 empleados de la empresa de Seattle, hasta los 70.000 dólares. En agradecimiento, la plantilla al completo le regaló tiempo después un Tesla Model S, el coche de sus sueños.

Para este atípico jefe liderar significa confiar en los trabajadores. “El principal obstáculo para el desarrollo de las personas es su falta de independencia. Cuando tu jefe te demuestra que confía en ti y te da libertad para actuar según tu criterio, te sientes más realizado en tu rol, aumenta tu autoestima y percibes que eres el dueño de tu propia carrera”, dice Price.

Según este joven ejecutivo, las compañías que están orientadas a un propósito y no sólo a los beneficios demandan nuevos estilos de dirección. “El líder ya no necesita tener todas las respuestas, sino hacer las preguntas adecuadas”.

15 señales de fejes tóxicos

El liderazgo educativo tiene un impacto directo en la calidad del aprendizaje y en el bienestar de docentes y estudiantes. Sin embargo, existen casos en los que una gestión deficiente o una actitud negativa de los directivos puede afectar gravemente el ambiente escolar. Identificar las señales de un liderazgo tóxico es el primer paso para transformar la cultura institucional y promover un entorno más justo, equitativo y motivador. A continuación, presentamos 15 indicadores clave que afectan la educación cuando un liderazgo no está bien encaminado.

1. Evitan los conflictos

Los líderes educativos deben abordar los conflictos de manera profesional y efectiva. No enfrentarlos permite que se acumulen tensiones entre docentes, estudiantes y apoderados, deteriorando el clima escolar y afectando el desempeño de todos los involucrados.

2. Lo gestionan todo con reglas innecesarias

La rigidez excesiva en normas y procedimientos puede sofocar la creatividad y la innovación pedagógica. Un buen liderazgo debe equilibrar la disciplina con la flexibilidad, permitiendo que los docentes puedan adaptar sus estrategias según las necesidades de sus estudiantes.

3. Microgestionan constantemente

Cuando un directivo intenta controlar todos los detalles de la labor docente, está demostrando falta de confianza en su equipo. Esto no solo desmotiva a los profesores, sino que también impide el desarrollo de metodologías propias y adaptadas a la realidad de cada aula.

4. Olvidan cosas y luego culpan a otros

Un liderazgo ineficiente puede cometer errores administrativos o pedagógicos, pero en lugar de asumir la responsabilidad, la traslada a los docentes o incluso a los estudiantes. Esto genera desconfianza y un ambiente tóxico dentro de la institución.

5. Tienen favoritismos

Cuando un líder otorga privilegios a ciertos docentes o estudiantes sin criterios claros, genera divisiones y un ambiente de injusticia. La equidad es fundamental para un liderazgo efectivo, pues fortalece la confianza y la cooperación dentro de la comunidad educativa.

6. No se sienten cómodos diciendo no

La indecisión o el temor a negar peticiones poco viables genera confusión y desorden. Un buen líder debe ser capaz de tomar decisiones firmes, siempre basadas en criterios justos y en el bienestar de la comunidad educativa.

7. Se atribuyen todo el mérito

El éxito en una institución educativa es el resultado del esfuerzo colectivo. Un líder tóxico se apropia de los logros de los demás, sin reconocer el trabajo de los docentes y estudiantes, lo que desmotiva y desvaloriza su esfuerzo.

8. Crean chismes sobre otros empleados

Fomentar rumores y desinformación dentro de la comunidad educativa genera un ambiente de desconfianza y conflicto. Un liderazgo sano promueve la comunicación abierta y el respeto mutuo.

9. Te ignoran y no te tienen en cuenta

Cuando los docentes sienten que su opinión no es escuchada, su motivación disminuye. Un buen líder involucra a su equipo en la toma de decisiones y valora su experiencia y conocimiento.

10. No dan crédito a quien lo merece

Reconocer el esfuerzo y las contribuciones de docentes y estudiantes es clave para fortalecer el sentido de pertenencia y la motivación. Un líder tóxico minimiza estos logros, afectando el compromiso de la comunidad educativa.

11. Te culpan de todos sus problemas

Si un directivo no asume su responsabilidad y culpa a su equipo por los problemas de la institución, crea un ambiente de tensión y desmotivación. Un liderazgo efectivo enfrenta los desafíos con humildad y trabajo en equipo.

12. Hablan más de lo que escuchan

Un líder que impone su visión sin escuchar las necesidades y preocupaciones del equipo está desaprovechando el potencial de su comunidad. La escucha activa es esencial para la mejora continua.

13. Solo se centran en lo negativo

Enfocarse exclusivamente en los errores y fallas genera un ambiente de miedo y desmotivación. Un liderazgo positivo equilibra la retroalimentación con el reconocimiento de los logros.

14. Excluyen a la gente deliberadamente

Un líder que excluye a ciertos docentes o estudiantes de decisiones y actividades está generando divisiones y un ambiente de discriminación. La inclusión y la participación son claves para una institución saludable.

15. No se preocupan por tu crecimiento

Cuando un líder no fomenta la capacitación y el desarrollo profesional de su equipo, está limitando el progreso de la institución. Un buen liderazgo invierte en la formación continua y en oportunidades de mejora.

Conclusión

El liderazgo en la educación no solo implica gestionar, sino inspirar, motivar y crear un ambiente donde tanto docentes como estudiantes puedan crecer. Identificar estas señales y trabajar para erradicarlas es fundamental para fortalecer la calidad educativa. La transformación empieza con líderes que fomenten la equidad, la comunicación y el reconocimiento del esfuerzo colectivo.

Es responsabilidad de todos, docentes y directivos, reflexionar sobre el impacto de nuestras acciones y buscar siempre mejorar el ambiente escolar para el beneficio de toda la comunidad educativa.

Este contenido ha sido publicado originalmente como SEIS SIGNOS REVELADORES DE UN JEFE TÓXICO, por BBC Mundo en la siguiente dirección: bbc.com



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