La necesidad de mejorar los aprendizajes no es solo una consigna política o curricular: es una urgencia pedagógica. Frente a este desafío, los docentes deben contar con herramientas conceptuales que les permitan planificar con claridad, enseñar con intención y evaluar con justicia. Una de estas herramientas, vigente desde mediados del siglo XX, es la Taxonomía de Bloom, una clasificación de los procesos cognitivos que ha evolucionado con el tiempo para responder a los nuevos contextos educativos.
Este artículo presenta una visión integral sobre qué es la Taxonomía de Bloom, cuáles son sus principales actualizaciones, cómo se puede aplicar en el aula y de qué manera concreta contribuye a mejorar la práctica docente y los aprendizajes del estudiantado.
¿Qué es la Taxonomía de Bloom?
La Taxonomía de Bloom es una herramienta conceptual desarrollada en 1956 por un grupo de psicólogos liderado por Benjamin Bloom, con el objetivo de clasificar los objetivos de aprendizaje en diferentes niveles de complejidad cognitiva. Nació en el contexto de la Asociación Norteamericana de Psicología, con la intención de facilitar la comunicación entre docentes y evaluadores, así como de estimular la investigación sobre el aprendizaje y la evaluación educativa.

Esta primera versión identificó tres dominios del aprendizaje: el cognitivo (centrado en el conocimiento y el pensamiento), el afectivo (relacionado con actitudes, valores y emociones) y el psicomotor (relativo a habilidades físicas). Sin embargo, el desarrollo más sistemático se dio en el dominio cognitivo, que se estructuró en seis niveles jerárquicos: conocimiento, comprensión, aplicación, análisis, síntesis y evaluación. La idea clave es que cada nivel representa una etapa del pensamiento más compleja que la anterior, y que los aprendizajes pueden planificarse, observarse y evaluarse con base en este marco progresivo.
¿Cuáles son las actualizaciones de la Taxonomía?
En 2001, un grupo de investigadores encabezado por Anderson y Krathwohl publicó una revisión sustancial de la taxonomía original. Esta actualización respondió a dos necesidades fundamentales: adaptarla a los cambios en la teoría del aprendizaje y hacerla más operativa para docentes de distintas áreas.
Los principales cambios introducidos fueron los siguientes:
- Cambio de sustantivos por verbos. En lugar de “conocimiento” o “comprensión”, ahora se habla de “recordar”, “comprender”, “aplicar”, “analizar”, “evaluar” y “crear”. Este cambio pone el foco en la acción del estudiante, facilitando la redacción de resultados de aprendizaje medibles y observables.
- Creación de una estructura bidimensional. La taxonomía revisada no solo clasifica los procesos cognitivos (como ya hacía la versión original), sino que también introduce una dimensión del conocimiento con cuatro tipos: factual, conceptual, procedimental y metacognitivo. Esta doble entrada permite categorizar cada objetivo, actividad o evaluación de manera más precisa, atendiendo tanto al tipo de saber como al nivel de pensamiento requerido.
Este nuevo enfoque permite organizar los aprendizajes de forma más rigurosa y contextualizada, ayudando a que el diseño curricular se centre verdaderamente en el desarrollo integral del estudiante.
¿Por qué es útil para los docentes?
La Taxonomía de Bloom revisada no es una herramienta teórica alejada de la realidad del aula. Su valor radica precisamente en su aplicabilidad. Permite a los docentes:
- Formular resultados de aprendizaje claros, orientados a la acción y coherentes con el perfil de egreso.
- Alinear las actividades de enseñanza y las estrategias de evaluación con lo que realmente se espera que el estudiante logre.
- Promover un aprendizaje más profundo y autónomo, que supere la simple memorización y avance hacia la resolución de problemas, la crítica y la creatividad.
- Garantizar que cada etapa del proceso educativo (objetivos, metodología y evaluación) responda a una misma lógica pedagógica, lo que se conoce como alineamiento constructivo.
Este alineamiento, como señalan Biggs y Tang (2011), es el pilar de una enseñanza eficaz, ya que evita contradicciones y asegura que todas las decisiones pedagógicas trabajen hacia el mismo fin: que el estudiante aprenda con sentido.
Cómo aplicar la taxonomía en el aula
1. Redacción de resultados de aprendizaje
Un resultado de aprendizaje bien formulado es una declaración clara de lo que se espera que el estudiante logre al finalizar una experiencia educativa. Según Kennedy (2006), debe redactarse con un verbo concreto, un contenido claro y un contexto definido. Es fundamental evitar expresiones vagas como “conocer”, “entender” o “aprender”, ya que no indican cómo se evaluará el logro.
Por ejemplo, en lugar de decir: “El estudiante conocerá los principios de la democracia”, es preferible decir: “El estudiante explicará los principios de la democracia a partir de casos históricos latinoamericanos”. Esta formulación permite observar el aprendizaje, vincularlo a contenidos y aplicarlo a contextos reales.
2. Planificación de actividades de enseñanza
Una vez definidos los resultados, las actividades deben diseñarse de forma que desarrollen el tipo de conocimiento y el nivel de proceso cognitivo deseado. No todas las actividades sirven para todo. Si se espera que el estudiante analice, no basta con una lectura pasiva; será necesario, por ejemplo, comparar argumentos, identificar supuestos o estructurar datos.
Aplicar la taxonomía permite seleccionar las estrategias didácticas más pertinentes. Por ejemplo, si se busca que los estudiantes creen, es posible que deban diseñar un producto, elaborar una propuesta, escribir un guion, resolver un problema complejo o construir una interpretación personal.
3. Evaluación alineada
La evaluación también debe corresponder al nivel cognitivo planteado en el resultado. Si se formula un objetivo en el nivel de “crear”, no se debe evaluar con una prueba de verdadero o falso. El tipo de tarea y los criterios de evaluación deben reflejar el tipo de conocimiento esperado.
La taxonomía ayuda a diseñar instrumentos de evaluación más justos, que midan lo que realmente se enseñó y que proporcionen evidencias del aprendizaje logrado. Además, permite alternar entre evaluaciones formativas (centradas en la mejora) y sumativas (centradas en el rendimiento final), según la etapa del proceso.
¿De qué forma concreta ayuda en la práctica docente?
La utilidad de la Taxonomía de Bloom revisada no está en memorizar listas de verbos ni en llenar tablas. Su verdadera potencia se revela cuando se usa como marco de reflexión pedagógica. Permite al docente preguntarse:
- ¿Qué tipo de conocimiento quiero desarrollar: factual, conceptual, procedimental o metacognitivo?
- ¿Qué nivel de pensamiento deseo estimular: recordar, aplicar, analizar, crear?
- ¿Qué actividades pueden lograr esto de forma significativa y contextualizada?
- ¿Cómo sabré si los estudiantes realmente lograron el aprendizaje esperado?
Estas preguntas obligan a revisar nuestras prácticas, a planificar con mayor intencionalidad y a evaluar con coherencia. Además, promueven una enseñanza centrada en el estudiante, no en el contenido.
En palabras de Gamboa et al. (2023), utilizar la taxonomía revisada de Bloom en los procesos curriculares no debe ser una tarea mecánica, sino un ejercicio de reflexión profesional, colaborativo y con acompañamiento de especialistas en diseño curricular.
Conclusión
La Taxonomía de Bloom, especialmente en su versión revisada, sigue siendo una herramienta vigente y poderosa para mejorar la enseñanza y el aprendizaje. Lejos de ser un modelo rígido, ofrece un marco flexible para pensar la práctica docente, promover aprendizajes de calidad y alinear cada componente del proceso educativo. Su valor no está en la taxonomía en sí, sino en el uso reflexivo y crítico que hagan de ella los docentes en el aula.
Bibliografía consultada
- Gamboa, L., Guevara, M. G., Mena, A., & Umaña, A. C. (2023). Taxonomía revisada de Bloom como apoyo para la redacción de resultados de aprendizaje y el alineamiento constructivo. Revista Innovaciones Educativas, 25(38). https://doi.org/10.22458/ie.v25i38.4529
- Eduteka. (s.f.). La Taxonomía de Bloom y sus actualizaciones. http://www.eduteka.org/TaxonomiaBloomCuadro.php3
- Anderson, L. W., & Krathwohl, D. R. (2001). A Taxonomy for Learning, Teaching, and Assessing: A Revision of Bloom’s Taxonomy of Educational Objectives.
- Biggs, J., & Tang, C. (2011). Teaching for Quality Learning at University. Open University Press.
- Kennedy, D. (2006). Writing and using learning outcomes: a practical guide. University College Cork.
Las dos guías empleadas para este trabajo fueron diseñadas con propósitos claramente pedagógicos. La primera, desarrollada por Leticia de los Santos (@lecasabe), presenta la Taxonomía de Bloom de forma clara y accesible, utilizando ejemplos concretos y lenguaje sencillo para ayudar a docentes y estudiantes a comprender los distintos niveles de aprendizaje. La segunda, elaborada por académicos de la Universidad de Costa Rica y publicada en la Revista Innovaciones Educativas, ofrece un marco más académico para redactar resultados de aprendizaje y promover el alineamiento constructivo en educación superior, con base en la versión revisada de la taxonomía. Ambas propuestas, desde enfoques distintos, se complementan al proporcionar herramientas prácticas y teóricas para mejorar la enseñanza.
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF
MATERIAL DE DESCARGA: TAXONOMÍA REVISADA DE BLOOM COMO APOYO PARA LA REDACCIÓN DE RESULTADOS DE APRENDIZAJE Y EL ALINEAMIENTO CONSTRUCTIVO