Según Paulo Freire, las cualidades indispensables para los educadores progresistas y cómo estas cualidades se generan a través de la práctica y en coherencia con la opción política crítica del educador. Se enfatiza que estas cualidades no son innatas ni otorgadas, sino que se desarrollan a lo largo del tiempo.
La humildad se presenta como una cualidad necesaria que requiere valentía, confianza en uno mismo y respeto hacia uno mismo y hacia los demás. Se destaca la importancia de escuchar a los demás, incluso a aquellos que consideramos menos competentes, sin condescendencia ni actitudes autoritarias. La humildad se contrasta con la arrogancia y la soberbia, que son contrarias al espíritu democrático y al diálogo.
El autoritarismo se menciona como una actitud que puede generar diferentes reacciones en los hijos o alumnos, desde rebeldía hasta sumisión o apatía. Se hace hincapié en la importancia de superar el autoritarismo y fomentar el respeto hacia los individuos en formación.
La amorosidad se presenta como una cualidad esencial para los educadores, tanto hacia los alumnos como hacia el proceso de enseñanza en sí. Se destaca que esta amorosidad debe ser «armada», es decir, luchadora y comprometida, capaz de denunciar y anunciar en busca de la justicia.
La valentía se resalta como una virtud que implica superar el miedo. Se menciona que el miedo es concreto y normal, pero que debe ser controlado y educado para no paralizarnos. La valentía surge de enfrentar el miedo y controlarlo, permitiendo seguir adelante en la lucha por los sueños políticos y pedagógicos.
La tolerancia se presenta como una cualidad fundamental para el trabajo educativo y para la experiencia democrática. Se enfatiza que la tolerancia no implica aceptar lo intolerable ni encubrirlo, sino convivir, aprender y respetar lo que es diferente. La tolerancia requiere límites y principios que deben ser respetados.
La decisión y la seguridad son cualidades necesarias para el educador progresista. La capacidad de decidir implica romper y optar, mientras que la seguridad requiere competencia científica, claridad política e integridad ética. Se destaca que la indecisión delata falta de seguridad y que la autoridad del educador no debe anularse, sino ejercerse con responsabilidad.
La paciencia e impaciencia son presentadas como una tensión necesaria en la práctica educativa. La paciencia sola puede llevar a la acomodación y la impaciencia sola puede llevar al activismo ciego. La virtud está en vivir y actuar en la tensión entre ambas, en ser impacientemente paciente, buscando equilibrio y coherencia.
La parsimonia verbal se menciona como una cualidad relacionada con la paciencia e impaciencia. Se destaca que el discurso controlado pero enérgico es más efectivo que el discurso excesivamente equilibrado o descontrolado.
Finalmente, se enfatiza la importancia de la alegría de vivir como una virtud fundamental para la práctica educativa democrática. Se menciona que es necesario entregarse a la vida y luchar por la alegría, estimulando y promoviendo la alegría en la escuela. Se destaca que la comodidad fatalista no es una solución, y se insta a luchar por los derechos de los educadores en defensa de la libertad docente, mejores condiciones de trabajo y dignidad. Se resalta la importancia de la unidad en la diversidad de intereses para lograr estos derechos.
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF
ENLACE DE LECTURA: PAULO FREIRE – CARTAS A QUIEN PRETENDE ENSEÑAR