Durante gran parte del siglo XX, las pruebas de cociente intelectual (CI) mostraron una tendencia ascendente en muchas partes del mundo. Este fenómeno fue conocido como el «efecto Flynn». Sin embargo, desde la década de 1990, varios países desarrollados como Noruega, Dinamarca, Finlandia, Francia, Reino Unido y Estados Unidos empezaron a registrar una disminución en los puntajes de CI, fenómeno denominado la «reversión del efecto Flynn» (Bratsberg & Rogeberg, 2018).
Este cambio ha despertado preguntas inevitables: ¿la humanidad realmente se está volviendo menos inteligente? ¿O hay otros factores detrás de esta tendencia?
Cambios en los hábitos culturales
Uno de los principales factores que podría estar influyendo es la transformación en los hábitos culturales, especialmente entre los jóvenes. El uso extendido de teléfonos inteligentes ha modificado radicalmente la forma en que se consumen contenidos. La lectura de libros, periódicos y revistas ha disminuido drásticamente, mientras que el consumo de contenido breve en redes sociales ha aumentado. Según datos de la Evaluación Nacional de Progreso Educativo de EE. UU. en 2019, un 26% de los estudiantes de último año de secundaria afirmaron que nunca leían novelas o historias por placer.
Aunque los jóvenes siguen leyendo, la naturaleza de la lectura ha cambiado: ahora son principalmente mensajes breves en redes sociales y no textos largos que demanden reflexión o pensamiento crítico. Esta tendencia puede dificultar la transición a la educación superior, donde se requiere comprensión profunda de textos extensos.
El impacto del aprendizaje continuo (o su falta)
No aprender cosas nuevas puede afectar la agilidad mental. La investigación muestra que el aprendizaje estimula el cerebro, ayudándolo a mantenerse activo y retardar su deterioro. Además, otros factores como la mala alimentación (por ejemplo, el consumo excesivo de azúcar) también afectan las capacidades cognitivas. Experimentos con ratones demostraron que una dieta alta en azúcar deterioraba su memoria y habilidades cognitivas al hacer su cerebro más resistente a la insulina.
Dormir mal o tener horarios de sueño desordenados también afecta directamente el funcionamiento cerebral. Además, experiencias adversas en la infancia, como el abuso físico o vivir en contextos de pobreza, impactan negativamente en el desarrollo de áreas cerebrales clave para la memoria, la atención y el lenguaje.
La creciente desigualdad cognitiva
Más allá de los promedios, existe una creciente desigualdad cognitiva. Las diferencias en acceso a estímulos adecuados (como libros, nutrición de calidad y educación temprana) generan brechas que afectan el potencial de desarrollo intelectual desde la infancia. No es falta de capacidad, sino falta de oportunidades (Dworak et al., 2023).
La vida urbana moderna también contribuye a este fenómeno. El estrés, el ruido, la contaminación y la sobrecarga sensorial propia de las ciudades pueden afectar la memoria, la toma de decisiones y la regulación emocional. Estudios publicados en Nature y Science Norway advierten sobre la intoxicación lenta del cerebro por exposición constante a contaminantes.
¿Qué papel juega la tecnología?
Si bien la tecnología ofrece acceso inmediato a información y herramientas de aprendizaje, también presenta riesgos. Al delegar procesos mentales a dispositivos y aplicaciones, se reduce el esfuerzo cognitivo, afectando la memoria, el análisis profundo y el pensamiento crítico.
El fenómeno de la «multitarea digital» —usar el teléfono mientras vemos series, comemos o trabajamos— disminuye la eficiencia mental y afecta la concentración. Además, la exposición constante a contenidos fragmentados entrena al cerebro para prestar atención superficial, debilitando la capacidad de concentración prolongada y de reflexión crítica.
El rol de la educación
La transformación del sistema educativo también ha contribuido al problema. En lugar de fomentar el pensamiento crítico, muchas escuelas se centran en la preparación para exámenes estandarizados, lo que privilegia la memorización sobre el razonamiento profundo. Esto no sólo afecta la calidad del aprendizaje, sino también la capacidad de desarrollar habilidades cognitivas avanzadas.
Además, el aumento del tamaño de las clases y el enfoque en resultados cuantitativos, más que en el desarrollo real de competencias, han generado un entorno donde los estudiantes sobreviven académicamente en vez de aprender con profundidad.
¿Es irreversible el declive?
A pesar de la preocupación, hay evidencia que indica que esta tendencia no es irreversible. Corea del Sur, por ejemplo, ha mostrado aumentos notables en los puntajes de CI gracias a mejoras en educación y nutrición. Esto sugiere que cambios ambientales positivos pueden revertir la caída observada en otras regiones.
Además, algunos expertos señalan que podría no tratarse de un descenso real de la inteligencia, sino de un cambio en cómo se mide y valora. Mientras en el siglo XX se priorizaba el razonamiento lógico y verbal, hoy se valoran también habilidades como la empatía, la adaptabilidad y el pensamiento creativo (Marks, 2010).
¿Estamos midiendo la inteligencia de manera adecuada?
La concepción tradicional del CI mide principalmente habilidades matemáticas, de memoria y razonamiento lógico, pero hoy en día existe un enfoque más amplio. Teorías como la de las inteligencias múltiples de Howard Gardner o la inteligencia emocional de Daniel Goleman proponen que la inteligencia es un fenómeno complejo y multifacético.
Así, aunque algunas habilidades tradicionales puedan estar menos desarrolladas, otras —como la comunicación, la creatividad o la adaptabilidad— están cobrando mayor relevancia en la vida moderna.
Conclusión
La disminución en los puntajes de CI en algunas regiones no implica necesariamente que la humanidad esté volviéndose más estúpida. Más bien, refleja cómo factores ambientales, culturales y tecnológicos moldean nuestras capacidades cognitivas.
La inteligencia no es un valor fijo, sino que depende del contexto, de lo que cada época considera necesario desarrollar. Mientras algunas habilidades se debilitan, otras se fortalecen. La clave está en reconocer qué tipo de inteligencia estamos cultivando… y cuál estamos dejando de ejercitar.
Como siempre, hacen falta más estudios globales y de largo plazo para entender completamente el fenómeno. Mientras tanto, podemos actuar: fomentar la lectura profunda, aprender nuevas habilidades, cuidar nuestro sueño, reducir el estrés, usar la tecnología de manera consciente, y sobre todo, nunca dejar de aprender.
Fuente:
- Bratsberg, B., & Rogeberg, O. (2018). Flynn effect and its reversal are both environmentally caused. Proceedings of the National Academy of Sciences, 115(26), 6674–6678.
- Dworak, E. M., et al. (2023). Americans’ IQ scores are lower in some areas, higher in one. Northwestern University News. Northwestern Now McConnell, J. R., et al. (2025).
- Roman Empire’s use of lead lowered IQ levels across Europe, study finds. The Guardian. Sciencenorway – Science News from Norway+12The Guardian+12wsj.com+12 Marks,
- D. F. (2010). IQ variations across time, race, and nationality: An artifact of differences in literacy skills. Psychological Reports, 106(3), 643–664.
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF