Educar es también saber corregir con cordialidad

Para quienes estamos o hemos estado en las aulas, una de tareas que se nos presentan así de improviso, es la necesidad de manejar correcta y respetuosamente los problemas de disrupción dentro del aula. Y para actuar con paciencia, capacidad de escucha y una equilibrada toma de decisión, no nos basta recordar lo aprendido en la formación inicial docente, pues cada estudiante, cada circunstancia, cada caso, son diferentes.  Y por eso deseamos compartir esta reflexión sobre la “corrección positiva”.

Todos los profesores (y naturalmente los padres de familia), somos diferentes, pero si en algo tenemos que coincidir en la necesidad de tratar a nuestros estudiantes con amabilidad, atención, cordialidad, confianza, tolerancia y afabilidad. Esta forma de acercarse a los estudiantes y/o hijos, demostrará los sentimientos de que los valoramos y son importantes todos y cada uno de ellos; así como son y en ese momento de su proceso de madurez. Nos permitimos sugerirle la lectura de AFABILIDAD E INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LOS DOCENTES.

Todos los profesores sabemos, por experiencia, que hay “conductas que perturban el orden dentro del aula y hacen muy difícil el proceso de enseñanza-aprendizaje”. Unos más otros menos, los profesores “dedicamos mucho tiempo a poner orden y a realizar llamadas de atención a los alumnos para poder comenzar o continuar la clase. Estas interrupciones por parte de los alumnos se conocen como conductas disruptivas, comportamientos que impiden llevar el ritmo de la clase, que obstaculizan la labor docente del profesorado y pueden llegar a interferir en el proceso de aprendizaje del alumnado”. LA DISRUPCIÓN EN EL AULA: UN PROBLEMA QUE PREOCUPA AL PROFESORADO.

El terapeuta gestáltico y escritor Jorge Bucay y psiquiatra y psicoterapeuta Demián Bucay, ambos de nacionalidad argentina; en un video de TEDx, que compartimos por motivos únicamente educativos, y que les sugerimos visualizarlo con sus padres de familia. Ellos nos explican los significados auténticos y constructivos de palabras, algunas veces tan objetadas, como autoridad, obediencia, disciplina, norma, castigo, premio, …. partiendo de una frase: “Con autoridad no se educa, se adiestra”.

CÓMO EDUCAR SIN PREMIOS NI CASTIGOS (25´12”)

Padres de familia y profesores tenemos que promover “la práctica de la disciplina positiva y razonada dentro de un contexto de educación democrática, como alternativa más pedagógica y humana al concepto tradicional de disciplina fundamentado en la imposición arbitraria y el castigo”. Debemos estudiar y estar preparados para comprender y actuar ante estudiantes que requieren ayuda y no condena, pues en no pocos casos, son víctimas de situaciones o influencias que sobrepasan su capacidad de autocontrol y de juicio crítico, como ciertas circunstancias familiares, sociales, escolares e incluso biológicas que contribuyen muchas veces a la ruptura del orden en el aula. (cf LOS PROBLEMAS DE DISCIPLINA EN LA ESCUELA: MANUAL PARA DOCENTES, Dennis Cardoze). Necesitamos educadores con una mentalidad de saber que la ternura y la exigencia van muy cercanas en el proceso de madurez humana, y qué mejor que leer (o releer) al filósofo, ensayista y pedagogo español José Antonio Marina: LA TERNURA ES FUNDAMENTAL, PERO SIN EXIGENCIA EL CEREBRO NO APRENDE.

El mejor remedio es la prevención, y por eso se hace necesario que los directivos, profesores y padres de familia hablen un mismo idioma, que estén de acuerdo con los procedimientos para tratar conductas de disrupción, y las situaciones que pueden generar situaciones de violencia. Necesitamos responsables de la educación a personas inteligentes, preparadas en el conocimiento de las ciencias, pero fundamentalmente humanas, prudentes y emocionalmente sanas, para ayudar a nuestros estudiantes a ver dónde estuvo el error y creer que “no debe volver a repetirse”. El Premio Nobel de Medicina (1906) el Doctor Santiago Ramón y Cajal lo dice de manera magistral: “Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia”.

Valga esta reflexión, que consideramos nos puede ayudar para saber corregir con cortesía, amabilidad, dulzura, afabilidad, …  “Quien bien te quiere te hará llorar”, dice el refrán, para indicar que el verdadero cariño no consiste sólo en dar satisfacción, contentar, consentir; también a veces se debe reprender y corregir a aquel a quien queremos cuando se equivoca, aunque ello sea motivo de dolor. […] El padre ama aun cuando corrige o reprende [castiga]; el hijo no quiere ser corregido o reprendido [castigado], pero el padre no atiende la voluntad momentánea del hijo, porque mira a lo que es útil al hijo; en cambio, es cruel perdonando aquel padre que tiene un hijo indisciplinado y, sin embargo, disimula y teme ofender a su hijo con la normal aspereza de la corrección (Sermón 13, 9).

La corrección es necesaria; no pretende humillar, obligando a reconocer el error o el pecado para darme satisfacción. No se debe corregir a nadie porque nos molesta lo que hace o dice, o porque no responde a nuestras expectativas. La corrección debe buscar el bien de quien es corregido, debe ayudarle a reflexionar, a tomar conciencia de sí mismo. En ese caso es una muestra de caridad, de amor, porque demuestra que esa persona realmente me interesa, no me es indiferente. Cuando se hace así, con delicadeza, con respeto, quien recibe la corrección generalmente lo reconoce y lo agradece. En cambio, nadie acepta de buen grado las críticas cuando descubre en ellas malevolencia, o cuando las perciben como ataque o como crítica interesada. En tales casos el que es corregido reacciona con agresividad y la corrección resulta contraproducente”. CORREGIR CON DULZURA.

“La palabra “disciplina”, “disciplinar”, viene de la misma raíz que “discípulo”, y significa enseñar o entrenar. El objetivo de cualquier acción disciplinaria debe ser corregir o cambiar un comportamiento, entrenar a la persona, no castigarla” (James Hunter). SIN OBEDIENCIA, SIN DISCIPLINA Y SIN AUTORIDAD, NO HABRÁ JAMÁS VERDADERA EDUCACIÓN.

¿Corregimos o preferimos no complicarnos? ¿Cómo corregimos a nuestros estudiantes, a nuestros hijos? ¿Entienden nuestros estudiantes y/o hijos que los corregimos porque son importantes para nosotros? ¿Cuánto vale la escucha previa, antes de la corrección? ¿Busco mejorar mi modo de corregir?

“Cuando hayan de corregir a alguno, echarán mano de la dulzura, que para esto es muy eficaz. Es la dulzura la gran servidora de la caridad y su compañera inseparable. La reprensión, considerada su naturaleza, es amarga; pero, confitada con dulzura y cocida en el fuego de la caridad, es cordial amable y deliciosa. No olvidemos aquel proverbio que dice: «Más moscas se cogen con una gota de miel que con un barril de vinagre»” (San Antonio María Claret).

REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF



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