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Cómo actuar ante niños que pegan y muerden

Muchos niños responden a la frustración a través de puñetazos, mordeduras, arañazos y otras formas de agresividad. Este comportamiento se considera normal en la primera infancia pero los padres deben evitar que esta conducta sea habitual.

Muchos padres se preguntan alarmados si es normal que sus hijos pequeños peguen o muerdan a otros niños o incluso a sus padres u otros adultos. Para responder a esta pregunta hay que tener en cuenta algunos factores como la edad del niño y el contexto en el que ocurre ese comportamiento.
Es completamente normal que aparezca alguna forma de agresividad entre los 2 y los 4 años ya que en esta edad el niño tiene muy poca tolerancia a la frustración y se enfada cuando las cosas no ocurren como desearía. Como en esta edad los niños no dominan aún el lenguaje, manifiestan su frustración pasando a la acción, ya sea llorando, gritando, con rabietas, pegando, mordiendo, etc.

Los especialistas sostienen que no es raro este tipo de agresividad en los niños pequeños ya que es en esta etapa cuando empiezan a interactuar socialmente y de forma lógica surgen los primeros conflictos. Situaciones en las que dos niños quieren el mismo juguete, o el lápiz no pinta o se le derrumbó el castillo de arena son situaciones en las que el niño puede frustrarse y responder con agresividad.

Responder con una conducta agresiva de este tipo ante una frustración es un comportamiento habitual en los niños de esta edad, por ello los padres no deben alarmarse si sus hijos pegan o muerden en alguna ocasión a algún compañero de clase o a algún adulto.

No obstante, si esta actitud se repite con frecuencia, es preciso intervenir para reducir y evitar la agresividad y violencia. Cabe destacar que la prevención de conductas agresivas es muy importante y la mejor edad para impedirlo es en la edad preescolar, de hecho representa la mejor oportunidad para impedir el desarrollo de casos de agresión física crónica, según señalan los expertos.

Factores de influencia para una mayor agresividad

Si bien cada niño es un mundo, existen algunas situaciones que pueden predisponer a que el niño desarrolle un patrón de conducta más agresivo:

  • Variables personales: niños con poco autocontrol, que muestran poco respeto a los demás y son emocionalmente inestables tienden a mostrar mayor agresividad entre sus iguales y adultos.
  • Variables familiares: niños expuestos a situaciones complejos en el ámbito doméstico como el divorcio o separación de sus padres, u hogares con un ambiente negativo o el uso de métodos educativos no adecuados predisponen a que el niño sea más agresivo.
  • Variables ambientales: los medios de comunicación y el entorno en el que se desarrolla y crece el niño también influencian en su comportamiento y modo de afrontar las situaciones frustrantes.
Consejos sobre cómo actuar

No hay que alarmarse, pues como ya se ha comentado éste es un comportamiento que forma parte del proceso normal de crecimiento y socialización del niño. No obstante, es importante recordar la destacada influencia que tienen los padres en el desarrollo de una posible conducta o agresiva de su hijo. Por ello es muy importante predicar con el ejemplo y prestar especial atención a no reaccionar con agresividad ante situaciones frustrantes.

A continuación se listan una serie de consejos para evitar la conducta agresiva en los niños:

  • No ser indiferente a sus ataques. Si muerde o pega a otro niño, debemos  intervenir, separarle y reprenderle por su actitud inadecuada. Es necesario que comprenda que no se debe pegar o morder porque hace daño a los demás y que debe disculparse por su comportamiento.
  • Ayudar al niño a exponer lo que le pasa con palabras. Si el niño no es capaz de comunicarse con las palabras, podemos hacerlo nosotros por él preguntándole por ejemplo “estás enfadado, ¿verdad?” o “Te has enrabiado porqué no puedes jugar con aquél juguete, ¿no?”. Así le haremos saber que le entendemos y le haremos entender cómo se está sintiendo. Este es un paso fundamental en la educación de las emociones.
  • Normalizar el cómo se siente. Debemos ser capaces de hacerle vez que lo que siente no es nada extraño, que todos nos sentimos así alguna vez mediante frases como  “yo a veces también me pongo triste o me enfado”.
  • Enseñarle que se puede reaccionar diferente cuando algo sale mal. De esta manera el niño entenderá que existen alternativas y a tolerar mejor la frustración.
  • No enfadarse o gritar. Si actuamos levantando la voz, enfadándonos y mostrando nuestra frustración, lo único que conseguiremos es que el niño entienda que la violencia es la única posibilidad. Si en ese momento nos es difícil controlarnos, lo mejor será retirarnos unos segundos, respirar hondo, calmarnos y volver con el niño para hablar más tranquilamente con él sobre lo sucedido. En este sentido es importante crear un ambiente familiar en el que se premie por los comportamientos sociales positivos.
  • No responder a sus exigencias. No debemos someternos a sus ataques de ira y sobretodo no dar respuesta a sus exigencias, así se darán cuenta que con una conducta agresiva no conseguirán lo que se proponen.
  • Enseñarle a ser paciente. Enseñarle a esperar cuando quiere algo y a utilizar el lenguaje y la negociación en vez del ataque para conseguir alcanzar su objetivo.

La mayoría de niños, después de los 4 años, desarrollan el lenguaje y ganan habilidades en comunicación, de manera que van sustituyendo la conducta agresiva por una conducta más reflexiva y comunicativa.

Si la agresividad del niño no coincide con las edades esperables para éste comportamiento ni con los contextos esperables (situaciones de cambio como la muerte de un ser querido, mudanza, etc.) es conveniente consultar a un profesional que nos pueda aclarar la situación y orientar para resolverla.

Este contenido ha sido publicado originalmente por FAROS en la siguiente dirección: faros.hsjdbcn.org



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