LOS DISCURSOS DEMAGÓGICOS Y MANIPULADORES NO APORTAN A EDUCADORES EN SU QUEHACER PEDAGÓGICO

Hay reflexiones educativas que están muy “alejadas de la realidad que viven los niños y jóvenes en el aula”, nos dice la educadora y fundadora del colegio Godspell, Elena Ortiz de Maschwitz, en su artículo publicado en LA NACIÓN (Argentina), y que invitamos a leer como un excelente recurso de actualización y formación permanente.

Si bien el análisis es de la realidad argentina, creemos que no le falta razón (porque puede ser semejante a las políticas educativas de otros países), eso de “calcar o copiar” modelos exitosos sin pasar por el razonamiento cerebral y creativo de los profesores, termina siendo una caricatura más de reforma educativa, y que hemos visto “promulgar” a más de un “iluminado” gobernante.

Si bien el panorama político, social, económico, etc., descrito, pude diferir del nuestro, creemos enriquecedor el conocer este punto de vista, y desde esa realidad y visión singular, hacer un análisis de nuestra propia realidad, tratando de encontrar un camino educativo que nos ayude a “compartir no solamente el qué y el para qué, sino el cómo”.

¿Cuál es el nuevo pizarrón del siglo XXI? ¿Cómo descifrar el cerebro y la mente de sus estudiantes? ¿Los nuevos proyectos desafían las múltiples inteligencias del cerebro?

Compartimos la publicación de la LA NACIÓN (Argentina) con fines educativos – pastorales.

El nuevo pizarrón del siglo XXI: el cerebro de los alumnos

Sueldos docentes, pruebas PISA, sistema educativo en Finlandia, calidad educativa, son frases que se repiten y se vacían de sentido, por su falta de contenido crítico para debatir. Son juicios alejados de la realidad que viven los niños y jóvenes en el aula.

Son frases que no alteran la vida de familias argentinas. Son discursos a nivel político, que muchas veces son demagógicos y manipuladores y que no aportan pensamientos rigurosos y creativos al hombre corriente ni a educadores en su quehacer pedagógico.

Los argentinos nos debemos un debate sobre temas profundos en educación; un debate con la participación de todos, para reflexionar sobre qué queremos para nuestros hijos en este mundo caótico, cambiante, complejo y global.

Un debate que nos obligue a pensarnos como argentinos de este siglo; a pensar el hoy con la autocrítica de la experiencia de errores y aciertos pasados y con una mirada amplia, tolerante y flexible del futuro.

Nos debemos un espacio y tiempo que debe ser el puntapié para comenzar a cambiar un modelo de enseñanza-aprendizaje enquistado y perimido que nos aleja más y más de la vida en el siglo XXI. Un modelo de compartir no solamente el qué y el para qué, sino el cómo.

Aportes de las neurociencias

Los avances de la tecnología sumados a los aportes de la neurociencia y de las ciencias del conocimiento hacen imperioso un cambio en la mirada sobre cómo es, siente y piensa el cerebro de un niño.

El cerebro no es un recipiente vacío a llenar de conocimientos, sino que viene armado genéticamente y se va formando con la influencia del contexto en el que vive. El cerebro no es fijo ni estático, es plástico: tiene altas posibilidades de cambiar y mejorar si tiene dadas las condiciones.

Los niños tienen “cien lenguajes” para explorar y recrear, para construir su conocimiento, para desarrollar sus inteligencias instintivas, emocionales, cognitivas y espirituales.

Los jóvenes millennials y la generación de nativos digitales que nacen con la tecnología incorporada en el contexto en el que crecen son chicos que tiene acceso al mundo globalizado y a todo tipo, cantidad y complejidad de información, por lo que se impone la necesidad de replantear los modelos educativos de enseñanza-aprendizaje .

El cambio cultural ha llegado y ya no hay marcha atrás. Hoy los contenidos curriculares que se enseñan quedan perimidos antes de salir de la escuela.

El currículo no debería ser más un currículo de escritorio diseñado solo por expertos externos a la escuela, sino que, manteniendo un diseño de “columna vertebral abierta y flexible,”, como plantea Bárbara Coloroso, debería emerger de las “voces de los niños” y provocar las “preguntas esenciales” de los jóvenes.

El diseño pasaría a ser mas realista para dar respuesta a las necesidades de la vida de los alumnos, desarrollando habilidades mentales de profunda rigurosidad, con énfasis en la reflexión autocrítica, que lleven a la construcción del conocimiento y a la búsqueda permanente de lo mejor de la persona, su ser y sus relaciones.

Se dejan ir contenidos tediosos y viejos, para dar espacios y tiempos a proyectos singulares y creativos que desafían las múltiples inteligencias del cerebro.

El mundo de hoy exige no sólo aprender, sino aprender a aprender, a comprender, a transferir los conocimientos modificando la realidad, creando y resolviendo problemas en forma colaborativa y respetuosa de la diversidad, buceando en la incertidumbre y cocreando en lo desconocido.

Los docentes tienen frente a ellos el nuevo pizarrón del siglo XXI: descifrar el cerebro y la mente de sus alumnos.

La autora es educadora y fundadora del colegio Godspell

Este contenido ha sido publicado originalmente por La Nación (Argentina) en la siguiente dirección: lanacion.com.ar



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