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[Ernesto González] ¡Debo sobreponerme al desaliento!

Son muchos los factores cotidianos de hoy en día que nos afectan, que nos bajan “las llantas” en señal de que no siempre nos salgan las cosas como queremos y cito varios ejemplos: aplicar a un trabajo y no recibir respuesta; una respuesta no esperada – relacionada con la salud -, donde el estado del paciente no es la mejor y otros que pudieran ustedes recordar en este momento con la lectura de este primer párrafo.
Sin embargo, el propósito de estos artículos -relacionados con la formación de valores[1] – se enfila a lo propositivo, a lo que nos haga ser mejor cada día, sin distinción de edad, pero que a la vez nos permita reflexionar, por lo que estaremos conversando como “antídoto” del desaliento, el coraje.

Solemos vincular vocablo usualmente, a hechos relacionados con el enfrentamiento ante peligros inminente, real o supuesto, que inclusive pueden conducir a la violencia – hoy en las redes, y medios audiovisuales en general, el nivel de sobre saturación es increíble desfavorablemente – lo cual no compartimos.

No queda duda que la vida nos enfrenta a “caminos desconocidos”, donde en algunos casos tropezamos, pero surge la interrogante: ¿Qué sería de la vida, si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?”.

Obviamente intentar, nos ha de conducir a riesgos, unos que saldrán bien, otros no como querríamos, pero volvemos al tema “pensar con el corazón” y allá vamos, esa decisión, se llama coraje.

Cito un ejemplo en el deporte: Dick Fosbury que revolucionó la técnica del salto de altura creando el hoy conocido como “salto Fosbury” vigente en las Olimpiadas, consistente en correr en diagonal hacia la barra, luego curvarse y saltar de espaldas sobre la barra, rompiendo técnicas tradicionales, a pesar de no ser para este deporte el atleta más alto, ni el más fuerte, ni el más rápido.

Su seleccionador nacional le dijo que saltando de espaldas se acabaría matando, que estaba loco. Pese a todo, Fosbury se arriesgó… y ganó.

Hay un factor muy vinculante al coraje y es el anhelo, donde éste último nos invita a crecer y el coraje nos hace crecer y les cito otro ejemplo, de la vida real: Un violinista[2], ofrecía un concierto en el Lincoln Center de Nueva York – discapacitado con graves secuelas de una poliomielitis que contrajo en su infancia, de aquí el uso de muletas -,  tomando el violín en sus manos, lo acomodó a su barbilla y justo cuando el director de la orquesta le indicó que comenzara a tocar, ocurrió algo inesperado y fatal: una de las cuerdas de su violín se rompió.

El público oyó el chasquido y supuso que inmediatamente se interrumpiría el concierto para poder reparar el lamentable inconveniente. Pero, para asombro de todo el auditorio, Perlman decidió que no fuese así. Los asistentes al concierto se conmovieron cuando éste indicó al director que continuase. Fue entonces cuando el gran violinista cerró los ojos y continuó tocando como si estuviera en las mejores condiciones instrumentales y anímicas, con total entrega y compromiso con la música y su auditorio.

El auditorio entero en pie se colmó de aplausos, silbidos y vítores que manifestaban el entusiasmo de aquellos cientos de personas emocionadas en la expresión de su reconocimiento y admiración. El violinista en señal de agradecimiento, expresó: “¿Saben lo que ocurre? Hay momentos en los que la tarea del artista es saber cuánto puede llegar a hacer con lo que le queda”.

Si tenemos en cuenta que siempre nos podrá faltar algo; que siempre habrá algo que mejorar; que muchas veces deberemos interpretar nuestras piezas en la vida con una cuerda menos… Es en esta capacidad de entregarnos a la vida con lo que tenemos ahora, incompletos y anhelantes de felicidad y realización, cuando aparece el verdadero coraje que nos lleva a plantearnos: ¿Qué podemos hacer con lo que nos queda?

Los padres – partiendo de ser ejemplos – deben enseñar y fomentar el valor del coraje en sus hijos, pues les ayudará a sacar fuerzas y valor de las debilidades, de los miedos, enfrentándolos a desafíos como enseñarle a dar sus primeros pasos, al vacunarse, a conducir una bicicleta quitándole las ruedas de apoyo, ante una asignatura desaprobada, no amilanarse, y con mucho estudio y sacrificio, superarla.

Y concluyo con la siguiente cita de Mario Benedetti[3] “No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo”.

  • [1] Artículos conformados en un e-book gratuito VALORES.[2] Itzahak Perlman. (1945 – ) Violinista israelí, considerado uno de los mejores y más famosos violinistas de la segunda mitad del siglo XX.[3] Mario Benedetti. (1920- 2009) Escritor, poeta, dramaturgo y periodista uruguayo, integrante de la Generación del 45.

NOTA DE REDACCIÓN: La Web del Maestro CMF publica los textos originales de su autor, no necesariamente coincide con lo expuesto en el tema, no se hace responsable de las opiniones expresadas, y no promociona ningún producto, servicio, marca o empresa. Sugerimos a nuestros lectores conocer la identidad de la fuente o de su autor, para tener mayores elementos de juicio y la pertinencia a su realidad educativa.


Autor:
Ernesto Gonzalez , ciudadano nicaragüense, nacido en Cuba.
Experiencia laboral:
Lic. en Ciencias Pedagógicas con mención en química. 40 años de experiencia como docente en los niveles de educación media y superior; cursos de posgrado propios de la especialidad y en pedagogía; autor de libros de texto para la enseñanza media tanto en ciencias naturales, como sociales. Articulista para los periódicos La Prensa, El Nuevo Diario (nicaragüenses 2000-2008), actualmente para el periódico El Siglo 21 guatemalteco.
Correo electrónico:
[email protected]
Cuenta de twitter: @gonzlez_ernesto

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