“La persona humana tiene un doble movimiento vital. Por un lado, un movimiento centrífugo en el que desarrolla sus capacidades participando como un ser en el mundo. El otro movimiento es el centrípeto, que expresa una función interna, subjetiva, individual, la cual consiste en replegarse sobre sí mismo para discernir, reflexionar, pensar y contemplar. Es así como el desarrollo se entiende como un ensanchamiento exterior, en perspectiva, y como un descenso interior, en profundidad.” Antonio Blay
Escuchar a quienes nos rodean nos permite aprender y crecer interiormente. Sin embargo, también, es necesario que nos escuchemos a nosotros mismos, porque al escuchar “hacia dentro” descubrimos qué necesitamos y qué nos hace sentir mejor.
En la actualidad, hay tendencia a una hiperactividad, especialmente, una centrífuga, es decir, vivir hacia fuera. Esto crea una descompensación importante con el movimiento hacia dentro. En este rumbo, se desatiende el espacio interior y se reducen sus posibilidades de desarrollo.
Las investigaciones de H. Gardner (1995) y D. Goleman (1996) han puesto de manifiesto la presencia de inteligencias diversas. Entre ellas, la inteligencia interpersonal, que es la que se dirige hacia los demás, y la inteligencia intrapersonal, una habilidad dirigida hacia nuestro interior que nos permite reconstruir una imagen más ajustada de nosotros mismos.
- MacGilchrist, J. Myers y K. Reed (en Day, 1997) realizaron un nuevo aporte: señalan a la inteligencia espiritual como la valoración fundamental de la vida y del desarrollo de todos los miembros de una comunidad escolar. La espiritualidad es una fuente de creatividad abierta. Lleva consigo la cualidad de la conciencia que impulsa la investigación, las ideas, las observaciones, la perspicacia, la empatía, la expresión artística, los esfuerzos serios y el deseo de juego. Nos abre a la vida y a los demás. La espiritualidad es un hilo que atraviesa nuestra vida llevando esperanza, compasión, agradecimiento, valor, paz y un sentido de finalidad a lo cotidiano, al tiempo que trasciende el mundo inmediato de lo visible y lo tangible. Nos impulsa a buscar y ser consecuentes con los valores que no se rigen por el éxito material (Burns y Lamont, 1995).
Ser espiritualmente inteligentes es integrar dos de las inteligencias múltiples − la intra y la interpersonal − con el fin de comprender de modo más pleno quiénes somos, qué valoramos y cómo desarrollamos el afecto y la preocupación por los demás, para en nuestro caso, utilizarlos en la enseñanza.
Mirar hacia dentro para encontrar el espacio interior
Todo docente requiere de un espacio interior donde buscar el propio conocimiento. La clave son las herramientas que utilice para ello. Deberá escoger aquellas que puedan ayudarlo a sentirse mejor, a prevenir trastornos, a enfrentar las demandas y presiones, a centrarse y ajustarse al medio en el que desenvuelve su tarea. Conócete a ti mismo (Aforismo griego inscrito en la entrada del templo de Apolo en Delfos). Si no me conozco a mí mismo, no puedo saber quiénes son mis alumnos, los veo a través de un cristal oscuro, en la sombra de mi vida no revisada; y cuando no puedo verlos con claridad, no puedo enseñarles bien. Cuando no me conozco a mí mismo, no puedo conocer mi materia; no en los niveles más profundos del significado asumido y personal (Palmer, 1998).
El docente necesita reconstruirse por dentro, encontrar su espacio íntimo. Fortalecer la capacidad de pensar y de ser autónomo. La construcción de su trayectoria es singular e irrepetible. Esta necesidad no se contrapone con el trabajo colaborativo, sino que lo potencia. Trabajar en equipo es fundamental para aunar esfuerzos y obtener resultados. De ese modo, se supera la cultura individualista. No obstante, a veces, los docentes sentimos la necesidad de tomar distancia de la clase y de los colegas para encontrarnos a nosotros mismos. Muchas de las ideas genuinas, creativas y originales surgen en ámbitos donde fluye el pensamiento sin condicionantes. En esos momentos de distanciamiento, aparecen imágenes, ideas o reflexiones que mejoran nuestra práctica docente. La creación, el pensamiento reflexivo y la intuición nacen en esos tiempos distendidos, que debemos aprovechar para sembrar ideas transformadoras.
El docente necesita un encuentro íntimo con su yo interior para recordar que puede encarar satisfactoriamente la vida. Ese encuentro personal le posibilita el conocimiento de sí mismo para crecer interiormente y procesar las vivencias cotidianas de forma positiva.
Un ejercicio para favorecer la identificación de los aspectos centrales:
- Reflexionar a diario sobre lo vivido, repasar lo positivo, lo negativo y lo que queremos priorizar a futuro.
- Constatar qué necesidades urgen.
- Destacar qué podemos ofrecerles a los demás.
El peligro de estar siempre con otras personas y no reencontrarnos nunca a solas con nosotros mismos puede ser una defensa para no afrontar nuestra autonomía como seres individuales.
Busquemos momentos para saber estar solos, contactarnos con nosotros mismos y atrevernos a la contemplación que nos permite encontrar la llave que abre y activa nuestro despertador interior.
Distingamos el “estar solos” del “sentirnos solos”. Saber estar solo es una actitud que comporta una retirada voluntaria o serena hacia dentro. Saber estar solo atiende a la necesidad de preservar el propio espacio personal de autonomía e intimidad. La madurez de una persona implica la conciencia de un proceso de individuación y de diferenciación para disfrutar, reflexionar y construirse como persona y como profesional.
Sugerencias para pensar y reflexionar:
- Exploremos nuestros propios espacios. Incluso, para no hacer nada.
- Conectémonos con nosotros mismos.
- Valoremos el momento de soledad voluntaria como indicador positivo de la autoestima.
- Encontremos un espacio de creatividad y de goce en la vida cotidiana.
- Disfrutemos de la experiencia de pasar un tiempo en soledad, en silencio.
- Realicemos alguna actividad artística, dibujo, música, danza, escritura, pintura, entre otras.
Practicando la Reflexión
Preguntas que nos pueden ayudar:
- ¿Encontramos espacios de creatividad y de goce en la vida cotidiana?
- ¿Somos capaces de disfrutar de la experiencia de pasar un tiempo en soledad, en silencio y reflexión?
- ¿Buscamos espacios propios, incluso para no hacer nada sin culpas, pero sintiéndonos interiormente conectado?
- ¿Somos conscientes de que si desarrollamos ese espacio interior se afina una atención diferente hacia el entorno, que nos permite valorar de manera distinta nuestra actividad y las relaciones con los demás?
Bibliografía utilizada:
- Bompadre Duilio (2016). Sentirnos bien en la escuela. Editorial Stella. Bs.As.
- Day, C. (2006). Pasión por enseñar. Madrid: Nancea S. A. de ediciones.
- Scarafía C., Vilanova P., Valladares L. y N. Rufo (2016). Habilidades Socioemocionales. Potenciar aprendizajes y nutrir la vocación de educar. Buenos Aires: Bonum.
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Autor: Duilio Bompadre, ciudadano argentino, nacido en Buenos Aires, Argentina. |