Un bielorruso deja en coma a un niño de un año tras golpearlo brutalmente contra el suelo en un aeropuerto de Moscú

Estos casos ponen en relieve la urgencia de reforzar la seguridad en lugares de alta concurrencia y de cuestionar las respuestas institucionales ante actos de violencia extrema.

En menos de un mes, dos hechos de violencia contra menores de edad han sacudido a la comunidad internacional, ambos ocurridos en espacios de tránsito público: un aeropuerto en Moscú y un vuelo comercial en Estados Unidos. Los casos, que involucran agresores adultos sin vínculo familiar con los niños, ponen en relieve la urgencia de reforzar la seguridad en lugares de alta concurrencia y de cuestionar las respuestas institucionales ante actos de violencia extrema.

El caso en Moscú: brutal agresión a un niño de dos años

El lunes pasado, un ciudadano bielorruso de 31 años fue arrestado en el aeropuerto internacional Sheremetyevo, en Moscú, tras protagonizar un acto de extrema violencia contra un niño de dos años, hijo de una familia afgana. El incidente, ocurrido en la zona de recogida de equipaje, fue presenciado por varios testigos que confirmaron que el hombre se aproximó sin provocación aparente, tomó al niño en brazos y lo estrelló contra el suelo.

El pequeño fue trasladado de urgencia al Centro Científico Pediátrico de Emergencias de Moscú, dirigido por el reconocido doctor Leonid Roshal. Allí se le diagnosticaron fracturas de cráneo y columna cervical. Actualmente permanece en estado crítico, bajo respiración asistida y coma inducido.

El agresor, identificado como Vladimir Vitkov, fue detenido inmediatamente por personal de seguridad y trasladado a una dependencia policial. Según la investigación, al momento del ataque presentaba signos de intoxicación por estupefacientes. Un análisis de sangre reveló la presencia de cannabinoides. El Comité de Investigación ruso ha abierto una causa penal por “intento de asesinato de un menor”, un delito que podría costarle hasta 20 años de prisión.

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Un hecho similar en EE. UU.: agresión a un niño en pleno vuelo

ste caso se suma a otro acontecido en mayo pasado en un vuelo de la aerolínea Allegiant, que cubría la ruta entre Orlando-Sanford, Florida, y Hagerstown, Maryland. Una pasajera de 46 años, identificada como Kristy Lee Crampton, fue arrestada al aterrizar tras agredir físicamente a un niño que viajaba en el mismo avión.

Según los testimonios recogidos, el niño habría insultado a la mujer llamándola “gorda”, lo que desató una reacción violenta por parte de Crampton. Testigos aseguraron que la pasajera le dio varios puñetazos al menor, lo golpeó con una botella de agua y le estrelló la cabeza contra la ventana del avión. Aunque el niño no necesitó atención médica inmediata, las autoridades confirmaron que intentó cubrirse durante la agresión.

En su declaración, la mujer minimizó lo ocurrido y afirmó que solo “corrigió” al menor y le quitó el teléfono móvil. Sin embargo, su versión fue desmentida por otros pasajeros, quienes calificaron el episodio como un abuso físico evidente.

Crampton fue presentada ante un tribunal del condado de Seminole, donde se fijó una fianza de 10.000 dólares y se dictó una orden de alejamiento. El FBI también fue notificado del caso.

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Un patrón alarmante

Ambos episodios, separados por miles de kilómetros y sin conexión entre sí, comparten un patrón que merece atención: adultos sin vínculo parental que agreden con violencia desmedida a menores en espacios públicos. Si bien se trata de hechos excepcionales, no deben verse como simples anécdotas, sino como alertas que exigen reflexión institucional y social.

Además de las responsabilidades penales individuales, estos casos abren interrogantes sobre el consumo de sustancias, el control de pasajeros, la atención a la salud mental y la formación en resolución de conflictos en espacios públicos. Tanto aeropuertos como aerolíneas están llamados a revisar sus protocolos para detectar comportamientos erráticos y prevenir situaciones de este tipo antes de que ocurran.

Más allá del castigo judicial que merecen los agresores, la prioridad debe ser siempre la protección de los menores. Estos hechos deben mover a la acción: garantizar entornos seguros para los niños es una obligación colectiva. El silencio o la indiferencia frente a estas agresiones no solo normaliza la violencia, sino que también deja una huella indeleble en la sociedad.

Redacción | Web del Maestro CMF


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