En una imagen que dio la vuelta al mundo, un profesor africano dibuja con tiza en el pizarrón la interfaz completa de Microsoft Word. Sin computadoras ni recursos tecnológicos, enseña informática con precisión, paciencia y creatividad. Su nombre no es lo más importante aquí, sino lo que representa: la pasión que resiste a la precariedad, el compromiso que sobrevive a la falta de medios. Pero también, el símbolo de un sistema que confía demasiado en la vocación y demasiado poco en las condiciones que hacen posible enseñar dignamente.
Cuando la entrega no compensa la carencia
Durante años se ha instalado la idea de que la educación puede sostenerse solo con buena voluntad. Se espera que el docente “se las arregle”, “improvise”, “ponga de su parte”. La imagen del profesor del pizarrón conmueve, pero también debería incomodarnos: ¿por qué sigue habiendo maestros que deben suplir con ingenio lo que el Estado no provee con recursos?
La vocación inspira, pero no reemplaza un aula equipada, un salario justo o un entorno saludable. La pasión no puede seguir siendo el sustituto de la política educativa.
El bienestar docente no depende solo de la vocación, sino de contar con buenas condiciones de trabajo y apoyo real. WMCMF
El costo humano del sacrificio permanente
La educación se sostiene sobre las espaldas de docentes que, como este profesor, hacen mucho con casi nada. Pero esa entrega tiene un costo: el cansancio emocional, la frustración y el sentimiento de abandono institucional.
Cuando un maestro debe construir su propio material porque no tiene herramientas, su tiempo, su salud y su bienestar se desgastan. La vocación es una chispa, pero sin oxígeno —sin apoyo, sin reconocimiento, sin recursos— esa chispa se apaga.
El derecho a enseñar con dignidad
El bienestar docente no es un lujo ni una recompensa; es una condición necesaria para enseñar bien. Un profesor no puede acompañar el aprendizaje de otros si trabaja en un entorno que no respeta su esfuerzo.
Por eso, hablar de bienestar docente es hablar de infraestructura, condiciones laborales, estabilidad, desarrollo profesional, colaboración entre pares y autonomía pedagógica. No se trata de pedir privilegios, sino de garantizar justicia educativa.
Más allá del heroísmo
El maestro que dibuja Microsoft Word en la pizarra no necesita que lo llamemos héroe: necesita una computadora, conexión a internet y una escuela equipada. Convertir su esfuerzo en un gesto heroico perpetúa la idea de que el sacrificio es parte del oficio.
El verdadero reconocimiento llega cuando un sistema educativo deja de exigir heroicidades cotidianas y empieza a ofrecer condiciones humanas y materiales para enseñar.
Esa imagen que mostro el profesor Richard Appiah Akoto es poderosa porque resume una verdad incómoda: la vocación puede mover montañas, pero no puede construir escuelas.
El bienestar docente solo será posible cuando dejemos de aplaudir la resiliencia como sustituto del apoyo real y comencemos a valorar la enseñanza con hechos, no con discursos.
La historia de Richard Appiah Akoto: el maestro que enseñó informática sin computadoras
En 2018, Richard Appiah Akoto, profesor de Tecnología de la Información y la Comunicación en Ghana, se volvió mundialmente conocido tras publicar en Facebook fotos de su clase: enseñaba a sus alumnos a usar Microsoft Word dibujando toda la pantalla del programa en el pizarrón.

Sin acceso a computadoras, Akoto recurría a la tiza y a su memoria para representar cada ícono, cada barra de herramientas y cada comando, con una precisión admirable. “Enseñar ICT en la escuela de Ghana es muy gracioso”, escribió en su publicación, sin imaginar que su ingenio daría la vuelta al mundo.

Su aula pertenecía al colegio Betenase M/A Junior High School, en Sekyedomase, una pequeña ciudad a más de dos horas de Kumasi, la segunda más grande del país. Pese a que los estudiantes debían rendir un examen nacional de informática, la escuela no contaba con computadoras desde 2011.

El gesto del profesor Akoto, más allá de su impacto mediático, reveló una dura realidad: miles de docentes en el mundo enseñan sin las herramientas básicas que sus asignaturas requieren. Su historia se convirtió en símbolo de la vocación que suple carencias, pero también en un llamado a la acción.

Tras la viralización de su caso, Microsoft respondió públicamente, enviándole una computadora y acceso a material educativo, reconociendo que “apoyar a los profesores para permitir la transformación digital en la educación está en el núcleo de lo que hacemos”.
El ejemplo de Richard Appiah Akoto muestra que la dedicación docente puede vencer obstáculos, pero también que ningún maestro debería tener que dibujar una computadora para enseñar a usarla.
Su historia refuerza la verdad central de este artículo: la vocación es valiosa, pero sin condiciones dignas no puede sostener la educación del futuro.
Redacción | Web del Maestro CMF






