En la Primera Parte abordamos cómo los titulares exagerados, sensacionalistas e incluso las «noticias falsas» hechas con IA, actúan como una verdadera llamada de alerta, a orientar a todos en la comunidad educativa a tener un pensamiento crítico fuerte y bien desarrollado. El fenómeno de las redes en la vida escolar, nos plantean un desafío urgente, uno que, de manera casi silenciosa, gradual e imperceptible, puede estar infiltrándose en nuestras aulas, en nuestros patios, en nuestros hogares y, en última instancia, en nuestras vidas.
En este contexto, la reflexión de Mary Hatwood Futrell, destacada educadora y expresidenta de la Asociación Nacional de Educación de USA, resuena con particular fuerza: «La educación no es solo llenar una cubeta, es encender un fuego.« Si el fuego que intentamos encender en nuestros estudiantes está sofocado por la ansiedad generada por la desinformación, la presión de las redes sociales y la incapacidad de discernir, entonces nuestra misión educativa se ve comprometida. «La salud es un estado de completa armonía del cuerpo, la mente y el espíritu. Cuando uno está libre de enfermedades físicas y distracciones mentales, las puertas del alma se abren.» (Dorothy Dix).
La salud mental en la escuela no es un anexo, es el combustible que permite que ese fuego de la motivación y el interés por aprender, se encienda y brille, capacitando a nuestros estudiantes no solo con conocimiento, sino con la resiliencia y el pensamiento crítico necesarios para navegar un mundo cada vez más complejo y desafiante. Reconocer y priorizar la salud mental de cada estudiante, directivo, profesor, personal administrativo de servicio y padres de familia, es construir los cimientos de una comunidad educativa resiliente, empática y verdaderamente capacitada para afrontar los desafíos del siglo XXI. Un cerebro sano favorece tener una mente sana. “Del mismo modo que tener una mente sana favorece tener un cerebro sano. Es una relación bidireccional.» (David Bueno).
Ante esta realidad, los sistemas educativos tienen una responsabilidad fundamental: integrar la promoción de la salud mental y el bienestar psicosocial para cada uno de sus miembros. No es una opción, es una obligación inherente a nuestra misión. Como bien dijo la activista y escritora Dorothy Dix: «La salud es un estado de completa armonía del cuerpo, la mente y el espíritu. Cuando uno está libre de enfermedades físicas y distracciones mentales, las puertas del alma se abren.» Esta profunda reflexión subraya que la salud, en su sentido más amplio, trasciende lo meramente físico para abrazar también nuestro estado mental y emocional. Reconocer y priorizar la salud mental de cada miembro de la comunidad educativa, es construir los cimientos de una comunidad pensante, resiliente, empática y verdaderamente capacitada para afrontar los desafíos de la nueva educación del siglo XXI.
Lectura previa recomendada: ¿Cómo va la salud mental de sus padres de familia y estudiantes? (I Parte)
Nuevo pilar educativo: la calidad de la salud mental en la escuela
Hoy más que nunca, el cuidado de la salud mental en el entorno escolar ha dejado de ser un lujo o una simple opción; se ha convertido en una responsabilidad ineludible. Esto trasciende la mera promoción de un ambiente emocionalmente seguro, abarcando la imperativa necesidad de diseñar e implementar estrategias robustas de prevención y detección temprana, capaces de identificar señales de alerta antes de que escalen a problemas mayores. El contexto global actual nos lo indica con claridad: la salud mental emerge como un pilar fundamental e irremplazable en el sistema educativo.
La salud mental es el pilar invisible que sostiene toda comunidad educativa; cuidarla en estudiantes, profesores directivos, personal de servicio, administrativos y familias es garantizar un entorno sano, humano y propicio para aprender, enseñar y convivir con sentido. Estamos llamados a ser agentes activos en este proceso: atentos, empáticos y comprometidos con el bienestar integral de nuestros estudiantes y todos los miembros de la comunidad. Brindar o sugerir apoyo oportuno, articulado y humano puede marcar una diferencia profunda en sus vidas. Invertir en salud mental es invertir en proceso de enseñanza-aprendizaje, en convivencia y en esperanza.
Diversas entidades y publicaciones nos advierten que un buen número de los niños y adolescentes con problemas mentales, no buscan ni reciben ayuda, porque en sus hogares se toma como una “malcriadez” o capricho circunstancial, y en las escuelas como una acción disruptiva cualquiera.Y es un error el confundir un problema de salud mental con inconducta, y que (tarde o temprano) puede tener graves consecuencias tanto en la familia como en la escuela, y con consecuencias en el futuro.
La idea de que los problemas mentales en niños y adolescentes son a menudo malinterpretados y estigmatizados en el hogar y la escuela, impidiendo la búsqueda de ayuda, es una preocupación bien documentada y reconocida por las principales instituciones y especialistas en salud mental infantil y adolescente a nivel global, como UNICEF: en «Estado Mundial de la Infancia 2021: En mi mente»; Child Mind Institute: enfatizando que los problemas de salud mental son reales, comunes y tratables, y trabajan para desestigmatizar la enfermedad mental a través de campañas de concientización; Journal of Affective Disorders (mencionado por Infocop) o artículos en Revista Colombiana de Psiquiatría y Revista de Psiquiatría Infanto-Juvenil, que entre otros han explorado el impacto del estigma en el entorno escolar.
La UNESCO (2021) ha señalado que la salud mental es un componente esencial del derecho a una educación integral, y que las escuelas deben ser entornos seguros que promuevan el bienestar emocional de todos los estudiantes. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2020) advierte que uno de cada siete adolescentes en el mundo padece algún trastorno mental, lo que hace urgente fortalecer la prevención, la detección temprana y la intervención oportuna.
Además, investigaciones del consorcio CASEL (Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning) demuestran que los programas de aprendizaje socioemocional no solo mejoran el clima escolar, sino que también reducen conductas de riesgo y elevan significativamente el desempeño académico.
Por ello, es imprescindible que el Estado, las escuelas y las familias asuman un rol activo, se capaciten y actualicen permanentemente en salud mental escolar y actúen con sensibilidad, responsabilidad y compromiso frente a cualquier señal de alerta.
Mentes sanas, futuros brillantes: priorizando el bienestar mental y psíquico en la escuela
Si bien la salud mental de los estudiantes es, sin duda, primordial en cualquier proyecto educativo, no podemos pasar por alto la igualmente vital importancia de la salud mental de quienes los educan. Más adelante profundizaremos en este punto, tanto del estudiante como del profesor, pero es fundamental destacar desde ahora la influencia significativa que tiene para los estudiantes el llegar a la escuela y encontrarse en un entorno donde directivos, profesores y personal administrativo y de servicio gozan de buena salud mental. Son ellos quienes tienen la crucial responsabilidad de guiar, detectar necesidades y preservar el mejor ambiente educativo posible para el aprendizaje y la convivencia escolar.
Ojalá estas dos publicaciones – y la tercera en redacción- sean leídas, reflexionadas y mejoradas con el diálogo, pues -salvo mejor opinión- es importante detectar y reconocer (a tiempo) los problemas de salud mental, como la ansiedad, la depresión o el estrés, que pueden manifestarse como dificultades conductuales y afectan el rendimiento académico y las relaciones familiares y comunitarias en la escuela.
Incluir la actualización de los profesores en salud mental, contribuirá a que los estudiantes tengan un acceso a servicios justo cuando más lo necesitan. Elaborar una planificación integral de salud mental y apoyo psicosocial en la escuela, que incluya políticas, desarrollo de capacidades del personal de educación y un aumento de programas y servicios que presten este tipo de apoyo, puede mejorar el rendimiento académico, aumentar la retención, reducir los comportamientos arriesgados de los alumnos (como actos violentos contra sus compañeros, el bullying o conductas auto lesivas) y mejorar los resultados relacionados con la salud mental y el bienestar psicosocial. Según el contexto o realidad social, estas actividades pueden ejecutarse de manera independiente o incluido en un enfoque de salud escolar más general. Cf Cinco pilares esenciales para promover y proteger la salud mental y el bienestar psicosocial en las escuelas y los entornos de aprendizaje
El aumento de desórdenes o trastornos mentales en niños y jóvenes, después de la pandemia del COVID 19, como hemos señalado en la Primera Parte, sigue generando una gran demanda en los servicios de salud, -allí donde lo hay- que a menudo están saturados, dificultando que muchos niños y jóvenes reciban la atención que necesitan. Incluso la falta de especialistas, está haciendo que se ignore que existen estudiantes con evidentes reacciones disruptivas de cuidado y seatribuya a factores equivocados. Esto hace muy importante tener profesores capacitados para reconocer signos de problemas de salud mental en sus estudiantes, como cambios en el comportamiento, rendimiento académico o estado de ánimo.
Recordemos que “el bajo rendimiento escolar por lo general se ha atribuido a una incapacidad de aprendizaje, y durante muchos años se pensó que para poder acreditar un grado escolar sólo era necesario estudiar y repasar durante horas una materia. Hoy esta idea ha cambiado, pues también se sabe que una buena alimentación y mantener una adecuada salud mental inciden en un mejor aprovechamiento de los estudiantes”. Los niños y jóvenes pueden tener momentos o etapas de depresión, apatía, desinterés, angustia, estrés, tristeza, desesperanza, …, que provocan que su rendimiento escolar no sea el normal y esperado. Ayudar a los estudiantes a tener una buena salud mental mejorará su bienestar psicológico y emocional para afrontar las dificultades de convivencia y adaptarse con facilidad a su entorno escolar por el desarrollo de su natural resiliencia.
Artículo relacionado: La capacidad de resiliencia de los niños depende de tres factores
Según el psicólogo alemán Reinhard Pekrun, alcanzar los objetivos del proceso enseñanza-aprendizaje depende en gran medida de que los estudiantes gocen de una buena salud mental. Esta condición no solo les permite enfrentar los momentos de estrés propios de la vida escolar y personal, sino también desplegar sus habilidades, aprender con eficacia, trabajar de manera adecuada y, en última instancia, contribuir al bienestar de su comunidad. La Comunicación amable y cordial es un buen síntoma.
Salud mental en la Escuela: ¿Cómo lo Construimos?
En ese sentido, los especialistas en salud mental de todos los miembros de una escuela, coinciden en que este bienestar integralno puede limitarse a lo académico. Cuidar la salud mental en la escuela implica adoptar hábitos saludables como la práctica regular de ejercicio físico y una buena calidad de sueño. Pero también se trata de cultivar dimensiones más profundas: establecer relaciones socioafectivas positivas, fortalecer la educación emocional, diseñar un plan de vida realista y motivador, así como planificar el ocio de manera consciente. Cf Cómo afecta la salud mental en el rendimiento escolar
Este enfoque integral nos invita a reflexionar sobre el papel activo que debe asumir la escuela como espacio protector y promotor de salud mental. No se trata de añadir una carga más al currículo, sino de integrar estrategias cotidianas que favorezcan el desarrollo emocional, el sentido de pertenencia y la autorregulación en toda la comunidad educativa.
¿Cómo hacerlo posible? ¿Qué acciones concretas pueden implementar directivos, profesores padres de familia, personal administrativo y de servicio, y los estudiantes para crear un entorno emocionalmente saludable? ¿Considera que su comunidad es sana mentalmente? Hasta aquí ¿Cree usted que la salud mental es un pilar en la educación?
Estas preguntas nos abren el camino hacia una tercera parte, donde abordaremos propuestas prácticas y herramientas que permitan a las escuelas convertirse en verdaderos espacios de cuidado y crecimiento interior.
«Sin salud mental no hay aprendizaje posible, porque la mente en sufrimiento no puede concentrarse, motivarse ni relacionarse de forma saludable.» (Boris Cyrulnik)
Redacción | Web del Maestro CMF






