Daniel Wilson es investigador y profesor asociado en la Harvard Graduate School of Education, donde dirige el prestigioso laboratorio Project Zero, reconocido mundialmente por sus aportes a la innovación educativa. Su trabajo se centra en cómo las personas aprenden en comunidad, el diseño de entornos de aprendizaje significativos y el bienestar emocional como pilar de la enseñanza. Ha liderado proyectos internacionales que buscan reconectar la escuela con la vida cotidiana, y defiende que la educación debe inspirar curiosidad, empatía y propósito. Para Wilson, repensar los deberes escolares no es un detalle menor: es una oportunidad para replantear el sentido mismo del aprendizaje.
Daniel Wilson, lanzó una reflexión que toca el corazón de la práctica escolar: “Debemos repensar los deberes para que tengan un propósito práctico. Si no tienen sentido en la vida real, es difícil aprender”.
En tiempos en que la educación enfrenta una crisis de motivación y bienestar tras la pandemia, Wilson cuestiona la rutina de enviar tareas que los estudiantes perciben como repetitivas, desconectadas del mundo y sin impacto en su comprensión. Su planteamiento no pretende eliminar los deberes, sino devolverles sentido, ligándolos con la exploración, la curiosidad y la aplicación real del conocimiento.
Aprender fuera del aula: el proyecto Learning Outside-In
Desde el laboratorio Project Zero, Harvard impulsa junto con la Facultad de Educación de la Universidad Camilo José Cela (España) el programa Learning Outside-In, que busca reconectar el aprendizaje con la vida cotidiana y la comunidad.
El proyecto se desarrolla en la red de colegios SEK, donde los alumnos aprenden no solo en el aula, sino también en espacios como talleres mecánicos, invernaderos, museos o centros de día para mayores. Allí, el conocimiento deja de ser una lista de contenidos memorizados y se transforma en una experiencia significativa.
Wilson explica que algunas escuelas españolas decidieron, tras la pandemia, llevar el aprendizaje al entorno real. Y lo que empezó como una alternativa temporal se convirtió en una revelación: “Salir fue realmente interesante. Si podemos aprender algo en nuestra comunidad, ¿por qué limitarlo al aula?”.
De la tarea mecánica al aprendizaje con propósito
Para Wilson, el problema no es el esfuerzo ni la práctica, sino la falta de propósito. En muchas escuelas, los deberes se han convertido en un ejercicio de repetición sin contexto, que no desarrolla la autonomía ni la comprensión profunda.
En cambio, propone actividades que integren la práctica con la reflexión, el descubrimiento y la conexión con lo que ocurre fuera del aula. “Ejercitar la memoria es importante, claro —admite—, pero si no tenemos una respuesta en la práctica, es difícil aprender”.
Esta visión coincide con un creciente movimiento educativo que busca sustituir la tarea pasiva por el aprendizaje activo, conectando lo que se enseña con el entorno, la comunidad y las emociones de los estudiantes. En el caso de Learning Outside-In, las experiencias incluyen desde la interacción de niños con personas mayores para desarrollar empatía, hasta proyectos de ciencias realizados directamente en invernaderos o museos.
El bienestar como eje del aprendizaje
Wilson insiste en que el verdadero desafío de la educación actual no es solo la pérdida de aprendizaje causada por la pandemia, sino la crisis de bienestar emocional. “Antes las escuelas prestaban más atención al bienestar”, afirma, y advierte que las consecuencias de esa desconexión podrían durar más de una década.
Por eso, repensar los deberes no es un simple ajuste metodológico: es una apuesta por una educación más humana y significativa, donde las tareas no se sientan como carga, sino como extensión natural del aprendizaje.
Reintegrar la escuela en la vida
El director de Project Zero resume su visión con una frase que resume el espíritu del programa:
“Si seguimos aislando el aprendizaje de lo que es la vida, va a resultar desastroso. Necesitamos reintegrar el aprendizaje en la vida”.
Esa reintegración implica que la escuela se abra al mundo, que los estudiantes comprendan que aprender no se limita al aula ni termina con la última página del cuaderno. El conocimiento cobra sentido cuando se vive, cuando se conecta con la realidad, cuando genera bienestar.
Repensar los deberes escolares no significa renunciar a la disciplina ni a la exigencia, sino darle al aprendizaje un nuevo propósito. Las tareas del futuro no se medirán por la cantidad de páginas escritas, sino por su capacidad de despertar la curiosidad, la empatía y la acción.
Como recuerda Daniel Wilson, el reto de la educación del siglo XXI no es enseñar más, sino enseñar con sentido.
Redacción | Web del Maestro CMF






