Jóvenes que leen sin comprender: pantallas, redes sociales e IA, la tríada que erosiona la comprensión lectora escolar y universitaria

La comprensión lectora universitaria se desploma: pantallas, redes sociales e IA erosionan la atención, la reflexión crítica y la lectura profunda.

La capacidad de leer ya no garantiza comprender. En las aulas universitarias, miles de jóvenes pueden descifrar palabras, pero no logran interpretar lo que leen. La lectura profunda, aquella que exige reflexión, análisis e inferencia, se desvanece entre pantallas, notificaciones y algoritmos.

Según el Programa para la Evaluación Internacional de las Competencias de la Población Adulta (PIAAC) —conocido como el “PISA para adultos”—, los resultados son alarmantes. En España, el nivel de comprensión lectora de los universitarios ha caído más de diez puntos en una década: de 282 en 2012 a 271,9 en 2023. El país se sitúa por debajo de la media de la OCDE y la Unión Europea, y peor aún, los universitarios españoles obtienen calificaciones inferiores a los alumnos de Bachillerato de Finlandia (288), Suecia (283) u Holanda (274).

Un deterioro que preocupa a los expertos

Para Elena del Pilar Jiménez Pérez, profesora de Didáctica de la Lengua en la Universidad de Málaga y creadora de la herramienta EduLeo, el descenso se observa con claridad:

“En 2015, el promedio universitario era nivel C1. En 2023, cayó a un B2.”

La preocupación es compartida por Margarita Isabel Asensio Pastor, docente de la Universidad de Almería, quien confirma que las dificultades van más allá de leer:

“Vemos problemas de inferencia, interpretación crítica y síntesis de información. Todo esto termina afectando al rendimiento académico global.”

El fenómeno no es exclusivo de España. El descenso en la comprensión lectora ha sido generalizado en los países analizados por el PIAAC. Sin embargo, los autores del informe coinciden en que no se puede culpar solo a los sistemas educativos. La mirada, una vez más, apunta hacia las pantallas, las redes sociales y, más recientemente, la inteligencia artificial.

La lectura distraída y la dopamina digital

Entre 2012 y 2023, el cambio más radical ha sido la expansión imparable de los smartphones y el tiempo diario que se les dedica.
Jiménez Pérez advierte:

“No se trata de prohibirlos, pero no estamos enseñando a usarlos correctamente.”

La evidencia científica, señala Asensio Pastor, es contundente: leer en pantalla disminuye la retención profunda, la capacidad de inferencia y la reflexión crítica. Además, los dispositivos bombardean con estímulos y enlaces que rompen la concentración. Las redes sociales agravan el problema, promoviendo mensajes breves y contenidos instantáneos.

“Nos estamos acostumbrando a lecturas mínimas. Cuanto más se acorta el texto, más se reduce la atención y el procesamiento de ideas complejas”, subraya Asensio Pastor.

El avance de la inteligencia artificial también genera nuevos hábitos de lectura superficial. “Muchos alumnos ya piden a ChatGPT o herramientas similares que les resuman los textos”, comenta la investigadora. “Así leen menos, más rápido y de forma parcial”.

Jiménez Pérez agrega un factor determinante: el ritmo frenético de la vida moderna.

“Vivimos bajo la cultura del aquí y ahora, de la multitarea y la imagen sobre la palabra. La falta de tiempo en familia y la sobreexposición a estímulos dopaminérgicos envenena la atención y el cerebro.”

¿Cómo revertir la tendencia?

El deterioro lector no nace en la universidad. Es el resultado de una cadena que se forma desde la infancia, se consolida en la adolescencia y estalla en la educación superior, cuando los textos exigen mayor profundidad.
Aun así, los expertos creen que se puede revertir.

Asensio Pastor propone trabajar estrategias metacognitivas (inferencias, resúmenes, descripciones), desarrollar programas de intervención lectora y fomentar la lectura extensa en todas las asignaturas, incluso en las carreras científicas y técnicas.

“La lectura debe asumirse como una competencia transversal”, afirma.

También destaca la utilidad de los “cursos cero” en universidades, talleres iniciales que ayudan a nivelar a los estudiantes con déficits en comprensión.

“Estos seminarios pueden facilitar la transición a la universidad y mejorar la comprensión de textos académicos”, señala.

El desafío cultural

Para Jiménez Pérez, el problema no solo es educativo, sino cultural y social.

“En este país carecemos de orgullo nacional más allá del deporte”, lamenta.

Recuerda el ejemplo de Alemania, que en el PISA 2000 quedó por debajo de la media y reaccionó de inmediato, entrenando la competencia lectora hasta recuperar posiciones.

“Si otros países pueden hacerlo, España también. Solo hace falta voluntad y una estrategia nacional clara.”

El diagnóstico es claro: la lectura profunda está en peligro, y con ella, la capacidad de pensar críticamente, de analizar y de construir conocimiento. Las pantallas no desaparecerán, ni la inteligencia artificial dejará de crecer, pero la educación puede —y debe— enseñar a usarlas sin que devoren nuestra atención.


La comprensión lectora no es una habilidad del pasado: es el cimiento de toda formación universitaria, de la democracia y del pensamiento libre. Si los jóvenes leen sin comprender, la sociedad entera se vuelve más vulnerable a la manipulación, la superficialidad y el ruido digital.
El reto no está en apagar las pantallas, sino en reaprender a leer en la era de la distracción.

Redacción | Web del Maestro CMF | Fuente: El País


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