La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, vivió un episodio que ha conmocionado a la opinión pública. Mientras saludaba a ciudadanos en las inmediaciones de Palacio Nacional, un hombre se le acercó por detrás, la abrazó a la altura del pecho y trató de besarla en el cuello.
El incidente, registrado el martes 4 de noviembre, ocurrió pese a la presencia de escoltas, generando cuestionamientos sobre los protocolos de seguridad en torno a la mandataria.
El incidente y la reacción inmediata
De acuerdo con testigos, Sheinbaum caminaba entre simpatizantes cuando un individuo la sorprendió con un gesto inapropiado. La presidenta reaccionó con rapidez, apartando las manos del agresor mientras su equipo de Ayudantía intervenía para detenerlo. El hombre, identificado como Uriel Rivera, fue arrestado por la Fiscalía de Delitos Sexuales de la Ciudad de México y permanece bajo investigación.
Pocas horas después, la mandataria confirmó en conferencia de prensa que presentó una denuncia formal y calificó lo sucedido como un “lamentable episodio”. “Si eso le pasa a la presidenta caminando por la calle, qué no les pasa a otras mujeres y jóvenes”, expresó con indignación, subrayando que su caso debe servir para visibilizar la violencia de género en el país.
Una reflexión sobre el acoso y la seguridad
El hecho ha desatado un amplio debate sobre la vulnerabilidad de las mujeres en los espacios públicos y sobre el nivel de protección de la figura presidencial. Sheinbaum afirmó que no reforzará su seguridad, argumentando que no quiere alejarse de la ciudadanía, pero reconoció que lo ocurrido constituye un delito que debe ser sancionado.
“Tenemos que garantizar que sea un derecho para las mujeres caminar seguras por las calles”, enfatizó, haciendo un llamado a la conciencia social. Legisladores como Ricardo Monreal, coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, advirtieron que el incidente demuestra la necesidad de reforzar las medidas de resguardo. “Basta un hombre desequilibrado para ponerla en riesgo, y lo que el país puede perder es mucho”, señaló.
El foco sobre la Ayudantía Presidencial
El suceso también reavivó las críticas al actual esquema de protección presidencial. Desde 2018, tras la disolución del Estado Mayor Presidencial por decisión de Andrés Manuel López Obrador, los mandatarios mexicanos son resguardados por la llamada Ayudantía Presidencial, un grupo de 13 colaboradores —seis mujeres y siete hombres— con escasa formación en seguridad.
El ataque ha generado dudas sobre la eficacia de este cuerpo, integrado principalmente por jóvenes militantes de Morena, con sueldos que van de los 2.000 a 5.000 euros mensuales. Pese a ello, Sheinbaum defendió la continuidad de su equipo y pidió no politizar el incidente.
México en tensión por la violencia política
El acoso a la presidenta ocurrió en un contexto de alta tensión nacional. Horas antes, Sheinbaum había anunciado el “Plan Michoacán”, una estrategia de refuerzo en materia de seguridad, luego del asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, el sexto edil ejecutado por el narcotráfico en lo que va de 2025.
El crimen, perpetrado por un sicario que fue abatido por los escoltas del alcalde, ha desatado protestas y enfrentamientos en el estado. En Uruapan, ciudadanos realizaron una caravana para exigir justicia y paz, recordando al edil con pancartas que decían: “Uruapan de luto” y “Te vamos a extrañar, Carlos Manzo, el mejor presidente”.
Mientras tanto, otros alcaldes han denunciado amenazas del crimen organizado, y uno de ellos, Alejandro Correa, de Zinapécuaro, se encuentra desaparecido desde el domingo.
Una doble advertencia: seguridad y género
El episodio sufrido por Claudia Sheinbaum no solo pone en evidencia la fragilidad de los dispositivos de protección del Estado mexicano, sino también la normalización del acoso en la vida pública. Que el hecho haya ocurrido frente a escoltas y cámaras refleja una violencia que muchas mujeres enfrentan a diario, sin visibilidad ni justicia.
La presidenta, primera mujer en ocupar el cargo en la historia de México, transformó su experiencia en un mensaje contundente: “Si eso me ocurre a mí, qué no les ocurre a las demás”. Su denuncia no solo busca castigo para su agresor, sino también reafirmar la urgencia de un país donde el respeto y la seguridad sean derechos reales, no privilegios.
Redacción | Web del Maestro CMF






