En las últimas décadas, el campo de la psicología cognitiva aplicada a la educación ha generado una revolución silenciosa, pero trascendental: hoy sabemos mucho más sobre cómo las personas realmente aprenden, cómo recuerdan, cómo olvidan, y qué tipo de prácticas favorecen o dificultan el aprendizaje duradero. A diferencia de modas pedagógicas, intuiciones o creencias populares, estas conclusiones están basadas en años de investigación experimental, revisiones sistemáticas y evidencia acumulada.
Uno de los aportes fundamentales en esta área es el trabajo del Dr. John Dunlosky, director del Centro para la Ciencia del Aprendizaje en la Universidad Estatal de Kent (Estados Unidos), quien junto a un equipo de investigadores realizó en 2013 un estudio clave publicado en Psychological Science in the Public Interest. Este trabajo clasificó distintas estrategias de aprendizaje según su nivel de efectividad, aplicabilidad general y respaldo empírico. Desde entonces, múltiples investigaciones posteriores han confirmado, profundizado y ampliado estos hallazgos.
Este artículo busca explicar en detalle —con respaldo científico actualizado— qué sabemos realmente sobre las prácticas de estudio que funcionan, cuáles no, y cómo los docentes pueden transformar su enseñanza para beneficiar a sus estudiantes.
El problema: lo que se hace comúnmente no siempre es efectivo
Muchos estudiantes, desde primaria hasta la universidad, dedican horas a técnicas de estudio que tienen una eficacia limitada para el aprendizaje a largo plazo. Lo paradójico es que varias de estas estrategias son ampliamente promovidas, cómodas y generan una ilusión de competencia: el estudiante siente que comprende, pero realmente no consolida el conocimiento.
Estrategias ineficaces ampliamente usadas
Veamos las más comunes, según Dunlosky et al. (2013), Rohrer et al. (2017) y Weinstein et al. (2018):
Relectura repetitiva:
Leer varias veces un texto puede aumentar la familiaridad, pero no profundiza la comprensión ni mejora la retención a largo plazo (Rawson & Kintsch, 2005). Es una estrategia pasiva que no exige al cerebro trabajar con la información.Subrayado y resaltado:
Aunque permite identificar información, no promueve la elaboración ni la integración conceptual (Dunlosky et al., 2013). De hecho, en algunos casos puede ser perjudicial al limitar la atención solo a fragmentos aislados del texto.Resúmenes pobres:
La creación de resúmenes, si no está entrenada, suele terminar en transcripciones superficiales o selecciones arbitrarias de frases (Piolat et al., 2005).Mnemotecnia con palabras clave:
Útiles en contextos muy limitados como aprendizaje de vocabulario, pero de escasa transferencia a conceptos complejos o a la comprensión conceptual profunda (Bellezza, 1981).Imaginería mental aislada:
Visualizar mentalmente conceptos abstractos puede ser altamente demandante, especialmente para estudiantes jóvenes o con escasa base de conocimientos (McDaniel & Einstein, 1986).Estudio acumulado o «cramming»:
Concentrar grandes volúmenes de estudio en una o pocas sesiones, generalmente previo a los exámenes, puede generar éxitos momentáneos pero tiene efectos muy débiles a largo plazo (Cepeda et al., 2006).
¿Por qué seguimos usando estas estrategias?
El principal problema es que estas técnicas producen resultados inmediatos que engañan al estudiante. Por ejemplo, después de releer o subrayar un texto varias veces, el alumno puede recordar algunos detalles al instante, pero esa sensación de «lo sé» es momentánea. Cuando se enfrenta a tareas más exigentes —como explicar, aplicar o transferir la información a nuevos contextos—, las debilidades aparecen.
Este fenómeno es conocido en psicología como ilusión de competencia, un sesgo cognitivo ampliamente documentado (Bjork et al., 2013). Aquí es donde la ciencia del aprendizaje ofrece herramientas concretas para construir aprendizajes genuinos.
Estrategias altamente efectivas respaldadas por evidencia científica
Frente a las estrategias poco efectivas, existen varias prácticas respaldadas por décadas de investigación rigurosa. Estas estrategias no sólo fortalecen la memoria, sino que también favorecen la comprensión profunda, la transferencia y la flexibilidad cognitiva.
1. Práctica de recuperación (retrieval practice)
La práctica de recuperación es probablemente la estrategia más robusta y mejor documentada en la ciencia del aprendizaje.
Consiste en forzar activamente el recuerdo de la información sin apoyo externo (apuntes, libros).
Su efectividad ha sido comprobada desde los experimentos pioneros de Hermann Ebbinghaus en 1885, hasta los estudios modernos de Roediger y Karpicke (2006), quienes demostraron que el simple acto de recordar fortalece las conexiones neuronales y consolida el aprendizaje.
No es simplemente «hacer pruebas», sino generar preguntas, resúmenes orales, discusiones, mapas mentales o cualquier actividad que obligue al estudiante a extraer activamente la información de su mente.
2. Práctica espaciada (distributed practice)
Consiste en distribuir las sesiones de estudio a lo largo del tiempo, evitando largas jornadas acumulativas de última hora.
Cepeda et al. (2006), en un metaanálisis de más de 100 estudios, confirmaron el enorme impacto de la práctica espaciada sobre la retención a largo plazo.
Obliga al cerebro a reactivar la información varias veces, lo cual fortalece los rastros de memoria.
3. Práctica intercalada (interleaved practice)
A diferencia de estudiar un solo tipo de problema repetidamente (bloqueo), esta estrategia alterna diversos tipos de ejercicios o subtemas dentro de la misma sesión.
Rohrer et al. (2017) mostraron que la práctica intercalada mejora significativamente el desempeño en matemáticas y otras áreas al promover la discriminación entre problemas y tipos de solución.
Favorece el desarrollo de estrategias flexibles, adaptación a nuevos problemas y transferencia.
4. Preguntas elaborativas (elaborative interrogation)
Se basa en promover la formulación de preguntas que obligan al estudiante a explicar el porqué de los fenómenos («¿Por qué esto es cierto? ¿Cómo funciona?»).
Weinstein et al. (2018) destacan que estas preguntas fomentan la integración de nuevos conocimientos con lo previamente aprendido.
5. Autoexplicación (self-explanation)
Los estudiantes explican en voz alta los contenidos, conectando lo nuevo con sus conocimientos previos, mientras identifican vacíos o inconsistencias.
Chi et al. (1989) demostraron que esta estrategia profundiza la comprensión conceptual, refuerza la metacognición y permite un monitoreo más preciso del propio aprendizaje.
El desafío pedagógico: del conocimiento a la práctica
Los hallazgos científicos sobre el aprendizaje no son teorías abstractas. Son principios aplicables en el aula. Sin embargo, existe una brecha entre lo que sabemos desde la ciencia cognitiva y lo que efectivamente se practica en las escuelas.
Los docentes cumplen un rol central en este cambio de paradigma, modelando estas estrategias en el aula, entrenando a sus estudiantes en su uso, y adaptándolas a las distintas asignaturas, edades y contextos.
Como señala el propio Dunlosky (2013):
«Aunque algunas de estas estrategias aún carecen de estudios extensivos en ciertas asignaturas o niveles, su potencial es lo suficientemente impresionante como para recomendar su incorporación como parte habitual de las prácticas de estudio.»
¿Por qué estas estrategias funcionan? Breve mirada neurocientífica
Los mecanismos detrás de estas estrategias están profundamente anclados en cómo funciona el cerebro:
La memoria de trabajo es limitada y fácilmente saturable. Las estrategias activas permiten optimizar su uso.
La consolidación de la memoria ocurre mejor cuando la información es recuperada en distintos contextos y momentos.
La neuroplasticidad sináptica se potencia cuando el cerebro enfrenta esfuerzos deseables de recuperación (Bjork & Bjork, 2011).
Las conexiones entre memoria de largo plazo y conocimientos previos se fortalecen cuando se establecen relaciones significativas, favoreciendo el pensamiento flexible.
Conclusión: cambiar el «cómo» para mejorar el «qué»
Los aprendizajes duraderos no dependen solo de la cantidad de horas de estudio, sino de la calidad de las estrategias empleadas.
Como educadores, formadores y responsables del diseño pedagógico, debemos actualizar nuestras prácticas de acuerdo con lo que la ciencia del aprendizaje ha documentado con solidez.
En palabras de Robert Bjork (2013):
“El objetivo del aprendizaje no es que los estudiantes sientan que están aprendiendo, sino que realmente lo hagan, aunque el proceso sea más difícil.”
Bibliografía científica
- Dunlosky, J., et al. (2013). Improving Students’ Learning with Effective Learning Techniques. Psychological Science in the Public Interest.
- Roediger, H., & Butler, A. (2011). The critical role of retrieval practice in long-term retention. Trends in Cognitive Sciences.
- Cepeda, N. et al. (2006). Distributed practice in verbal recall tasks: A review and quantitative synthesis. Psychological Bulletin.
- Rohrer, D., Dedrick, R., & Agarwal, P. (2017). Interleaved practice improves mathematics learning. Journal of Educational Psychology.
- Weinstein, Y., Madan, C., & Sumeracki, S. (2018). Teaching the science of learning. Cognitive Research: Principles and Implications.
- Bjork, R. & Bjork, E. (2011). Making things hard on yourself, but in a good way. Psychology and the Real World.
- Chi, M.T.H., et al. (1989). Self-explanations: How students study and use examples in learning to solve problems. Cognitive Science.
Mensaje final contundente:
No es cuestión de estudiar más, sino de estudiar mejor. La neurociencia educativa nos ofrece un camino concreto, basado en evidencia, para transformar el aula en un espacio donde el verdadero aprendizaje ocurra.
Descarga: «Fortaleciendo la caja de herramientas de los estudiantes»
Te invitamos a descargar el valioso documento “Fortaleciendo la caja de herramientas de los estudiantes: estrategias de estudio para potenciar el aprendizaje”, elaborado por el Dr. John Dunlosky (Universidad Estatal de Kent, EE.UU.), traducido y adaptado por Aptus con el apoyo de la Fundación Educacional Hernán Briones Gorostiaga.
Este material está basado en décadas de investigación científica en psicología cognitiva aplicada a la educación. Su objetivo es ayudar a los docentes a enseñar no solo contenidos, sino también las estrategias más efectivas para que sus estudiantes aprendan, comprendan y retengan el conocimiento a largo plazo.
El documento explica claramente cuáles son las estrategias de estudio que funcionan (práctica de recuperación, espaciada, intercalada, preguntas elaborativas y autoexplicaciones) y alerta sobre aquellas que, aunque populares, son poco efectivas (relectura, subrayado, resúmenes pobres, estudio de última hora).
Una herramienta esencial para que los docentes puedan formar estudiantes autónomos, con mejores hábitos de estudio y aprendizajes duraderos.
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF
MATERIAL DE LECTURA O DESCARGA: FORTALECIENDO LA CAJA DE HERRAMIENTAS DE LOS ESTUDIANTES
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