Durante décadas, el sistema escolar ha funcionado bajo estructuras rígidas y contenidos estáticos. Pero hoy, algo está cambiando a una velocidad inédita: la irrupción de la inteligencia artificial (IA) en nuestras vidas y, más concretamente, en nuestras aulas.
Santiago Bilinkis, tecnólogo, divulgador y pensador educativo, lo dijo sin rodeos: la IA no es peligrosa para la humanidad, pero sí lo es para las escuelas que no cambian.
¿Qué significa esto para nosotros, docentes? Que debemos repensarlo todo: qué enseñamos, cómo lo evaluamos y, sobre todo, cómo acompañamos a estudiantes que tienen hoy herramientas poderosas, pero muchas veces no saben cómo usarlas con criterio.
1. Cambiar lo que enseñamos: dejar atrás las pirámides
En la conferencia, Bilinkis presentó una idea potente: muchas de las cosas que enseñamos hoy son nuestras «pirámides». Fueron útiles en su tiempo, pero ya no lo son.
Ejemplo claro: el algoritmo de la multiplicación. ¿De verdad debemos seguir invirtiendo tiempo en enseñar a multiplicar tres cifras por tres cifras, cuando una calculadora lo resuelve en un segundo y está en cada bolsillo? ¿Seguimos enseñando a escribir a mano durante horas, cuando la vida real se escribe con teclas y dictado por voz?
¿Aún valoramos la redacción mecánica cuando ChatGPT puede generar textos en segundos?
Esto no significa eliminar contenidos sin criterio. Significa repensarlos con honestidad.
Debemos preguntarnos:
¿Qué conocimientos siguen siendo valiosos y complejos?
¿Qué saberes han perdido utilidad o dificultad?
¿Qué nuevos contenidos son urgentes y aún no enseñamos?
Bilinkis menciona ejemplos contundentes: alfabetización digital, pensamiento crítico, educación emocional, manejo de redes sociales, presentaciones orales, finanzas personales… ¿Dónde están estos contenidos en nuestras mallas curriculares?
2. Cambiar cómo evaluamos: la memoria ya no basta
Uno de los cambios más drásticos que trae la IA es la crisis de las evaluaciones tradicionales. Ya no tiene sentido hacer exámenes que se basan en la repetición de datos fácticos, porque esos datos están a un clic (o a un prompt) de distancia.
Lo que los estudiantes necesitan hoy es aprender a pensar, a vincular ideas, a formular buenas preguntas, a argumentar, a crear. Y para eso, también debemos transformar nuestras formas de evaluar.
La buena evaluación ya no es la que se basa en “el número de la bolilla” o en “la fecha de la batalla”. La buena evaluación es aquella que explora procesos, permite pensar, construir, conversar, defender ideas.
¿Queremos que los estudiantes se esfuercen o que simplemente usen ChatGPT para responder una consigna que podríamos haber hecho mejor?
Si seguimos evaluando como hace 20 años, estaremos premiando el uso superficial de herramientas. Si cambiamos nuestras consignas, si valoramos el proceso, la reflexión, el análisis, entonces la IA puede volverse un aliado pedagógico.
3. Cambiar cómo enseñamos: la posibilidad de personalizar la educación
Uno de los sueños históricos de la pedagogía ha sido personalizar el aprendizaje. Pero siempre ha parecido inalcanzable: un docente, 30 o 40 estudiantes, distintos ritmos, distintas necesidades… Hoy, con herramientas como ChatGPT, eso puede cambiar.
La IA puede funcionar como un tutor personalizado. Puede explicar de nuevo, traducir a otro estilo, reforzar, enriquecer. Y puede hacerlo con cada estudiante, sin que el docente esté solo en esa tarea.
¿Significa esto que el docente pierde protagonismo? Todo lo contrario.
Significa que podemos dejar de gastar tiempo en tareas mecánicas (corregir ortografía, revisar fechas, resumir textos) y usar ese tiempo para acompañar procesos reales de pensamiento.
Pero esto requiere formación, reflexión y tiempo institucional para hacerlo bien.
4. Cambiar la actitud: perder el miedo y abrazar el aprendizaje
Bilinkis fue claro: el 80% de los docentes encuestados reconocen que usan poco o nada la IA. Y, sin embargo, la mayoría cree que tendrá un alto impacto en la educación. Es decir: sabemos que viene un tsunami, pero no estamos aprendiendo a nadar.
No necesitamos convertirnos en expertos en programación. Necesitamos curiosidad pedagógica. Necesitamos experimentar. Probar. Equivocarnos. Aprender con nuestros estudiantes. La buena noticia: muchas de estas herramientas son gratuitas. Están ahí. Solo hay que animarse a empezar.
Conclusión: no se trata de reemplazar, sino de repensar
La inteligencia artificial no viene a reemplazar al docente, sino a interpelarlo. Nos desafía a dejar de enseñar por inercia. A dejar de evaluar por costumbre. A mirar a nuestros estudiantes no como receptores de contenidos, sino como exploradores de un mundo complejo, cambiante y lleno de posibilidades.
En palabras de Bilinkis:
“Si la escuela realmente ofreciera a los estudiantes las llaves que necesitan para prosperar en la vida que quieren vivir, pocos usarían ChatGPT para aprobar sin aprender.”
Hoy más que nunca, el mayor acto de resistencia pedagógica no es aferrarse al pasado. Es formar mentes críticas, curiosas, empáticas y adaptables.
Y para eso, hay que empezar por nosotros.
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF