Pablo Duchement es ingeniero informático, profesor y perito judicial especializado en delitos cometidos en redes sociales por y contra menores, como el ciberacoso, el grooming y la sextorsión. Con una amplia trayectoria en el ámbito educativo y judicial, se ha convertido en una voz experta en la prevención y gestión del acoso escolar, tanto en el aula como en el entorno digital. Su experiencia personal como víctima y su labor profesional lo han llevado a escribir “Te espero a la salida”, un manual práctico destinado a orientar a familias y docentes frente a uno de los problemas más graves y silenciados del sistema educativo.
El acoso escolar, lejos de ser un problema aislado o exclusivo de determinados centros, se ha convertido en un fenómeno universal que afecta a millones de estudiantes y que, según el profesor y perito judicial Pablo Duchement, aún no se aborda con la seriedad y la preparación que merece. Su reciente libro, “Te espero a la salida” (Vergara), se presenta como un manual práctico para familias que no saben cómo actuar ante un caso de acoso, ya sea porque sus hijos son víctimas o agresores.
Una realidad silenciada: todos los centros tienen casos
Duchement, quien sufrió acoso escolar en su infancia, afirma con crudeza: “Acoso hay en todos los centros”. Para él, la diferencia no está en la existencia o no del problema, sino en cómo se gestiona. “Si tengo que elegir entre un colegio con veinte protocolos abiertos y otro con ninguno, matriculo a mi hijo en el de veinte, porque el primero probablemente no hace nada”. Su declaración desmonta la falsa idea de que reconocer el acoso es un signo de debilidad institucional. Por el contrario, es un acto de transparencia y responsabilidad educativa.
El caso reciente del colegio Nuestra Señora del Loreto, en Sevilla —donde una alumna se quitó la vida tras no recibir apoyo pese a denunciar el acoso—, confirma la urgencia de contar con protocolos reales y efectivos. Duchement insiste: los centros están obligados por ley a abrir el protocolo de acoso en cuanto se solicita, sin excusas ni demoras. Y si no lo hacen, las familias deben acudir a la inspección educativa o a la Fiscalía de menores.
El origen del acoso: la autoestima y el hogar
Lejos de simplificar, Duchement explica que el acoso es un fenómeno psicológico y social que muchas veces se origina en la falta de autoestima del agresor. “Una persona mentalmente sana no tortura sistemáticamente a un compañero. La mayoría del acoso escolar se produce por una carencia interna de autoestima”, afirma. El maltrato, advierte, suele reproducir lo que el niño vive en casa: “Más que heredarse, el acoso es un efecto en cadena. Cuando los padres ejercen conductas abusivas, sus hijos desarrollan la necesidad de dominar o de ser dominados”.
Esta visión coloca a la familia en el centro de la prevención. No basta con castigar al agresor: hay que entender su entorno, sus carencias afectivas y su forma de vincularse con los demás. La intervención, por tanto, debe ser educativa y psicológica, no meramente sancionadora.
Docentes sin formación para gestionar el acoso
Uno de los puntos más críticos señalados por Duchement es la falta de preparación docente. “Le pedimos una barbaridad a los profesores, pero no les damos las herramientas”, lamenta. Las titulaciones universitarias apenas abordan el acoso escolar en sus currículos, lo que deja al profesorado enfrentando realidades complejas sin formación específica. “Metemos a una persona recién graduada en una clase con 30 adolescentes y le pedimos que gestione dinámicas humanas tan complejas como el acoso. Es injusto”.
Duchement propone reducir la carga burocrática para priorizar aquello que realmente importa: la convivencia, la empatía y la prevención del sufrimiento infantil. “Pedir que los docentes sepan gestionar el acoso no es excesivo. Lo que es excesivo es no formarlos y exigirles igual”.
Ciberacoso: cuando la violencia se hace delito
El experto alerta también sobre el creciente impacto del ciberacoso, una forma de violencia que puede ser directamente delictiva. “Llamar ‘gafotas’ en clase no es delito, pero subir una foto al internet con ese comentario sí lo es”, explica. El entorno digital amplifica el daño, multiplica la exposición y deja huellas permanentes.
Duchement denuncia la falta de conciencia familiar sobre el uso de redes sociales por parte de los menores: “Las redes son herramientas para adultos, pero los niños las manejan sin tener aún los valores ni la madurez para hacerlo. No puede salir bien”. A esto se suma la exposición irresponsable de algunos padres, que difunden la imagen de sus hijos en redes, a veces con fines lucrativos, sin prever los riesgos que implica.
La peligrosa cultura del “TeachToker”
En su crítica más reciente, Duchement apunta hacia ciertos docentes que, en su intento de volverse virales, comparten imágenes, audios o datos de sus estudiantes. Los llama “TeachTokers”, por su actividad en TikTok y redes similares. “Graban exámenes, muestran nombres, cuentan anécdotas identificables. Es ilegal y éticamente inaceptable”, advierte. Más allá de la vulneración de la privacidad, estas prácticas pueden tener consecuencias graves: “Algunos agresores localizan a sus víctimas gracias a información publicada por profesores”.
Su denuncia revela una nueva frontera del acoso y la irresponsabilidad digital, donde la búsqueda de popularidad pone en riesgo la seguridad de los menores.
Conclusión: responsabilidad compartida, acción urgente
El mensaje de Duchement es claro y contundente: el acoso escolar no se erradicará con silencio, negación ni burocracia. Requiere conocimiento, formación y valentía. Las familias deben actuar con información; los centros, con protocolos; y los docentes, con apoyo institucional y formación sólida.
“El acoso no depende del colegio, sino de la naturaleza humana —insiste—, pero gestionarlo bien sí depende de nosotros.”
Su libro Te espero a la salida no promete soluciones mágicas, pero ofrece lo más importante: herramientas, conciencia y un llamado urgente a no mirar hacia otro lado.
Redacción | Web del Maestro CMF | El Diario






