En un contexto donde siete de cada diez adolescentes consumen pornografía de forma regular en España, y donde más de la mitad de los jóvenes entre 12 y 15 años afirma haberla visto por primera vez entre los 6 y 12 años (Save the Children), el psicólogo y experto en adicciones Luis Miguel Real plantea una reflexión incómoda pero necesaria: ¿qué pasa cuando la educación sexual comienza en Pornhub?
Desde su experiencia clínica y como divulgador con más de 100.000 seguidores en redes sociales, Real explica que ver porno a edades tempranas no es solo una cuestión de curiosidad. A veces, es un intento de escapar del aburrimiento, la frustración o incluso de lidiar con emociones que los adolescentes no saben cómo manejar. Y frente a ese consumo precoz, lo más importante no es el escándalo, sino la conversación.
¿Es normal que un menor vea porno?
Luis Miguel Real no lo justifica, pero lo contextualiza: “Debemos preguntarnos cómo accede una niña de 11 años a esos contenidos para adultos. ¿Quién le dio el acceso? ¿Dónde están los controles parentales?” No se trata de culpar a ciegas, pero sí de asumir responsabilidades: entregar un smartphone con internet ilimitado a los 10 años, sin supervisión ni límites, es como soltar a un niño en una ciudad sin mapas.

¿Qué impacto tiene el porno en el cerebro adolescente?
La respuesta es clara: mucho y negativo. “Es como aprender a conducir viendo Fast & Furious”, dice Real. El porno no solo distorsiona el cuerpo y los ritmos del sexo, sino que anula el afecto, el vínculo emocional y refuerza ideas dañinas: que el consentimiento es opcional, que las mujeres están al servicio del placer masculino y que el sexo es una mera performance.
Esto ocurre mientras el cerebro adolescente aún se está formando, especialmente la corteza prefrontal, que regula la toma de decisiones, el autocontrol y la empatía. El resultado: creencias erróneas sobre el amor, las relaciones y uno mismo, que pueden arraigarse profundamente.
¿Qué ocurre cuando el placer se vuelve inmediato y sin esfuerzo?
El porno ofrece recompensa fácil: dopamina sin compromiso. Según Real, “cuando llega el sexo real, el cerebro dice ‘meh’”. Porque la realidad no compite con la estimulación artificial de los videos: ni el ritmo, ni la intensidad, ni las expectativas son comparables. De ahí derivan problemas de erección en jóvenes de 20 años, insatisfacción, ansiedad y frustraciones acumuladas.
Además, muchos adolescentes intentan imitar lo que ven: prácticas de riesgo, dominación no consensuada, placer unilateral. Esto no solo pone en peligro su bienestar emocional, sino que normaliza conductas que no tienen cabida en una relación sana.

¿Puede volverse una adicción? ¿Qué consecuencias tiene?
Sí. La adicción al porno puede generar ansiedad de rendimiento, obsesión con el cuerpo, miedo al fracaso sexual y desconexión emocional. También aparecen sentimientos de culpa o vergüenza, especialmente en contextos familiares o religiosos donde el tema es tabú. El aislamiento social es otra consecuencia frecuente: si el porno se convierte en la principal vía de gratificación, la vida real comienza a perder sentido.
Y como toda conducta adictiva, se genera tolerancia: cada vez se necesita más estímulo, más intensidad, más contenido extremo para obtener el mismo “subidón”. Si no se accede a eso, aparece el craving —una especie de picor mental desesperado por consumir más— que genera irritabilidad, insomnio y dependencia.
¿Cómo deben actuar los padres? ¿Qué hacer si descubren que su hijo ve porno?
Luis Miguel Real es claro: no montar un drama. Nada de gritos, bloqueos o castigos punitivos. Eso solo alimenta la vergüenza y el secretismo. “Lo que necesitan no es castigo, es contexto”. La propuesta del psicólogo es abrir una conversación real: sin moralismos, sin sermones, con preguntas sinceras como “¿qué piensas tú de esto?”.
La clave está en escuchar más que en juzgar. Mostrar que el deseo sexual es natural, pero que el porno no es educación sexual. Es una ficción —como una película de acción— que no refleja lo que ocurre entre personas que se cuidan, se respetan y se aman.
¿Cómo diferenciar el deseo sexual del porno?
Hay que enseñar que el deseo es parte del crecimiento humano, mientras que el porno es una representación artificial. El problema no es el deseo, sino creer que la única forma de canalizarlo es a través del porno. Por eso, es urgente ofrecer otras fuentes: libros, contenidos confiables en redes sociales, conversaciones con adultos que no huyan del tema.
¿Por qué consumen porno los adolescentes?
Para Real, la respuesta no siempre es simple. “A veces es pura curiosidad; otras, una forma de huir del aburrimiento, la inseguridad o la frustración”. La solución no está solo en restringir, sino en ofrecer herramientas emocionales. Mostrarles que hay otras formas de aprender sobre sexualidad, otras maneras de afrontar lo que sienten, otras formas de conectar con el mundo.
Conclusión
El acceso a la pornografía ya no es la excepción, sino la norma. Negarlo o dramatizarlo solo empeora las cosas. Lo que toca es educar, acompañar y hablar, incluso cuando incomoda. Como dice Real: “Van a tener sexo más tarde o más temprano, nos guste o no. La pregunta es: ¿de dónde van a aprender?”
Si no abrimos el diálogo, el silencio lo llena la pantalla. Y las consecuencias no se ven de inmediato, pero llegan. Como una bomba de tiempo que, si no desactivamos a tiempo, acaba explotando en la vida adulta.
Redacción | Web del Maestro CMF