Andrés Calero es un destacado investigador en temáticas de compresión lectora e investigación didáctica, sus libros lo sitúan como uno de los principales referentes en Iberoamérica en el campo de la educación lectora, la comprensión y las competencias lectoras.
Autor del libro “Comprensión lectora. Estrategias que desarrollan lectores autorregulados” y del blog comprension-lectora.org, este experto describe cómo se debe trabajar desde el ámbito educativo y familiar para que los niños saquen el máximo partido a la lectura.
¿Cuáles son las claves de una buena comprensión lectora?
La escuela de hoy está en un proceso de transición hacia un nuevo modelo de desarrollo de la comprensión lectora. Durante centenares de años, se ha entendido que la actividad lectora de los niños consistía básicamente en leer un texto para, posteriormente, contestar a preguntas que ordinariamente buscaban la reproducción literal de su contenido. Por el contrario, hoy entendemos que, para comprender, los lectores necesitan elaborar una representación mental de lo que dice el texto, en relación con sus conocimientos previos.
En consonancia con esto, hoy es necesario instruir a los estudiantes en el reconocimiento automático de palabras y un nivel de vocabulario cuantitativa y cualitativamente expandido, junto con el desarrollo de conocimientos previos que permitan a los lectores poder realizar las inferencias oportunas que rellenan aquellos huecos de significado que los autores suelen dejar en sus textos.
Por otro lado, esa instrucción debe también contemplar el conocimiento y aplicación de aquellas estrategias cognitivas y metacognitivas que facilitan a los lectores buscar la coherencia del texto, como clarificar el significado de palabras utilizando las pistas que el propio texto ofrece, establecer conexiones texto-yo, texto-texto y texto-mundo, o el que sean los propios alumnos (no los docentes) quienes se autocuestionen sobre el contenido del texto, así como habituarse a detener la lectura, bien para pensar si se está comprendiendo, o para reparar el significado perdido.
¿De qué forma puede determinar el futuro académico de un alumno sus dificultades para entender lo que está leyendo?
De un modo evidente, y no solo su futuro académico sino su devenir personal en una sociedad alfabetizada. El lenguaje es una herramienta de comunicación, de aprendizaje y de desarrollo del pensamiento. Y el mayor o menor nivel de procesamiento del lenguaje escrito, en particular, tiene una relación causal con el futuro académico del alumnado. Tristemente, son bastantes los estudiantes a los que no se les ha desvelado el misterio de qué hacer para comprender, y se deslizan sobre las palabras de los textos sin comprenderlos.
¿A qué edad se debe empezar a desarrollar esta capacidad?
El armazón lingüístico-cognitivo que los niños necesitan cimentar para poder pronosticar un adecuado nivel de comprensión lectora se construye desde edades tempranas, de un modo paulatino. Hemos de tener en cuenta que la comprensión del discurso oral es un precursor potente del nivel lector, y solo existen dos formas complementarias y eficientes de que el cerebro humano pueda almacenar y procesar las palabras, bien reconociéndolas visualmente o escuchándolas.
Teniendo en cuenta que los niños tardan regularmente entre 4 y 6 años en el aprestamiento de sus ojos para poder identificar y leer palabras escritas, y otros 6 o 7 años en perfeccionar el conocimiento estratégico necesario para aprender a comprender lo que leen, el modo más efectivo y rápido para rellenar ese depósito que tienen es a través del oído en dos situaciones de aprendizaje: una, conversando con adultos, y otra, escuchando la lectura en voz alta realizada por su padre, su madre u otro lector experto.
¿Cómo debería trabajarse en el aula?
Con materiales de lectura variados y atrayentes, y enseñando estrategias de comprensión lectora. Los docentes sabemos que, cuando leemos, sostenemos un diálogo interno y personal con el texto. Como consecuencia, la misión de los maestros es desvelar ese diálogo interno a los alumnos a través de procedimientos de instrucción directa en estrategias de comprensión lectora, siguiendo un proceso de transferencia gradual al estudiante de la responsabilidad en el uso de esas estrategias, en tres fases: una primera, de modelado de las conductas estratégicas que el propio docente realiza frente a sus alumnos mientras les lee un texto, otra de aplicación y perfeccionamiento en el uso de dichas estrategias, en la que los estudiantes realizan un trabajo cooperativo, y una última, en la que se busca que cada lector las utilice de un modo independiente.
¿Existen unos libros más adecuados que otros?
Los mejores libros son los que eligen los propios alumnos. Sin embargo, hoy los libros de lectura narrativos o expositivos son muy atrayentes, llenos de pistas gráficas y con un contenido más cuidado en su estructura textual. Pero, tendríamos que destacar que tradicionalmente hemos ofrecido una dieta desequilibrada de lectura a los niños, primando los textos narrativos en detrimento de los de naturaleza expositiva.
En general, los estudiantes de los cursos intermedios y superiores de Primaria (3º, 4º, 5º y 6º) muestran un limitado conocimiento de las diferencias entre la estructura narrativa de los textos de ficción (creada para entretener), y las diversas estructuras expositivas (creadas para transmitir información). Los textos narrativos tienen una estructura secuencial muy familiar para los niños. Sin embargo, es esencial que en la escuela los maestros instruyan más en el vocabulario técnico, confuso, abstracto, y en las estructuras lingüísticas propias de los textos expositivos, lo cual supone un problema de comprensión añadido para ellos.
¿Recomienda hacer sinopsis después de leer un libro?
No al final de la lectura, sino durante su procesamiento. Las representaciones visuales del contenido de un texto (pirámide narrativa, mapas de una narración, de un personaje, de un texto causa-efecto o descriptivo, etc.), son herramientas de pensamiento necesarias que ayudan a los lectores a comprender.
¿Tienen ahora los niños más dificultades para entender lo que leen por el exceso de estímulos?
Así es, en muchos casos. Desde el ámbito de la neurociencia se nos plantea que la sobreexposición de los niños a estímulos que provocan respuestas reactivas, no reflexivas, como es el caso de los videojuegos, las tabletas, la televisión, etc., puede generar en ellos una excesiva activación neurológica en la que no media lenguaje o pensamiento alguno para procesar la información, provocando, en algunos casos, conductas impulsivas y afectar al aprendizaje.
En este sentido, plantear a los niños actividades más relajantes, reflexivas y creativas que despierten en ellos el control de su inteligencia ejecutiva es una misión ineludible de las familias. Los primeros años de la vida son cruciales para ello y, tristemente, la lectura es una alternativa olvidada en muchos casos.
¿Qué papel deben jugar los padres?
Los padres deben ser modelos que despierten el interés de los niños por la lectura. Durante los 6-7 primeros años, el potencial imitativo de conductas con el referente del gusto por leer de sus padres es muy grande. Asimismo, la lectura en voz alta a los niños es un arma de construcción masiva de vocabulario, conocimiento del mundo y procesos estratégicos para comprender, que mejoran su capacidad futura de comprensión lectora.






