Carmen Guaita: La docencia es, tal vez, la profesión más exigente del mundo: implica una manera de ser, de comportarse y de trabajar por los demás

Una reflexión profunda sobre el valor de la enseñanza y la necesidad urgente de recuperar el tiempo para educar y convivir

Maestra, escritora, sindicalista y pensadora, Carmen Guaita ha convertido su experiencia vital en materia de reflexión pedagógica y compromiso humano. En sus palabras se cruzan la ternura de quien ha acompañado generaciones de alumnos y la firmeza de quien exige un mundo más justo, empezando por las aulas y por los hogares. Su libro Lo que mis alumnos me enseñaron (PPC) y su coordinación de Dame tiempo (Fundación SM–PPC), son dos obras que ilustran su vocación doble: enseñar y cuidar.

Una vida marcada por los alumnos

En Lo que mis alumnos me enseñaron, Guaita repasa más de 40 años de trayectoria docente. No lo hace como un libro de memorias, sino como una colección de breves ensayos –ordenados alfabéticamente como guiño a la escuela– donde se entrelazan valores, reflexiones y vivencias compartidas con sus estudiantes. “Ser maestro no es haber estado tú en la vida de los alumnos, sino que los alumnos estuvieron en tu vida”, afirma. Desde su paso por Extremadura, Canarias, Alcalá de Henares y Madrid, hasta su trabajo en el sindicato ANPE, todo está atravesado por el aprendizaje que surge del encuentro humano.

Para ella, enseñar a leer a centenares de personas es el mayor honor que puede tener una profesión humana. “La docencia es la profesión de la alegría, también del dolor, y en la que estás obligado a ver la semilla poderosa que hay en el interior de cada persona”, sostiene. Y añade: “Implica una manera de ser, de comportarse y de trabajar por los demás”.

Educar es también cuidar

La experiencia en las aulas ha nutrido su mirada sobre los otros vínculos fundamentales: los familiares. Con esa misma sensibilidad, coordinó el libro Dame tiempo, una colección de cuentos ilustrados que abordan la conciliación entre trabajo y familia. En un mundo mecanizado, Guaita plantea que la protección de las familias no puede ser vista como un lujo, sino como un deber ético y social: “Todos necesitamos tiempo y espacio para enriquecernos por dentro”.

Critica con serenidad la idea de que productividad y felicidad estén en conflicto. Al contrario, asegura que cuando una persona logra “encajar” sus distintas facetas, su rendimiento mejora. “Está más que demostrado que trabaja mejor quien puede abarcar sin agobios todos los aspectos de su vida”, afirma.

Sin embargo, advierte que no basta con modificar horarios. Aunque reconoce que es necesario que empresas y gobiernos racionalicen la jornada laboral, insiste en que lo más profundo depende de la escala de valores de cada individuo. “La mayoría de las familias desean dedicar tiempo a sus hijos, y por eso lo merecen”, asegura.

Tiempo, educación y dignidad

Entre cuentos y ensayos, Carmen Guaita defiende lo mismo en distintos lenguajes: que el tiempo es el espacio donde se construye la dignidad humana. En las aulas o en casa, en la lectura o en el juego, lo que se juega es siempre el futuro.

Por eso, para ella, ser maestra ha sido más que una profesión: ha sido un aprendizaje continuo. Agradece tanto a los alumnos que tuvo como a los maestros de quienes aprendió, incluso sin ser su alumna directa. “La vida se establece sobre los encuentros que nos forjan, y la tarea de un docente es precisamente eso: un gran encuentro, pero también un gran aprendizaje”.

Fuente: VN Vida Nueva

Redacción | Web del Maestro CMF


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