José Antonio Marina: A mis alumnos más pequeños les doy una receta: cuando alguien te diga una cosa, tú pregúntale ‘¿eso cómo lo sabes?’

El pensador critica que internet amplíe burbujas en lugar de horizontes.
En tiempos de incertidumbre y ante el auge de la desinformación a través de las redes sociales, el filósofo José Antonio Marina (Toledo, 1939) invita a fomentar el pensamiento crítico. El profesor y conferenciante de Thinking Heads charla con CincoDías en el marco de su participación en el encuentro de centros de Enseñanza de ESIC. A pesar de que internet es una mina de información, insiste en que los sistemas educativos deben basarse en la memoria porque es la única manera de comprender el entorno y continuar aprendiendo.
La educación es uno de los aspectos en los que más se ha puesto el foco durante la pandemia. ¿Qué aspectos ha puesto de manifiesto esta crisis?

Esta crisis nos ha cogido de imprevisto a todos, pero hay una norma común en la escuela y en la empresa, donde todos estamos sometidos a la ley universal del aprendizaje. Toda persona, empresa, institución o sociedad necesita aprender, al menos, a la misma velocidad a la que cambia su entorno para sobrevivir; si además quiere progresar, necesitará aprender a más velocidad. Quien no aprenda suficientemente rápido se va a quedar marginado. Lo que tenemos que ver es cómo organizamos los sistemas de aprendizaje para poder adaptarnos a las situaciones que cambian a cada vez más velocidad.

¿Y cómo deben ser estos sistemas?

Lo que tenemos que desarrollar, tanto desde las escuelas como desde las empresas, es una inteligencia centauro. Debemos empezar a enfocar cómo tenemos que ver el sistema de gestión, intelectual, inventivo.., para que sepamos distinguir muy bien cuáles son las decisiones que va a tomar la inteligencia neuronal y cuáles van a tomar los ordenadores. Ese es el reto que tenemos, que en una realidad expandida tenemos que contar también con una inteligencia expandida. Es el nuevo modo de inteligencia, que va más allá de la digitalización. Las que están dedicando más esfuerzos a la investigación de esto son las grandes compañías informáticas, que están formadas por gente muy lista, tienen mucho dinero y se han dado cuenta de que todo lo que tiene que ver con formación y con organización de la información va a ser el gran negocio de los próximos 20 años. Facilitar tanto las cosas nos puede hacer bastante inútiles porque pensamos que todo lo harán las máquinas, pero no, tenemos que decidir exactamente qué es lo que va a hacer la máquina.

¿Dónde queda el pensamiento humano en todo esto?

Esa es la pregunta del millón. Lo que tenemos que hacer es fortalecer la personalidad y la inteligencia humana para que no quede difuminada u oculta por los sistemas informáticos. Un ejemplo es el poder de las redes sociales. Cuando apareció la web, parecía que iba a ser la solución a todo, que todo el mundo iba a poder comunicar lo que quisiera, pero ahora estamos viendo que esto no es el reino de la libertad que creíamos, entre otras cosas porque hay empresas que se encargan de gestionar qué es lo que va a aparecer y qué no, cuáles son las primeras noticias y cuáles las segundas… Tenemos que educar a las personas para que dominen ellas la red en lugar de que la red las domine a ellas. La red, que en un primer momento nació para ampliar horizontes, lo que está haciendo es ampliar burbujas. Hay que fortalecer la capacidad de decisión y de reflexión. Nuestra gente joven dice ‘para qué lo voy a aprender si lo puedo encontrar en las redes’, eso es un disparate. El pensamiento crítico es la mejor vacuna que tenemos, sin él, todo esto se vuelve peligroso.

Pero es cierto que hay mucha información en internet. ¿Cómo convence a sus alumnos para que aprendan?

Hay que insistir mucho en que no vale de nada tener muchísima información si no la comprendes. La educación en el fondo es cargar nuestra propia memoria para que nos permita tomar decisiones, por eso la memoria es el centro de la educación y por eso tenemos que seleccionar muy bien qué es lo que aprendemos, para que sean cosas que nos permitan aprender otras cosas. Cuando mis alumnos de bachiller me dicen ‘para qué voy a aprender esto si lo puedo buscar’, les saco una diapositiva con las cuatro ecuaciones del campo electromagnético de Maxwell y les digo ‘ya lo habéis encontrado, ¿os sirve para algo?’. Si no has comprendido la información, es como si no la tuvieras. De eso nos tenemos que asegurar en los sistemas educativos, de que cada persona sepa lo suficiente para comprender cosas.

En esta crisis se han puesto en duda muchas cosas que se daban por hechas, como es la confianza en la ciencia.

Dudar de las cosas no es necesariamente pensamiento crítico, eso puede ser sustituir una superstición por otra superstición. Yo a mis alumnos más pequeños les doy una receta: cuando alguien te diga una cosa, tú pregúntale ‘¿eso cómo lo sabes?’. Cuando hablas con un negacionista y te dice que lo ha leído en las redes sociales… ¿Eso es una fuente de información? Cuando un científico te dice una cosa te dice por qué lo sabe. Lo que tiene la ciencia en contraposición a todo lo demás es que se compromete a fundamentar las razones de todo lo que dicen.

Se habla de esta crisis como de una oportunidad. ¿Siempre se aprende algo?

No, de la experiencia sin más no se aprende nada. Si no, las personas como yo, que ya tenemos cierta edad, seríamos hasta científicas. De la experiencia hay que intentar aprender, pero aprender de la experiencia es una actitud especial, es reflexionar sobre ella, ver las posibilidades, compararla con otras… Ojalá aprendiéramos de la pandemia, de nuestros fracasos y de nuestras experiencias, por eso insisto tanto en ello, pero es una actitud, solo por el hecho de vivirlo no vamos a aprender. Entender exactamente lo que está pasando, sin dejarnos llevar por nuestras preferencias, nuestros miedos y nuestras manías es un esfuerzo intelectual muy grande, ojalá lo pudiéramos hacer todos.

Al principio se hacían muchos discursos sobre la solidaridad.

Ya. ¿Pero saldremos juntos de esta? Ya veremos las peleas que habrá por las vacunas. Casi con toda seguridad podemos saber que la pandemia va a agrandar todo tipo de diferencias: educativas, sociales, económicas… Cuando se tiene miedo no se favorece la solidaridad, sino la actitud de autodefensa. Europa se enfrentó muy mal a la crisis de 2008 porque estaba demasiado preocupada por el problema de inflación que hubo en Alemania antes de la II Guerra Mundial, así que no querían expandir la economía. Ahora han aprendido a manejar la deuda y se están dando cuenta de que se equivocaron al tomar esas medidas tan restrictivas. Alemania había aprendido mal de su experiencia anterior, pero ha aprendido ahora. Vamos a enfocar esta crisis financiera con muchísima más soltura que en 2008. Lo que se está haciendo con el plan de recuperación sería impensable hace 10 años.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Cinco Días en la siguiente dirección: cincodias.elpais.com | Ana Muñoz Vita



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