Una escuela en Kentucky (EE. UU.) prohibió los celulares y los alumnos ahora leen, juegan y socializan más

Más que una simple prohibición, se trata de repensar el equilibrio entre tecnología y convivencia, entre lo digital y lo humano.

En el estado de Kentucky (EE. UU.), una nueva política educativa ha generado un notable cambio en el comportamiento de los alumnos. Desde que el distrito escolar de Jefferson County Public Schools (JCPS) implementó la prohibición del uso de celulares durante la jornada escolar, los estudiantes comenzaron a leer más, socializar con sus compañeros y participar con mayor atención en las clases.

Aunque al principio muchos jóvenes lo sintieron como un castigo, los resultados observados en pocas semanas sorprendieron a la comunidad educativa: el número de préstamos de libros en la biblioteca aumentó un 67 % respecto al año anterior. Este dato fue confirmado por medios como Newsweek y Spectrum News 1, que visitaron la Ballard High School, una de las escuelas más grandes de Louisville.

Una medida estatal con impacto local

La decisión no fue aislada. Responde a la House Bill 208, una ley aprobada en Kentucky que exige a los distritos escolares establecer políticas para limitar o prohibir los teléfonos celulares dentro de los centros educativos. El objetivo es reducir las distracciones que afectan la concentración, el rendimiento académico y la convivencia.

En el caso de JCPS, la norma prohíbe el uso de celulares “de campana a campana” (bell-to-bell), es decir, durante todo el horario de clases. Los estudiantes deben mantener los dispositivos guardados en sus mochilas, sin acceso durante las horas lectivas. En algunos establecimientos, la restricción también se extiende a los recreos y comedores, aunque cada escuela adapta la aplicación según su contexto.

Resultados visibles en pocas semanas

El personal docente y las autoridades escolares reportan que el ambiente ha cambiado significativamente. Las bibliotecarias notaron una mayor presencia de alumnos en busca de libros, incluso de aquellos que antes nunca se acercaban a ese espacio.

En los patios y pasillos, los profesores observan más conversaciones cara a cara, más risas y más juegos. Algunos alumnos reconocen que al principio sentían ansiedad por no tener el celular, pero luego descubrieron que se distraen menos y se concentran mejor.

Además, los docentes aseguran que la atención en clase ha mejorado. Los jóvenes ya no interrumpen las lecciones para revisar notificaciones o mensajes, lo que permite un ambiente más fluido y participativo.

Un debate global sobre la salud mental y la atención

El caso de Kentucky se suma a un debate que avanza también en Europa y otras regiones de EE. UU. Diversos países, entre ellos Francia, Suecia y Reino Unido, ya han limitado o prohibido el uso de celulares en las aulas, argumentando que esta medida favorece la concentración, la interacción social y la salud mental de los estudiantes.

Investigaciones recientes respaldan esta tendencia. Un informe del London School of Economics (LSE), por ejemplo, encontró que las escuelas que restringen los teléfonos registran mejores resultados académicos, especialmente entre los alumnos con mayores dificultades de atención.

Entre la libertad y el bienestar

Sin embargo, la medida no está exenta de controversias. Algunos padres y alumnos consideran que prohibir los celulares limita la comunicación familiar o impide el uso de herramientas digitales con fines educativos. Otros defienden que el celular es parte inevitable de la vida moderna y que lo esencial es enseñar un uso responsable, no eliminarlo del todo.

Los educadores de Kentucky, por su parte, destacan que el objetivo no es castigar, sino recuperar la conexión humana dentro del aula. En palabras de una profesora del distrito: “Volvemos a ver a los estudiantes conversar entre ellos, reírse, jugar. Es algo que habíamos perdido sin darnos cuenta”.

¿Podría funcionar en América Latina?

El desafío en países latinoamericanos sería adaptar la medida a realidades distintas: escuelas con alta densidad de alumnos, menos recursos tecnológicos y un vínculo diferente con las familias. No obstante, el ejemplo de Kentucky demuestra que la regulación del uso del celular sí puede transformar positivamente la cultura escolar, siempre que vaya acompañada de diálogo, pedagogía y coherencia institucional.

Más que una simple prohibición, se trata de repensar el equilibrio entre tecnología y convivencia, entre lo digital y lo humano. La experiencia muestra que, cuando los estudiantes desconectan de la pantalla, muchas veces vuelven a conectarse entre sí.

Redacción | Web del Maestro CMF


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