Educación farmacéutica en instituciones escolares: uso responsable de AINES y administración de medicamentos

El uso responsable de AINES en escuelas exige supervisión médica, protocolos claros y educación farmacéutica para proteger la salud estudiantil.

Cada día, en los colegios de América Latina, niños y adolescentes presentan fiebre, dolor de cabeza o molestias físicas leves que pueden interferir en el aprendizaje. Frente a estas situaciones, muchos establecimientos toman decisiones improvisadas: algunos guardan medicamentos comunes en los botiquines; otros permiten que docentes o auxiliares administren analgésicos “de uso común” sin supervisión médica.
Este escenario, aunque bien intencionado, representa un riesgo sanitario. Los antiinflamatorios no esteroideos (AINES), como el ibuprofeno o el diclofenaco, pueden aliviar el dolor, pero su administración sin control puede causar gastritis, daño renal o reacciones alérgicas severas. La educación farmacéutica en los centros escolares se vuelve entonces un eje esencial para la seguridad y el bienestar estudiantil.

AINES: beneficios y riesgos

Los AINES —entre los que se encuentran ibuprofeno, naproxeno, diclofenaco, ketorolaco, meloxicam y celecoxib— son medicamentos de uso extendido que reducen dolor, fiebre e inflamación. Su eficacia es innegable, pero su uso requiere criterio médico.

Ibuprofeno: útil para fiebre y dolor leve; se recomienda por un máximo de 7 a 10 días.
Naproxeno: efectivo en dolores menstruales o articulares; acción más prolongada (8 a 12 horas).
Diclofenaco: alivia dolores musculares o postoperatorios, pero puede irritar el estómago.
Ketorolaco: reservado para dolor intenso y breve; no más de 5 días por riesgo renal.
Meloxicam: indicado para artritis o dolor crónico; requiere seguimiento médico.
Celecoxib: selectivo en la COX-2, menos agresivo para el estómago, aunque puede afectar el sistema cardiovascular.

En todos los casos, su uso escolar solo es admisible con orden médica y autorización familiar escrita. Ningún fármaco de prescripción controlada debe almacenarse ni administrarse sin personal sanitario.

Qué medicamentos pueden estar en una institución educativa

Según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la American Academy of Pediatrics (AAP), los colegios deben disponer únicamente de un botiquín básico de primeros auxilios, que contenga insumos, no fármacos de prescripción.

Este botiquín puede incluir:

  • Gasas estériles, vendas, tiritas y guantes.
  • Solución salina, alcohol al 70 % o povidona yodada.
  • Termómetro, bolsas frías y tijeras de punta roma.

Solo en casos específicos, y bajo consentimiento documentado, puede incluir paracetamol o ibuprofeno pediátrico, siempre con dosis prescrita por un médico.
No deben incluirse medicamentos como ketorolaco, diclofenaco inyectable, meloxicam ni celecoxib, ya que requieren control médico estricto y pueden causar efectos graves si se administran sin diagnóstico.

Quiénes pueden medicar y bajo qué condiciones

La responsabilidad farmacológica dentro de una institución educativa no recae en los docentes, sino en profesionales de la salud.

Médico escolar: diagnostica y prescribe medicamentos.
Enfermera escolar: administra fármacos, supervisa almacenamiento y capacita al personal autorizado.
Docentes y administrativos: solo pueden brindar primeros auxilios no farmacológicos (reposo, hidratación, compresas frías, observación), salvo en emergencias vitales con medicamentos previamente autorizados (por ejemplo, inhalador o autoinyector de epinefrina).

Cuando el colegio no cuenta con médico ni enfermera, la normativa internacional indica que debe:

  1. Notificar de inmediato a los padres o tutores.
  2. No administrar medicamentos sin receta.
  3. Registrar el incidente y las medidas tomadas.
  4. Trasladar al estudiante a un centro asistencial si el cuadro lo amerita.

El personal no sanitario solo puede intervenir si ha sido capacitado y autorizado oficialmente por la dirección, siguiendo protocolos firmados por un profesional de salud.

La urgencia de políticas claras

En muchos países latinoamericanos, los ministerios de educación y salud aún no exigen de forma obligatoria la presencia de un profesional sanitario en cada establecimiento. No obstante, la evidencia científica demuestra que los colegios con programas de salud escolar y enfermería activa reducen significativamente los riesgos médicos y las ausencias estudiantiles.

Establecer protocolos de administración de medicamentos, fichas de salud por estudiante y procedimientos de emergencia es una medida preventiva indispensable. Estas políticas protegen tanto al niño como al personal docente, evitando decisiones improvisadas que pueden tener consecuencias legales y éticas.

Educación farmacéutica: una necesidad pedagógica

La educación farmacéutica en las escuelas no se limita al botiquín. También implica formar a los docentes, estudiantes y familias sobre el uso responsable de los medicamentos. Comprender que “un fármaco no es inofensivo solo porque se vende sin receta” es parte de la educación para la salud.

En este sentido, incluir charlas, talleres y protocolos visuales sobre el uso adecuado de AINES y analgésicos puede convertirse en una herramienta pedagógica poderosa para promover hábitos de autocuidado.


El uso de medicamentos en el entorno escolar debe regirse por la prudencia, la evidencia y la ética. Los AINES, aunque útiles, no pueden administrarse sin control médico. Las instituciones educativas tienen el deber de garantizar protocolos claros, contar con personal sanitario o establecer redes de apoyo con centros de salud, y capacitar a su personal para responder con seguridad y humanidad ante una emergencia.
Educar en farmacología básica no es un lujo: es una forma de proteger la vida, el aprendizaje y la confianza de los estudiantes.

Redacción | Web del Maestro CMF


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