El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, vuelve a estar en el centro del debate internacional. Esta vez, no por su retórica electoral o su impacto en la política estadounidense, sino por su candidatura al Premio Nobel de la Paz. La expectativa por el anuncio del galardón ha reavivado las discusiones sobre los criterios del comité noruego y sobre qué significa realmente “trabajar por la paz” en un mundo convulsionado por conflictos y tensiones geopolíticas.
Desde que en 2018 insinuó, a modo de broma, que podría ser merecedor del premio, Trump ha pasado de la ironía a la convicción. En 2024 declaró abiertamente que “merecía” el Nobel y que incluso debió haberlo recibido “cuatro o cinco veces”. Sus partidarios lo presentan como un líder que puso fin a “siete guerras”, entre ellas los conflictos entre Camboya y Tailandia o entre Pakistán e India, aunque diversos analistas subrayan que dichos enfrentamientos siguen latentes.
Las nominaciones y el peso político del galardón
Trump ha sido nominado por varias figuras y gobiernos —entre ellos el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, representantes de Pakistán y Camboya, y el político estadounidense Buddy Carter—. Sin embargo, también ha sufrido rechazos: un legislador ucraniano que lo había propuesto retiró su nominación, acusándolo de favorecer a Vladimir Putin.
El Comité Noruego del Nobel, compuesto por cinco miembros —la mayoría críticos del expresidente—, enfrenta una tarea compleja. Según el testamento de Alfred Nobel, el premio debe otorgarse a quien haya contribuido de forma destacada a la fraternidad entre las naciones y a la reducción de los conflictos armados. Pero como advierten los expertos, los criterios son tan amplios que dejan espacio tanto para reconocimientos simbólicos como para decisiones de carácter político.
El profesor Matthew Mokhefi-Ashton, de la Universidad de Nottingham Trent, recuerda casos como el de Barack Obama, galardonado en 2009 más por su mensaje esperanzador que por resultados concretos, una decisión que el propio comité reconoció después como “precipitada”. Del mismo modo, el Nobel otorgado a Henry Kissinger en 1973 por su papel en el fin de la guerra de Vietnam fue duramente criticado por su vinculación con crímenes de guerra. “En un mundo donde eso puede ocurrir, también es posible que Trump gane”, ironiza Mokhefi-Ashton.
Entre la imagen y los hechos
El apoyo a Trump proviene principalmente de grupos que valoran su papel como mediador en acuerdos en Medio Oriente, especialmente en el marco de las conversaciones entre Israel y Hamás, donde Estados Unidos ha actuado junto a Qatar y Egipto. No obstante, los expertos advierten que estos procesos aún están en curso y que no existe una paz consolidada que respalde una premiación inmediata.
El historiador Theo Zenou, de la Henry Jackson Society, sostiene que Trump concibe la paz de manera simplista: como la ausencia temporal de enfrentamientos. Sin embargo, los conflictos internacionales son dinámicos y requieren tiempo para transformarse en paz real y duradera. Además, su insistencia en proclamarse merecedor del galardón, lejos de favorecerlo, podría perjudicarlo ante el comité, que suele valorar la discreción y la trayectoria más que la autopromoción.
A esto se suman sus recientes declaraciones negando la crisis climática, un tema sensible en el contexto del Nobel de la Paz, que en los últimos años ha reconocido esfuerzos vinculados al medioambiente y la cooperación global. Algunos analistas creen que el comité podría usar el premio de forma estratégica —por ejemplo, para incentivar un cambio de postura hacia Ucrania—, pero eso también supondría un riesgo: banalizar el valor moral del reconocimiento.
Un legado que busca permanencia
Aunque las probabilidades de que Trump gane este año son escasas, los expertos coinciden en que su candidatura no es un gesto improvisado. El expresidente se proyecta como un político de largo aliento, obsesionado con su legado y con el deseo de ser recordado como un pacificador global. Incluso si no logra el Nobel en esta ocasión, es probable que vuelva a intentarlo en el futuro.
Como resume el profesor Mokhefi-Ashton, “Trump ha construido su carrera superando las probabilidades y haciendo posible lo que nadie creía factible”. Pero en el terreno de la paz mundial, los símbolos pesan tanto como los hechos, y el comité noruego deberá decidir si su nombre merece inscribirse junto al de figuras que trabajaron —más allá del discurso— por un mundo menos dividido.
Redacción | Web del Maestro CMF






