LA PRECISIÓN DE MOVIMIENTOS DEL CUERPO…MADURAN LA MENTE

Al neuropsiquiatra pediátrico Steve Hughes, de nacionalidad norteamericana, le entusiasma la educación de los niños y le gusta la pedagogía del método Montessori. Sostiene que la excelencia pedagógica no se comprueba por una evaluación convencional, “sino en saber estar en un mundo variopinto y cambiante, en ser dúctil y adaptativo, en ser curioso y en tener muchas habilidades sociales. Justamente lo que los actuales exámenes no miden”.

Aquí es entrevistado por Víctor Amela, Ima Sanchís y Lluís amiguet, para la publicación de LA VANGUARDIA, que compartimos con fines únicamente educativos – pastorales.

STEVE HUGHES: UNA BUENA EDUCACIÓN LOGRA QUE EL NIÑO SE RETE A SÍ MISMO

Steve Hughes está obsesionado por el aprendizaje, por la educación de nuestros niños. Sus estudios sobre la neurología pediátrica le llevan a conclusiones que aquí expone: entiendo que la excelencia pedagógica no consistiría en saber lo que pueda testarse en un examen convencional, sino en saber estar en un mundo variopinto y cambiante, en ser dúctil y adaptativo, en ser curioso y en tener muchas habilidades sociales.

Justamente lo que los actuales exámenes no miden. Invitado por el centro CCE Montessori-Palau de Girona, eso les ha explicado a sus profesores, a los que anuncia que serán buenos si son muy empáticos, observadores de sus alumnos y siempre humildes.

Qué es un niño?

Vaya preguntita…

Su objeto de estudio, ¿no?

Sí, pero también de amor. Quiero lo mejor para los niños, que es quererlo para la humanidad.

¿Un niño es la humanidad?

Un niño es un creador. El creador del hombre que será.

¿Y cómo lo hace?

Hubo un niño de cinco años que no sabía que crearía a un periodista: tú.

Me gustaba Tintín.

El entorno de aquel niño posibilitó las circunstancias para crear al periodista, oportunidades de ofrecerle experiencias gratas…

Ajá.

Cada experiencia grata anima a seguir adelante, a seguir explorando una siguiente versión de ti mismo, y después la siguiente…

¿Las primeras experiencias deciden?

Por eso es tan importante la guardería, el parvulario, la escuela…para estimular todas las habilidades del niño.

¿Cómo debería ser esa escuela?

Esta cuestión me obsesionaba. Y un día entré en una escuela que aplicaba el método Montessori…y me emocionó: ¡eso era!

Explíquemelo.

El cerebro, en fases primerizas, se desarrolla mediante el uso de la mano. Las manualidades son fundamentales, y los materiales escolares están diseñados en función de la estructura mental de cada edad. La precisión de movimientos, el control del cuerpo…maduran la mente.

Póngame un ejemplo.

Limpiar una mesa con un paño, agua y jabón aburre a un adulto, ¡pero excita a un niño de dos años y medio! Es un reto. Haciéndolo, aprende a secuenciar actos, y hacerlo mejor cada día le proporciona autoestima.

Y un suelo hecho un asco…

Mojado, sí: ¡ideal! Porque eso le da ocasión a otro niño, ¡uno muy, muy mayor!, uno de tres años y medio, de secarlo con el mocho.

¿Y así vamos creciendo?

Imagine al niño que aprende a anudarse él solo los cordones de los zapatos, a abrocharse los botones del abrigo… Se lo pone y sale afuera a jugar: se siente autónomo, realizado: ¡está aprendiendo a vivir en el mundo!

¿Y aprender a leer, qué?

Es importante, pero ya le llegará el momento. ¡Todo a su tiempo! Los niños seguros de sí mismos aprenderán todo más rápido.

Cuénteme el caso de algún niño que haya tratado.

Recuerdo ahora a un adolescente…sano, apuesto, guapo, deportista, con todas las capacidades…, pero muy inquieto y a la vez lento en aprender materias intelectuales.

Ay…

Su padre, con una idea encorsetada de la perfección, le tenía martirizado por eso… “¿Qué haremos de ti?”, le decía. ¡No es justo, no es justo…!

Se emociona…

Me apeno, sí, porque ese joven puede acabar siendo muy desgraciado. Y es una lástima. Podría tener una vida feliz, era carismático y agradable, pero la presión podría desgraciarlo, humillarlo, abocarle al sentimiento de fracaso. ¡Y lo prioritario no es ser un gran intelectual, lo prioritario es la felicidad!

¿Qué ha sido de él?

No lo sé, le perdí la pista… El mensaje es: no montemos un drama, ayudemos a los niños a desplegar sus talentos.

¿Mejor no forzarles en lo que fallan?

Loarles sus fortalezas y animarles y estimularles en sus debilidades, mediante prácticas. Y no somos igual de brillantes en todos los campos, ¡tengámoslo claro!

¿En qué podríamos todos ser buenos?

En el autocontrol y en la cooperación, el trabajo en equipo: es lo básico para la vida, porque vivimos en sociedad. Y eso debería fomentar la escuela, en eso se cifra un buen método educativo.

¿La familia influye?

La familia y la sociedad, el país en el que vives. Trabajemos para que el país ofrezca todas las oportunidades a todos los niños.

Educación es castración, se ha dicho…

La mala educación, sí. Si acude pasivamente a la escuela, desmotivado, ¡mal! Pero la buena educación logra que el propio niño se rete a sí mismo a acometer lo que le cuesta.Y hay que saber esto: sólo un tercio de los niños reúnen las habilidades idóneas para un entorno escolar convencional…

Y no debemos desahuciar a los restantes dos tercios…

¡No podemos prescindir de dos tercios de la humanidad! Otro tercio se defenderá y saldrá adelante, y el otro tercio lo tendrá más complicado: ¡no les derrotemos!

Llega el niño y te dice: “El profesor me tiene manía”.

Escúchale y analiza si eso tiene o no algún sentido.

¿Conviene criar a los niños en tribu?

¿Cómo ha llegado la humanidad hasta aquí? Aprendiendo a aprender. Y eso no sale de un libro de texto, sino de la curiosidad y de la relación con los otros. El universo no está hecho de exámenes, sino de comunicación. En cada aula debería haber todo tipo de niños, para que cada uno aprenda algo de los otros: ¡eso es educar para el mundo real!

Este contenido ha sido publicado originalmente por La Vanguardia en la siguiente dirección: lavanguardia.com



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