Maestros al servicio de la educación

[Heriberto Prieto] La casa que se quedó sin educación

“No es la mochila o el uniforme que portas, sino la actitud que demuestras después de clases, lo que te hace educado.”

El respeto hacia los padres, es un referente que permite identificar los valores de los niños y jóvenes de hoy.  Su comportamiento individual o al lado de sus padres revela en mucho la educación recibida en casa y la formación obtenida en la escuela.

El trato de los padres dentro del núcleo familiar es parte fundamental en la educación de los hijos, ya que con su ejemplo influirá en el comportamiento de ellos. Si la atención de los padres a sus pupilos tiende a ser responsable por ende su comportamiento con la sociedad será igual.

Del amor surge el respeto a nuestros seres queridos y son las acciones, las que nos permiten ganar este cada día en su educación.

En la actualidad, podemos observar que los valores han dejado de ser el fundamento que rige la esencia del comportamiento humano para adaptarse a modas acorde a las tendencias publicitarias, se dan ejemplos como: si te  muestras más bravo serás más respetado; si muestras tu cariño es debilidad y tantas más.

La convivencia social y familiar se ha convertido en un espacio en el que cada individuo está más interesado en el mundo virtual, mismo que encuentra en un móvil, y el único interés en dicha reunión, radica en obtener una imagen que será agregada a alguna red social con el único propósito de ganar el mayor número de likes, en una carrera por conseguir “popularidad” virtual; olvidándose de la esencia de las relaciones humanas, de la calidez de una conversación, de la compañía física, del intercambio de opiniones y el enriquecimiento que proporciona la interacción humana.

Un gran número de padres de familia, son personas muy jóvenes, que más que educar hijos con valores, buscan acelerar su crecimiento para lograr su independencia y de esta forma, liberarse de lo que parece ser una carga adquirida a muy temprana edad. El compromiso social de los padres en la educación de los hijos, se encuentra ante el mayor reto: La Integración Familiar y la mejor arma para lograrlo son los valores y la disciplina, en donde los enemigos a vencer son el uso indiscriminado de las tecnologías y la falta de convivencia familiar.

Una problemática de nuestra sociedad son el gran número de familias disfuncionales, en donde el padre y la madre son los grandes ausentes que dejan la responsabilidad de cuidar a su hijos en manos de tíos o abuelos; de tal forma que el hijo crece en soledad con la carencia de la figura paterna o materna según el caso, que pretende sustituirse con bienes materiales que no proporcionan ningún beneficio formativo de los niños y jóvenes; solo provocan que se aíslen del mundo real, refugiándose en las redes sociales, en el mundo virtual o las adicciones.

 La falta de tiempo y atención a los hijos, en muchos casos se pretende sustituir con bienes materiales, proporcionarles todo sin permitir que ellos realicen el  mínimo esfuerzo por conseguir lo que quieren o necesitan, lo que con el tiempo se convierte en una dependencia destructiva, en la que se utiliza el chantaje para satisfacer sus gustos y necesidades, estableciendo una relación de dependencia cínica de recibir sin trabajar, llegando a la decadencia humana.

Ante esta situación, la sociedad requiere un cambio en la manera de formar y educar a los hijos. Una formación y educación requiere de tres elementos: atención, comunicación y reconocimiento.

Atención.

Los niños y jóvenes en su formación requieren una figura paternal que los atienda en sus necesidades y los guíe en su vida formativa. Muchos jóvenes con problemas académicos nunca cuentan con el respaldo de sus padres y sólo cuando surge un problema real (generalmente en el Bachillerato), es cuando se interesan en saber qué es lo que sucedió. Sin embargo, y a pesar de que nunca se atendió al joven, se pretende que actué como adulto y se le deja en sus manos una decisión transcendental en la vida de todo ser humano: continuar o abandonar sus estudios. Sin duda una decisión demasiado importante como para dejarla al albedrío de un joven que aún no tiene la capacidad de tomar ese tipo de decisiones y en donde la intervención del padre o madre de familia resulta fundamental. Muchos padres consideran que si el hijo no quiere estudiar o no se empeña en sus estudios es decisión de ellos. En todo caso “él pierde las oportunidades” que le dan los padres. Ante esta actitud surgen las interrogantes: ¿En dónde queda la protección y guía de los padres?  ¿Dónde queda el afán de superación para sus hijos?

Comunicación.

La comunicación es un tema que a mi parecer, resulta muy polémico. Parece mentira que hoy que existen un sinnúmero de medios de comunicación, está resulte tan difícil en un núcleo tan pequeño, como lo es la familia. Es curioso observar la gran cantidad de mensajes que se dan día a día entre las distintas redes sociales y medios de comunicación, mientras que en nuestro entorno no hay tiempo para expresar un saludo o interactuar con quién se encuentra a nuestro lado. Es muy común observar que muchos padres de familia no conocen los intereses o las necesidades de sus hijos y tienen una idea equivocada de cuáles son sus aspiraciones o metas. Las actitudes de riesgo (violencia, adicciones, embarazo adolescente, entre otras) originan mayores dificultades desde muy temprana edad, en la que los padres al protegerlos se convierten en cómplices de sus hijos o, simplemente los dejan llevar el peso de la responsabilidad solos. ¿Cómo esperan que sus hijos se comporten de forma adecuada en su ausencia?

Reconocimiento.

El reconocimiento de los padres a sus hijos es pieza clave en la aceptación y buena autoestima de los niños y jóvenes. Desafortunada y erróneamente solo se da el reconocimiento a los estudiantes con buenas notas académicas, pasando por alto otras aptitudes y capacidades que todos los seres humanos tenemos y que al reconocerlas fomentamos la aceptación, buena autoestima y desarrollo profesional, lo que repercute en la felicidad del individuo. ¿Qué tanto estamos al pendiente de sus logros y fechas importantes? ¿Cuándo fue la última vez que se le festejó y compartió tiempo con él?

 Los hijos son la esencia de sus padres y el reflejo de su familia o su casa. Son los prejuicios, que aprendidos de sus progenitores los hacen individuos inseguros. Mientras no nos involucremos en su atención, en conocerlos y reconocer sus cualidades; estaremos desaprovechando su mejor oportunidad de vida, pasando por alto sus virtudes en las que pueden destacar y obtener éxito.

Los tres factores que dañan la relación entre padres e hijos son la falta de convivencia, el uso excesivo de la tecnología y la sobreprotección.

La falta de convivencia propicia un gran distanciamiento entre los miembros de la familia y el nulo contacto. Cada vez son más frecuentes las despedidas con apenas un  adiós, indiferente, sin la conexión que implica un abrazo o una mirada.

El uso excesivo de la tecnología en la información y comunicación ha tenido un fuerte impacto en la educación de los hijos. La televisión en su tiempo produjo un problema similar; sin embargo, el uso irracional de la tecnología ha llegado al grado de la enajenación y dificultades para diferenciar de lo que es real, de lo virtual. En muchas ocasiones se sustituye la presencia de los padres por el uso de los medios de información y comunicación, sin tener un mediador en los aprendizajes adquiridos que propician conductas negativas dentro del contexto social en que viven.

 La permisibilidad de los padres a sus hijos es cada vez más grande. Son muchos los padres que le permiten todo a sus hijos, sea correcto o no. Se les resuelve sus problemas, sin que sus errores tengan consecuencias. Generando una sociedad que no está dispuesta a acatar normas y asumir responsabilidades, al grado de desacreditar a las personas e instituciones, antes de aceptar la falta. En el hogar es en donde se inicia el aprendizaje y en donde se fomenta a hacer las tareas por hacerlas, aunque queden mal y carentes de toda calidad, sin procurar dar el  esfuerzo y esmero.

No es la mochila o el uniforme que portas, sino la actitud que demuestras después de clases, lo que te hace educado. La escuela, ante una sociedad que inminentemente se deforma y en la que su potencial de intervención se ve anulada ante la falta de aceptación y participación de los padres por atender la educación de sus hijos como una prioridad y en la que resulta más “fácil” ignorar el problema, en lugar de enfrentarlo e intentar resolverlo; perdiendo toda posibilidad de formar ciudadanos exitosos.

El mayor temor social que puede existir no es la desintegración familiar, sino la deformación social por la pérdida de valores y la imitación de estereotipos.

¿Hasta dónde llegará esta decadencia? Dependerá del interés e intervención de Padres de Familia, Profesores y Autoridades de los tres niveles de gobierno para fortalecer la educación dentro y fuera de casa. Como decía  John Dewey “La educación no es preparación para la vida; la educación es la vida en sí misma”.

REFERENCIAS

COLABORACIÓN:

NOTA DE REDACCIÓN: La Web del Maestro CMF publica los textos originales de su autor, no necesariamente coincide con lo expuesto en el tema, no se hace responsable de las opiniones expresadas, y no promociona ningún producto, servicio, marca o empresa. Sugerimos a nuestros lectores conocer la identidad de la fuente o de su autor o autores, para tener mayores elementos de juicio y la pertinencia a su realidad educativa.


Autor:
Heriberto Prieto Zamudio. Orizaba, Veracruz, México
Profesor
de Bachillerato General Estatal en la Mixteca Poblana.
Administrador del Grupo de Facebook Formadores del Cambio.
Co-Fundador de la iniciativa social iberoamericana www.CompetenciaDigitalCero.com, que conforma una comunidad de práctica solidaria para reducir la brecha en el uso de tecnologías digitales en los espacios educativos.
Email:
[email protected]
Web: heribertoprietozamudio.wordpress.com
Twitter: @heribertopz21

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