Céline Alvarez: Hay que permitir al niño que sea más autónomo, nada más

Céline Alvarez (1983), después del bachillerato, imparte clases de francés en España, el país de origen de su padre, y se interesa por el bilingüismo entre los niños. Desde Madrid, se matriculó en un máster en ciencias del lenguaje por correspondencia en la Universidad de Grenoble (Francia). Se formó en la pedagogía Montessori y luego aprobó el examen competitivo para maestra de escuela en 2009 como candidata gratuita.  En su libro Las leyes naturales del niño (Aguilar), explica su manera de ver al niño y cómo aprenden.
En su tarea docente su mayor experiencia ha sido el aplicar un “proceso educativo abierto, científico, evolutivo” en un aula de infantil del municipio deprimido de Gennevilliers, al noroeste de París, que fue un éxito rotundo que ha llevado a cientos de maestros galos a emular su manera de ver la educación.

Su proceso educativo se basó en crear entornos adecuados para el aprendizaje siguiendo las pautas de científicos de la educación como Jean Itard, Édouard Séquin y la propia Montessori, quienes «abrieron un camino de un proceso, una reflexión educativa y científica», quienes -según Álvarez- fueron los primeros en ver la educación evolutiva, abierta, que siempre va a tener en cuenta las novedades pedagógicas y científicas. «Es importante porque con esta forma de ver las cosas vamos a dejar de verla educación de una forma dogmática e ideológica».

Compartimos con fines únicamente educativos y de formación permanente, partes de la entrevista que realizó Daniel Sánchez a la Profesora Céline Alvarez, y que publicó publicación del Blog El Diario de la Educación. Esperamos que la siguiente publicación sea un motivador para leer la entrevista completa, y sea un recurso para la reflexión sobre temas que coadyuven un mejor desempeño docente.

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Céline dice que es “una persona que nació y creció en un barrio muy desfavorecido de las afueras de París. Es una suerte, aunque al principio no lo consideraba así. Ahí empecé a ver el impacto de un sistema educativo que no era coherente con la manera de ser y desarrollarse del niño, ni con la manera natural de transmitir del adulto. […]  sufríamos, nos desconectábamos de nosotros mismos, del otro y de la sociedad. […]  me provocó rabia, cólera. No entendía esta sociedad. Yo veía que teníamos tanto que dar. Pensaba en cómo podemos gastar estos potenciales cada año. […] quería cambiar el sistema. Yo tenía poco vocabulario, cometía fallos y los psicólogos decían que iba a fracasar en el colegio. Pero tenía algo que nadie me podía quitar: esta envidia, este deseo profundo de que las cosas cambiaran rápidamente. Esto era más importante para mí que todo lo demás. Quiero que el mayor número de niños posibles puedan acceder a esta educación que yo llamo fisiológica, adaptada a la forma de aprender del ser humano”.

DANIEL SÁNCHEZ: ¿Cómo va esta expansión de sus ideas?

CÉLINE ÁLVAREZ: “Lo primero que hice fue estudiar las neurociencias afectivas, cognitivas y sociales para ver los grandes principios que se ponían de relieve y que se podían constituir como no negociables, universales y comunes a todos los seres humanos. Empecé a estudiar esto para tener una base científica, objetiva, sobre la que apoyarme y pensar y reflexionar. Cada año en Francia el 40% de los niños sale de Primaria con dificultades en lectura o matemáticas […] Un niño que no sabe leer bien o hacer matemáticas como se espera no solo falla en el cole, pierde la confianza en sí mismo, empieza a ser agresivo, se desconecta del sistema. Así que decidí […]  infiltrarme en el sistema educativo público francés para enseñar que, sin cambiarlo todo, solo adaptándose, podíamos tener resultados increíbles si respetábamos más las leyes naturales del niño. Estamos fallando proponiendo un sistema que no responde a la forma natural de aprender de las personas”.

DANIEL SÁNCHEZ:  Usted ha estudiado el conocimiento científico, sobre todo en las neurociencias. ¿Qué aprendió con sus estudios? ¿En qué consisten sus ideas?

CÉLINE ÁLVAREZ: “Aprendí que lo que intuíamos era verdad. Son cosas que ya sabemos, pero no ponemos en práctica porque el sistema no es así. Primero, que lo que más importa es el entorno. El cerebro humano es plástico y las condiciones exteriores son las que lo van a estructurar. No tenemos un potencial o talentos predefinidos determinados. […] Esto nos invita a reorientar la mirada hacia otro sitio que no sean los niños. El ser humano es una máquina de aprender sin esfuerzo y si no puede hacerlo no es por él, es por el entorno. Segundo, el ser humano está predispuesto a aprender cosas que le motivan y no aprende cosas que no le interesan. […]  Hacemos que los niños pierdan confianza en ellos cuando les repetimos lo mismo todos los días. Y los deberes, otra vez lo mismo, y cursos particulares… Tercero, no podemos aprender sin equivocarnos. El error es constitutivo del aprendizaje. […] Lo que estamos haciendo es pedir a nuestros hijos que aprendan sin equivocarse y estamos provocando en ellos una parálisis cognitiva, es normal que luego haya fobias escolares. Cuarto, […]  el indicador más predictivo del éxito global de un individuo es el nivel de desarrollo de sus competencias ejecutivas, […] Esas competencias (son tres, la memoria de trabajo, el control inhibidor y la flexibilidad cognitiva) se van a desarrollar nada más que cuando el niño está en un entorno que le ayude poco a poco a hacer las cosas por sí solo”. Por último, “[…] Lo más importante para el ser humano, que es un ser social, es el vínculo social positivo. […]  si el niño siente que está juzgado, que no es amado, le genera un estrés orgánico al ser social que somos que bloquea el aprendizaje y el desarrollo de todas las competencias que tenemos de forma embrionaria en el cerebro. Amor, autonomía y motivación. Con esto cambiamos el mundo”.

DANIEL SÁNCHEZ: … ¿cómo le fue el experimento en Gennevilliers?

CÉLINE ÁLVAREZ:  “Cuando entré en clase hicimos un test para ver dónde estaban los niños a nivel cognitivo. […] Hicimos los test y eran un desastre. Los niños con cuatro años no conseguían memorizar nada, no prestaban atención, etc. Seis meses después de trabajar esas competencias, solo ayudándoles a ser autónomos en el día a día, a vestirse, a ayudar a la gente, a hablar, resolver los conflictos, a pesar de las predicciones de los psicólogos, un día empezaron a entrar en la lectura y las matemáticas. Leían con tono, alegría, facilidad. Una nena no podía memorizar, pero después de este proceso de la autonomía, decidió que quería leer. Le enseñé un poco los sonidos de las letras y la mandé con su mejor amiga, que ya leía, a que la ayudara. En tres semanas, esta niña con resultados catastróficos leía. Y un año después, cuando tenía cinco e hicimos los test en lectura y matemáticas, tenía los resultados de los mejores niños de ocho años. Subestimamos el potencial de los niños porque miramos en la dirección equivocada. […]  la mejor forma de que se apropien de ello no es centrarse en eso, sino en el desarrollo de las competencias cognitivas, que les van a permitir acceder a todo lo que quieran”.

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DANIEL SÁNCHEZ: Habla mucho del entorno. Pero una parte del entorno es prácticamente imposible cambiarla. Su familia, dónde nace, las circunstancias.

CÉLINE ÁLVAREZ: “[…]  El libro es para todos, pero sobre todo para los padres. Para que se den cuenta de la importancia del entorno, de su rol. […]  No creo que nada no se pueda cambiar, aunque sí es verdad que hay niños con un entorno familiar muy complicado. Es lo que pasaba en Gennevilliers, […]  Y aún así, cambiando las cosas en el colegio, tuvimos un impacto muy fuerte, los niños cambiaron. […] Y las familias, que yo pensaba que no tenían tiempo ni interés por lo que hacíamos en clase, vinieron al final del primer año a preguntar qué estaba pasando en clase porque sus hijos habían cambiado mucho, muy positivamente, y querían hacer algo en casa también. No podemos cambiar todo, pero sí actuar e influenciar desde un lado”.

DANIEL SÁNCHEZ:  ¿En qué consiste el cambio del entorno escolar?

CÉLINE ÁLVAREZ: “Lo primero es informarse. […] Es importante, porque entonces cada uno podrá hacer elecciones guiado por su conocimiento, por lo que puede hacer, [… permitiendo] al niño que sea más autónomo, nada más. […] y dejarles llegar hasta el final, porque los niños empiezan con una cosa y se lían con otras y se olvidan. Ayudarles a conseguir los objetivos que se fijen. […] Y siempre van mucho más allá de lo que creemos posible. Otra cosa concreta es dejar de separar al ser humano por edades. ¿Cuándo vamos a dejar de separar a los niños de tres años de los de cinco? Hay que permitir otra vez a los niños crecer juntos mezclando edades. Otra cosa es crear un entorno social alrededor de los niños haciendo un entorno empático que favorezca la ayuda mutua”.

Este contenido ha sido publicado originalmente por El Diario de la Educación en el siguiente enlace: “SI EL NIÑO SE SIENTE JUZGADO, SE BLOQUEA EL APRENDIZAJE” 



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