Maestros al servicio de la educación

[ERNESTO GONZÁLEZ] EL LADO AMABLE DE LA VIDA

En preparación – revisión y actualización – de unos de mis libros de Ciencias Naturales para el próximo año, donde una de las unidades o temas corresponde a los sistemas orgánicos de los humanos donde destacaré tres vinculados a lo que hoy le darán lectura: El sistema óseo – muscular (son dos sistemas realmente el esquelético y el muscular, pero por su actuar de forma conjunta y complementaria con el movimiento, suele nombrarse de ese modo) y el sistema nervioso.

Un día tradicional personal, resulta al levantarme bien temprano – cuando el gallo canta – asearme, ir tras una taza de café, (que hoy en día al bebedor consuetudinario le atribuyen de menos probabilidades de desarrollar Alzheimer, es neuroprotector y preventivo de la demencia, reduce el riesgo de sufrir diabetes tipo II) enviando la primera señal a mi cerebro a través de un mar de neuronas (sistema nervioso), paso a leer las noticias digitales de varios periódicos nacionales e internacionales analizando temas en los ámbitos políticos, económicos, culturales y otros.

Desayuno, que a la par de este evento tradicional y necesario (donde se comenta que debe ser el mejor de las tres ingestiones diarias), comparto aspectos leídos, pendientes por solucionar o previstos por hacer e inclusive reír mañaneramente por cualquier anécdota plasmada en las redes sociales.

¿Reír? Cuando lo haces entra en funcionamiento el sistema muscular y directamente seis pares de músculos: el músculo elevador del ángulo de la boca, el músculo elevador del labio superior, el orbicular de los ojos, el risorio, el cigomático mayor y el cigomático menor (nota: en el caso del orbicular, su contracción alza las mejillas y produce arrugas alrededor de los ojos).

¿Por qué siento que sonreír me hace bien? En lo personal me genera un olvido al menos de las posibles preocupaciones, separándolas a un lado en el instante mismo del fenómeno que me motivo mostrar mi dentadura o alzar mi voz a través de una carcajada que si fuese en un local donde hay otras personas, tienden a mirarte con expresiones de llamados de atención.

En dirección a alguna gestión, trasladándome de un lugar a otro, ocasionalmente aprecio personas que no cumplen con las normas establecidas por el código del tránsito (se detienen de improvisto sin poner con la antelación necesaria las luces de parqueo; en una calle de dos direcciones contrarias se detienen un vehículo en cada carril, para conversar y platicar, deteniendo el tráfico sin pensar en el resto de los conductores, personas que transitan dándoles las espaldas a los vehículos, o que existiendo aceras no las usan) generándome tal vez la anti-sonrisa y por ende los movimientos inversos de los músculos, reflexionando al respecto…”cuánto nos falta por mejorar en la disciplina vehicular, velar por el cumplimiento de las leyes, cuánto debemos seguir los docentes reforzando el conversar con los jóvenes estas situaciones, que no necesariamente se encuentran en un programa de una asignatura”

Hacer un alto en la clase, y conversar previo al inicio de la misma, no constituye ningún pecado, al contrario. ¿Por qué no comenzar una clase? – cualquiera fuese su naturaleza (ciencias naturales, sociales, otras) – con las interrogantes siguientes: ¿Jóvenes, algún hecho, anécdota  que ayer o el fin de semana los hizo sonreír?  La primera respuesta deberá ser el silencio, al romper el impasse de la esperaba revisión de las actividades no presenciales orientadas en la clase anterior, las manos se alzarán con timidez y comenzarán las experiencias de unos y otros. Con ello logrará algo tan importante y necesario que es arrancar sonrisas y que al menos en ese breve momento los sistemas involucrados funcionen a la perfección: el cerebro al percibir los músculos del rostro en forma de sonrisa, los interpreta como una señal de que estamos contentos, independientemente de la causa, y se sintoniza con estados de ánimo positivos, sin importar las incipientes arrugas. Trate de ver siempre, el lado amable de la vida, se los recomiendo.

Autor: Ernesto Gonzalez , ciudadano nicaragüense, nacido en Cuba.
Experiencia laboral:
Lic. en Ciencias Pedagógicas con mención en química. 40 años de experiencia como docente en los niveles de educación media y superior; cursos de posgrado propios de la especialidad y en pedagogía; autor de libros de texto para la enseñanza media tanto en ciencias naturales, como sociales. Articulista para los periódicos La Prensa, El Nuevo Diario (nicaragüenses 2000-2008), actualmente para el periódico El Siglo 21 guatemalteco.
Correo electrónico:
[email protected]
Cuenta de twitter: @gonzlez_ernesto

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